Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

Vaya calvario lleva este año la vicepresidenta segunda. A finales de enero, los agentes sociales la apartaron de la mesa para la reducción de jornada y la han obligado a tragar con el cómputo anual como fórmula de negociación en lugar del semanal, como ella propugnaba. Los empresarios estaban profundamente disgustados con la actitud prepotente y completamente sesgada de la señora Díaz. ¿Por qué razón? Pues porque no actuaba de árbitro ni ejercía de facilitadora, más bien prefería intervenir como abogada de parte e imponer sus criterios. Se diría que la vicepresidenta más audaz y progresista estorbaba en el acuerdo al adoptar posiciones extremas y hacer declaraciones agresivas e inconvenientes.

Luego han venido las elecciones gallegas y allí se ha estrellado contra el parecer de sus vecinos. Su partido, o mejor dicho el abigarrado amontonamiento de partidos que forman su partido, no obtuvo ni un solo diputado. En su propio pueblo, en Fene, no consiguió saltar el mínimo exigido para estar presente en el Parlamento gallego y eso que Iberdrola (la ‘denostada’ Iberdrola) ha encargado allí la construcción de las bases para las torres eólicas marinas del campo East Anglia. Un pedido que se mide en unidades de cientos de millones de euros.

Ayer, el Tribunal de Justicia Europeo le aplicó otro soberbio varapalo al Gobierno con el asunto de los interinos. El negociado de los empleados públicos no lo lleva directamente ella, sino el ministro Escrivá. Pero resulta un tanto curioso que habiendo sido siempre el azote de la temporalidad laboral, que lleva años clamando contra lo que considera intolerables abusos empresariales y que es la ministra de Trabajo, resulte afeada por las instancias europeas que la acusan de «encadenar contratos interinos… para satisfacer necesidades permanentes» e insta a convertirlos en trabajadores fijos.

La cuestión no es menor, pues el colectivo afectado se cifra en 853.702 personas, clasificadas como ‘otro personal’ en el Boletín Estadístico del Personal al Servicio de las Administraciones Públicas. Así que a la señora Díaz solo le queda emular al capitán Renaud, el policía francés de la película ‘Casablanca’, que mientras recogía las ganancias obtenidas en la ruleta del Rick’s Café aseguraba sorprendido: «!Qué escándalo. He descubierto que aquí se juega!»

Pues eso, el Gobierno descubre ahora que es el mayor abusador de la temporalidad, algo que ya sabían los interesados y sospechaba el país entero. Él, no.