Juan Carlos Girauta-ABC
- Dos días ha tardado Bruselas en desmentirle para denunciar lo obvio, pero tal es la fe de Zapatero en la bondad del régimen de Maduro, tanta su convicción de que defiende una causa justa, que no repara en formar pareja de baile con Monedero para danzar sobre las tumbas de las víctimas de la represión. Tumbas por miles y tortura, Zapatero
Lo que pasa, de entrada, es que a Zapatero le pierde el retruécano de barra de bar progre. Cuando mandaba y ridiculizaba a España allende los mares gustaba de figuras retóricas que olían a azufre. No he olvidado cómo giró las palabras de Jesús creyéndose un Marx que da la vuelta al calcetín de Hegel. Recuerden: «No es la verdad la que os hará libres sino la libertad la que os hará verdaderos». Ya sé que no quiere decir nada, de otro modo no sería suyo, pero equivale a invertir un crucifijo, ya saben. A veces saltaba a la performance, como cuando se vendó la mano derecha para poder darle la izquierda al Papa. Si comulgáramos con esas salidas de niño pesadito, o de guionista de La Sexta, ultimaríamos el párrafo ‘ipso facto’ con algún juego de palabras que combinara ‘presidió’ y ‘presidio’. Sírvase, Mr. Chance.
Nada, el caso es que estos días ha abandonado su salón de los crucifijos invertidos y ha vuelto a ponerse gracioso y mediático a cuenta de su condición de trujimán trasatlántico. Corre un vídeo donde juguetea, agárrense, con «derechas» y «derechos», que serían lo contrario. Ji, ji. Contengamos el alipori, su cabeza funciona por pares de supuestos opuestos, pero solo verbales, nada de tesis y antítesis, atiende a puras similitudes fonéticas. Si se pone intenso, del retruécano asciende al quiasmo, y ya. No busquen más tropos ni más trucos ni más na. ¿Ideas? Ni una. O sea, que es un pesado de libro, de esos que te mira con cara de «fíjate lo que he dicho, soy la pera». Y aunque estés ante un tipo como él, algo en el fondo de tu educación te impide responderle como merece, que sería manteniendo la expresión inalterable mientras Serafín Latón espera tu aprobación, las sonrisas, las toses, ay, que me ahogo, que tío tan cachondo. Por eso, insisto, lo que merece Mr. Bean es un público inexpresivo en sus conferencias, ruedas de prensa o tenidas; seriedad expectante de quienes siguen a la espera del desenlace mientras él se revuelca ya en sus equívocos, en el lodazal de los chascarrillos. Soy de lo que no hay, pero… ¿y esos? ¿No lo han pillado?
Una cosa les digo: tuve más que suficiente con sus dos legislaturas, sus chorradas solemnes y su tropa de unicej. No lo traería a colación si no fuera porque el hombre, no contento con hundir en su día el prestigio de España, no satisfecho con gestionar la economía peor que un mono con manguitos y visera, no feliz con lesionar para siempre nuestra relación con Estados Unidos, no tranquilo con alentar aquel Estatuto soberanista de Maragall, detonante del maldito procés, agarra, se calza, embarca, funge de lobista -enmascarado apenas por el presunto prestigio del gobernante que fue- y se lanza a cantar las alabanzas de la última trampa del chavismo. Zapatero, ¿cómo que derechos? ¡Desechos! Tome sandez a su altura, qué gracia. Pues así son sus pensamientos. No me pida que le tome en serio, cualquier cosa menos eso.
No me lo pida porque lo haré. Si alguien se presentara ahora mismo en Washington y les entrara a los viandantes para comunicarles «soy el hombre blanco de Colón», lo más probable es que lo molieran a palos, por supremacista y por genocida. Pero antaño la frase carecía de connotaciones y era famosa, como saben los de edad suficiente. Pues bien, Zapatero es aquel personaje de los anuncios. Nadie lava más blanco que él, un blanco nuclear. O al menos así ha debido venderse (tómese el verbo en la acepción adecuada) a los tiranos. Tiranos Banderas rojas. No vean las esperanzas que Maduro había puesto en él, la ilusión que tenía Delcy con su príncipe. Pero la ropa ha salido hecha un asco de la lavadora. Zapatero, creo que sí voy a tomarle en serio. Abróchese.
Cuando una tardía pero irresistible vocación de mediador te coloca en la tesitura de promocionar narcodictaduras, la sensatez indica que es mejor cortarse un poco. Pero nuestro hombre es un arrojado. Si tiene que tomar cuarenta vuelos intercontinentales al año por puro idealismo, los toma. Si tiene que anticipar el visto bueno de la Unión Europea a unos comicios negros como el hollín, lo anticipa. Dos días ha tardado Bruselas en desmentirle para denunciar lo obvio, pero tal es la fe de Zapatero en la bondad del régimen de Maduro, tanta su convicción de que defiende una causa justa, que no repara en formar pareja de baile con Monedero para danzar, risueño y grácil, sobre las tumbas de las víctimas de la represión. Tumbas por miles y tortura, Zapatero.
Informe de la Organización de Estados Americanos: más de 18.000 asesinatos, 15.500 detenciones arbitrarias y al menos 650 casos documentados de tortura en Venezuela entre 2014 y 2020. Han crecido desde entonces. El informe fue publicado por el secretario general de la OEA y por el asesor especial Jared Genser, abogado estadounidense cuya carrera en defensa de los Derechos Humanos va a inspirar una serie producida por Orlando Bloom para Amazon Prime Video. Tras presentar el citado informe, Genser describió así la situación en Venezuela: «Decenas de millones de personas padecen grandes sufrimientos o son objeto de un grave atentado contra su integridad física y su salud debido a la continua crisis humanitaria provocada por el régimen, como demuestran las estadísticas sobre malnutrición, hambre, enfermedades y falta de acceso al agua y a la atención sanitaria. La crisis también ha provocado la muerte prematura de al menos decenas de miles de personas». Y bien, ¿está para retruécanos, hombre blanco de Colón? El régimen que protege ha incurrido en crímenes sin cuento. Pretende salvar la cara de un tirano sin escrúpulos. ¿Por qué? ¿Qué pasa con usted?