JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA-EL MUNDO

«TU bloque incluye nostálgicos del franquismo, admiradores de Trump, misóginos, islamófobos, integristas católicos y nacionalistas partidarios de suprimir las autonomías». «Pues el tuyo incluye cómplices de Nicolás Maduro, admiradores de la dictadura cubana, anticapitalistas, populistas, hispanófobos y separatistas». Ahora póngase usted delante de la urna el 28 de abril y dígame qué bloque quiere que lleve a España al enfrentamiento político, la polarización social y la fragmentación territorial.

Esa es, por desgracia, la disyuntiva que enfrentan muchos españoles. No deja de resultar paradójico que la superación del bipartidismo, en lugar de hacernos felices porque cada uno tenga un partido que se ajuste a sus preferencias, nos lleve a amontonar todos los votos en dos bloques antagónicos y radicalmente incompatibles entre sí. Pero así estamos.

Pensábamos, con razón, que habíamos superado lo peor de la crisis catalana. No que la hubiéramos resuelto, pero sí que habíamos dejado atrás la amenaza existencial que supuso el desafío independentista. Y veíamos en el retroceso de Podemos el agotamiento de la otra gran propuesta populista que ha atenazado a la democracia española, aquella que a lomos una crisis como la del 2008 generó una ola de indignación social que, convenientemente manipulada, pretendió forzar un proceso constituyente que acabara con el consenso de 1978. Pero ahora la toxicidad catalana ha acabado con casi el único elemento que nos distinguía de la Europa actual: la inexistencia de una derecha nacionalista radical. Pues ahí tenemos a Vox, y con ellos, la perspectiva de un escalón más en la crisis de gobernanza en la que nos hemos instalado.

¿Cuál es el reto que enfrenta España? ¿Para que deberíamos ir a las urnas? Para, de esos tres desafíos populistas (izquierda radical, independentismo catalán y extrema derecha nacionalista), extraer la capacidad de dotarnos de un proyecto de futuro compartido entre la más amplia mayoría posible de ciudadanos. Ese proyecto está en el centro, no en los extremos, y requiere moderación, no radicalismo, y consenso, no conflicto. Por eso, el 28 de abril, millones de votantes introducirán la papeleta en la urna esperando que ocurra exactamente aquello que la campaña y la dinámica de bloques parecen hacer imposible: que el centro se imponga a los extremos. Ello requiere que ningún bloque sea mayoritario y que al no poder imponerse al otro eso le lleve a la ruptura y a soltar lastre en los extremos. Pero, se preguntan muchos votantes, ¿cómo se hace eso delante de la urna armado con una papeleta?