Que encajen las piezas

EL CORREO 07/05/14
TONIA ETXARRI

Otegi acabará en la calle. No cuando él quería. Pero pronto podrá llamar a su colega Gerry Adams, cuyo reencuentro con su oscuro pasado le ha retenido cuatro días en una comisaría de Belfast. Y volverán a posar juntos. En una próxima campaña, dentro de un año. O en un congreso. O en una reunión de «relatos a la carta». Que esa es la batalla que están librando los dos para recuperar su versión de la historia. De momento, el exportavoz del mundo de Batasuna sigue en prisión porque la Sala Primera del Tribunal Constitucional, por unanimidad, considera que el mero transcurso del tiempo pasado en la cárcel no es un motivo que permita suspender la ejecución de una sentencia firme dictada por el Tribunal Supremo.

Mientras, el Constitucional deberá decidir también si le ampara sobre el ‘caso Bateragune’. Existe, sobre esta causa, una presión verdaderamente amplia en el País Vasco. Una presión ejercida por quienes se preguntan por qué a Otegi se le condena por haber querido crear otra opción política (dado que a Herri Batasuna se la ilegalizó por considerarla brazo político de ETA) mientras Amaiur y Bildu disfrutan de la legalidad. Pero la Justicia consideró en su día que Otegi estaba intentando crear una opción política diseñada por ETA. Y será la Justicia quien maneje sus tiempos. Al presidente del PNV le da pena que Otegi siga en prisión por una causa por la que nunca tuvo que ser detenido. Y el portavoz del Gobierno vasco, Josu Erkoreka, pidió ayer su pronta excarcelación. Una opinión muy similar a la que siempre ha manifestado el presidente de los socialistas vascos, Jesús Eguiguren, aunque la posición oficial de su partido es la de «respeto a los tribunales y sus tiempos».

No es nada nuevo. El PNV siempre ha mantenido sus reservas con la aplicación de la legalidad que perseguía al mundo de ETA. Con las extradiciones y con la ley de partidos, por ejemplo. Este año se han manifestado junto a la izquierda abertzale en defensa de los presos. En el caso de Otegi, no se ha alterado el guión. A Otegi le envuelve un aura de pacificador diseñada por el propio Zapatero , amén del PNV y sus seguidores de la izquierda abertzale que le escuchaban embelesados cada vez que comparecía ante los focos para interpretar el atentado de turno ofreciendo, como contrapartida, la negociación política.

Pero nos encontramos en un momento político muy importante. Los socios políticos de ETA pelean por blanquear su pasado terrorista. Justificándolo. De forma que las nuevas generaciones puedan llegar a creer que ETA existió en defensa propia. Que sus 858 crímenes están justificados. Y, así, que los verdugos puedan ocupar un sitio en la Historia como libertadores. Como víctimas, incluso. Como pacificadores.

Pero si el lehendakari quiere estar al lado de las víctimas, como dice, y no tener que volver a pedirles perdón en nombre de su partido, no debería aceptar la existencia de dos relatos. «Cada uno hemos vivido el conflicto de una manera muy particular», se excusaba Andoni Ortuzar en ETB. Cierto. En el ámbito privado. Pero a ojos de la Justicia, quien mata es un asesino y quien muere, una víctima. Que la izquierda abertzale quiera un «borrón y cuenta nueva» se da por descontado. Pero los partidos democráticos no deberían caer en esa telaraña.