- El gobierno de la generalidad queda como un Frankenstein modelo Sánchez, pero a la catalana.
El separatismo envidia esa España que tanto desprecia. Pero sea por patología, sea por exceso de horas libres, los separatistas pasan el día en plan vieja del visillo, escudriñando lo que hacen esos españoles, a ver si pueden superarlos. De ahí que Aragonés haya querido formar el gobierno de esa máquina de enchufar amiguetes denominada generalidad a là Sánchez .
Ha tenido que sacarse de la manga siete consejeros y no ha sido fácil, porque si hasta hace poco ocupar una conserjería era deseado por muchos, ahora la cosa no es igual. No digo que haya tenido que recurrir a la Benemérita, que ya lo dijo Romanones, al que nombran algo en España siempre va por su propio pie a aceptar el cargo aunque sea cojo, como era su caso. Pero el político, que posee una finísima percepción de hacia donde sopla el viento, sabe que Cataluña no se sostiene ni con Super Glue y que si no fuese por Sánchez y su regadera presupuestaria – los separatas recibirán según los presupuestos 2.308,92 millones, un 17,2 por ciento frente al paupérrimo 9,7 que recibirá Madrid – haría tiempo que en Palau colgaría un rótulo que diría “Se cogen puntos de media, varean colchones y se da la vuelta a los abrigos”.
Esquerra, que está en fase bienqueda, ha metido en el gobierno a un socialista de los de toda la vida, el ex alcalde de Gerona y ex consejero con el Tripartito Joaquim Nadal, de los Nadal de Gerona de toda la vida. Burgueses ellos, poderosos ellos, separatistas ellos bajo la capa de un federalismo que todavía no ha sabido explicar nadie, y candidato en su día a presidir la generalidad. En el 2015 rompió el carné porque el PSC le parecía poco separata y ahora es “independiente”. Agárrame la mosca por el rabo, mosca de Gerona, la del milagro de San Narciso que fascinó en su día a Dalí.
Entre los nuevos cargos políticos también encontramos a Gemma Ubasart, vicerrectora de la universidad de Gerona, a la que recordamos por su paso en Can Podemita donde ocupó la secretaría general, amén de ser secretaria de plurinacionalidad y políticas públicas para el cambio del Podemos estatal. También en 2015, como Nadal, dejó todo y se fue a lo suyo, siendo habitual en tertulias de TV3 y articulista en diarios del régimen. Hay más perlas en este engarce que ha fabricado Aragonés en tiempo récord, pero la urdimbre y material no dan para más. Resumiendo: no se ha reducido el número de consejerías, que siguen siendo catorce, y el paradigma de este juego de las sillas que pagamos entre todos lo ejemplifica el siguiente un caso. Cuando Laura Borrás dejó la presidencia del parlamento catalán una de las primeras cosas que hizo fue recolocar a su ex jefe de gabinete, Salvador Esteve, hijo de Salvador Esteve Figueres, alcalde de Martorell por CiU de 1987 hasta el 2003 y presidente de la Diputación de Barcelona entre el 2011 y el 2015. ¿Dónde? En esa misma Diputación, con el beneplácito del PSC, con quien gobiernan plácidamente desde las municipales unidos en lo sustancial: separatismo y mantenencia sin esfuerzo que exacerbe las glándulas sudoríparas.
Son unos Frankenstein, efectivamente, aunque cierta parte de Drácula no me negarán que tienen. Por lo de chupar sangre, digo.