Qué miseria

ABC 07/06/15
LUIS VENTOSO

· La postura de Iglesias en Navarra es…

ADMIRO profundamente a vascos y navarros, por su seriedad, claridad y solidaridad. Creo que son los más rigurosos constructores de banca y empresa que hay en España, tipos fiables, muy ajenos a la cultura del regate fenicio. Me gusta también su compañía, esa campechanía echada «palante», que dicen en Navarra. Me pasma cuando voy por allí su urbanismo y cuidado de lo común, y el evidente encanto de su paisaje, que en el caso navarro presenta una variedad única, pues en cien kilómetros se pasa de un desierto al bosque atlántico. Tampoco soy imparcial del todo en el asunto vasco, porque un día conocí a una chica extraordinaria de San Sebastián, que cometió un grave error conyugal, y ahí seguimos. Dicho todo eso, me carga enormemente cuando charlando allí, incluso con algunos amigos o familiares, si sale el tema de la violencia de ETA y su entorno (que suele generar todavía una sutil bajada del tono de voz), no suele faltar alguien que desdeña mi opinión con frases como «tú no vives aquí», o «las cosas son mucho más complejas de lo que parecen». Si aun así sigo hablando y digo, por ejemplo, que no entiendo el perdón absoluto y, sobre todo, que se vote a quienes jalearon la violencia hasta ayer mismo, entonces llega la frase talismán: «¡Ya salió el facha del ABC!». Lo cual no es más que un modo intolerante y mendaz de eludir la cuestión de fondo: allí unos fanáticos decidieron que era pertinente asesinar a sangre fría a policías y personas civiles de todo tipo –niños y mujeres incluidos– para convertir las provincias vascas y Navarra en un nuevo país independiente, y ahora miles de vascos y navarros están votando al partido de quienes justificaron aquella matanza.

Así de sencillo. No hace falta ningún curso de antropología vasca. En contra de lo que suelen decirte para taparte la boca, tal vez sucede justo al revés: la distancia, la mirada lejana, es más analítica y fría, y ayuda a encuadrar la foto de aquella tragedia. El estudio más clarividente sobre la caída del Imperio Romano lo escribió en el XVIII un señor inglés, Gibbon.

Aquellas matanzas de ETA no son tan lejanas. No han pasado ni veinte años del tiroteo en Pamplona de Tomás Caballero, concejal de UPN, que salía de casa rumbo al Ayuntamiento. Le reventaron la cabeza a tiros dos etarras. Caballero se había distinguido por plantarse contra Herri Batasuna, la hermana mayor de Bildu, que ahora puede gobernar en Pamplona con la mitad de votos que UPN, gracias a un enjuague de alianzas. Pablo Iglesias lo ve bien. Es decir, se posiciona con los verdugos frente a las víctimas. Pero ha ido más allá: los llama sinvergüenzas.

Su frase revela que en el Gulag de Solzhenitsyn Pablo sería amigo… del carcelero. No todo da igual. Unos mataban, otros morían y unos terceros aplaudían a los que mataban. ¿En qué plató se te extravió la conciencia? ¿Se duerme bien tras decir esas salvajadas? ¿Y si Caballero hubiese sido tu padre, o un amigo navarro que tenía sus legítimas ideas y lo mataron por ellas? Qué miseria moral, muchacho, qué miseria. El vacío de un oportunista. El postureo sin entrañas. La nada.