FABIÁN LAESPADA-ElCorreo

  • ‘Maixabel’ y ‘Non dago Mikel?’ nos recuerdan que aquí se cometieron asesinatos, torturas y un largo etcétera de horrores

La semana pasada hemos podido ver en Bilbao dos largometrajes que nos redescubren aquello que vivimos hace no tantos años y por lo que seguimos padeciendo algunas consecuencias. Tanto el relato ficcionado pero muy ajustado a los acontecimientos que podemos ver en la película ‘Maixabel’, de una ejecución brillante y dirección altamente sensible pero con mano firme de la infalible Icíar Bollaín, como, por otro lado, el inquietante pero clarificador documental de A. Merino y M. A. Llamas ‘Non dago Mikel?’, resultan poderosos y abren brecha en el tan manido relato.

Ambas piezas nos muestran sin concesiones eso que muchos ya sabíamos, pero que fácilmente se olvida: aquí se cometieron asesinatos, torturas, secuestros, persecuciones, amenazas y un excesivo etcétera de horrores, de los cuales deberíamos haber aprendido. Si fue así, si aprendimos, hablemos con nuestra chavalería, contémosle qué años de plomo y goma-2, de dolor y de rabia tuvimos que pasar. Por lo que hemos podido comprobar quienes trabajamos con jóvenes, casi no han conocido ni hablado en casa sobre este asunto de la violencia padecida.

A menudo pensamos que es mejor no tratar sobre temas duros, del pasado más imperfecto, y que así nuestros jóvenes no crecerán con la rémora de nuestras equivocaciones anteriores. Error. Hoy seguimos dolidos con la Guerra Civil porque aquellas heridas se quedaron sin hablar. Así que, aprendiendo de ese vacío, muchos creemos que nuestros vástagos deben saber que, durante muchos años, cuando sus padres y madres eran jóvenes, ocurrían terribles hechos como los relatados en ambos largometrajes; y, de esta manera, con una explicación cercana y sentida, podemos mostrarles nuestra realidad para que no se quemen con el fuego de la violencia ahora que, precisamente, tan banalizada está en las juergas donde rulan botellones, cascos y navajas al aire. Que sepan que la muerte se lo lleva todo.

Donde las dos cintas coinciden es en la necesaria tarea de neutralizar y desentrañar el uso de la violencia como instrumento para alcanzar objetivos tanto políticos como policiales; en este último caso, por la extralimitación del uso de la violencia legal. Porque si hay algo que produce auténtica indignación en el ser humano es precisamente arrebatar la dignidad de cualquier persona por medio del ataque físico sin defensa, sin razón y sin sentido. La detención de Mikel Zabalza, su novia, y dos de sus hermanos junto a otros amigos y el maltrato recibido por todos ellos en Intxaurrondo es terrorífico, según nos cuenta Ion Arretxe, uno de los detenidos. No hay ninguna prueba contra ellos, pero los interrogatorios bajo tortura continúan, hasta que -como hace bien poco hemos podido escuchar- Mikel «se les fue de las manos». Escondieron el cadáver y, al parecer, lo arrojaron al Bidasoa en Endarlatsa. Impensable en un cuerpo institucional de un Estado democrático.

‘Maixabel’, por su parte, lleva aparejadas varias lecciones; pero, en mi modesta opinión, dos a destacar. Por un lado, la inmensa generosidad -no exenta de rectitud y fortaleza en los encuentros- de una viuda ante dos de los autores del asesinato de Juan Mari Jáuregi, su marido. No se refugia en las entrañas de su dolor y busca explicaciones que no halla. Pero entiende que el ser humano se confunde y yerra. Y si errar es de humanos, pedir perdón también, incluso concederlo resulta divino, como sugirió Cicerón.

No obstante, hay una parte meritoria que se nos suele escapar: la concerniente a los presos etarras arrepentidos y su evolución. Esos pasos van a suponer un enfrentamiento abierto, tanto con sus amigos y vecinos hacia ellos mismos como hacia su familia, porque aquí el etarra que dudaba o se salía del entramado podía ser asesinado, amenazado, pintarrajeado, boicoteado y apuntado como traidor, él y sus círculos, cosa que en este país es la mayor ofensa a la que uno pueda aspirar.

Ese es el mérito de quienes dieron el paso de salirse de la banda: decirlo, reconocer el horror causado y arrepentirse como manera de reconciliarse no solo con sus víctimas directas, sino también con toda una sociedad que ha sufrido durante decenas de años un auténtico aluvión de violencia, presión, miedo y amenaza. Ahí emerge el ser humano al que Maixabel Lasa ofrece su mano para tirar de él y sacarlo del pozo séptico de la violencia.

Por último, lanzo dos peticiones a raíz de este material audiovisual tan instructivo. Que, desde las instancias debidas, el Estado dé el paso definitivo para clarificar el ‘caso Zabalza’ y reconocer los hechos como todas y todos entendemos que sucedieron. Quien tenga que hablar, que lo haga y cuente la verdad: la familia Zabalza lo merece y la democracia también. Y, por otra parte, mirando al colectivo de presos y ex presos de ETA y tras 10 años de paz, pido que se pregunten si sus manos aguantan su corazón, si aquella sangre y dolor que generaron sigue vigente en sus mentes o, por el contrario, son capaces y valientes como para dar un paso en favor de la convivencia y, por extensión, de su propia libertad interna.