Editorial, EL CORREO, 24/12/11
El Gobierno debería tener el contrapunto de un partido socialista sólido y cohesionado en su lucha contra la crisis
Las tres importantes derrotas consecutivas -en las elecciones autonómicas catalanas, municipales y autonómicas, y generales- han llevado al PSOE a las cotas más bajas de poder territorial y a niveles de adhesión apenas comparables a los mínimos que alcanzó en las primeras elecciones de la democracia, en 1977. Esta situación ha suscitado, como era previsible, un gran malestar en las bases, que han recibido una respuesta balbuciente y confusa de los cuadros que, tras el anuncio de la retirada de Rodríguez Zapatero de la secretaría general, planean a trancas y barrancas la renovación del partido. Ante el 38 Congreso, que se celebrará en febrero, se han apuntado los primeros movimientos. Un grupo nucleado en torno a Carme Chacón ha publicado un manifiesto autocrítico en el que, tras reconocer que el hundimiento electoral del PSOE no solo se debe a la crisis sino también a la mala gestión que hizo el Gobierno de ella, efectúa una serie de propuestas en línea con las tendencias que parece alumbrar la socialdemocracia europea. Poco después, una veintena de exsecretarios de Estado, evidentemente movilizados por el exvicepresidente y candidato el 20-N, Alfredo Pérez Rubalcaba, ha replicado reivindicando la actuación de Zapatero y de su equipo. Diversos grupos y corrientes de militantes -Bases en Red, Izquierda Socialista, asociaciones de alcaldes, etc.- están asimismo iniciando un debate público, aunque con escasa repercusión. Todo indica que Chacón y Rubalcaba protagonizarán una pugna personalista por el liderazgo ante la cita congresual, a la que podría sumarse algún aspirante más. Pero si para entonces no se ha producido un diagnóstico realista y cabal de la situación, seguido de la necesaria controversia ideológica que genere una cierta clarificación, la decadencia del todavía principal partido de la oposición no quedaría resuelta. Desde el punto de vista de los intereses generales del país, es importante que la lucha contra la crisis que ha de emprender el Gobierno tenga el contrapunto dialéctico de la opinión del centro-izquierda, en línea con las posiciones europeas. De esta controversia leal debería surgir el vector de avance capaz de movilizar al país hacia el crecimiento, el empleo y la recuperación de la prosperidad.
Editorial, EL CORREO, 24/12/11