DANIEL GASCÓN-EL PAÍS
- Ahora, cuando Bildu ha dicho que los siete candidatos renunciarán si son elegidos, quienes restaban importancia a su presencia elogian un gesto supuestamente generoso y sensible que tiene bastante de simulacro
La democracia española derrotó a ETA. Fue una victoria del Estado de derecho. Se logró gracias a la eficacia y el sacrificio de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, la unidad de los partidos políticos en momentos clave, la cooperación internacional, la asfixia financiera de la banda terrorista, la valentía y determinación de ciudadanos ―en partidos, medios de comunicación y organizaciones como ¡Basta Ya!― que arriesgaron la vida por la libertad y que contribuyeron a crear un rechazo social. Fue un logro colectivo, y atribuirlo únicamente a un Gobierno socialista es un ejemplo de tergiversación histórica particularmente osado.
El pasado, como dice el chiste soviético, es impredecible. Las justificaciones no tanto: cuando la asociación de víctimas Covite denunció que Bildu presentara en listas a 44 exetarras, siete de ellos con delitos de sangre, algunos argumentaron que era una victoria de la democracia: hacían política y no cometían actos violentos. Ahora, cuando Bildu ha dicho que los siete renunciarán si son elegidos (solo dos de ellos tenían posibilidades), quienes restaban importancia a su presencia elogian un gesto supuestamente generoso y sensible que tiene bastante de simulacro. El símbolo persiste ambivalente; Bildu gana dos veces.
En el debate entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición en el Senado ETA fue mencionada en 19 ocasiones y Bildu en 28, según ha contado Carlos Alsina. A ETA solo la nombró Sánchez; Feijóo usó 26 veces la palabra Bildu y Sánchez dos, citando textualmente a políticos del PP. Cuando el presidente reprocha al PP que hable del pasado, su objetivo principal es ocultar el presente: el presente donde los partidos contrarios al orden constitucional, incluida la coalición dirigida por lo que era el brazo político de la banda terrorista, han sido y son interlocutores privilegiados y preferibles a la derecha y al centro, y donde Bildu disputa la hegemonía en el País Vasco y se convierte en un elemento imprescindible del bloque informal del Gobierno. La renuncia forzada al asesinato y el secuestro se convierte en una virtud cívica, el abandono de los medios violentos hace tolerables los fines como si estos hubieran cambiado, hacemos un esfuerzo por olvidar quiénes son realmente nuestros aliados y nos convencemos de que su mayor pecado no es tan grave como ser una fuerza que nos disputa el poder.