EL MUNDO – 18/02/16
· Rajoy sigue a la espera y así se mantendrá hasta el día 5. En Moncloa aguardan esta fecha dando por hecho que la investidura de Pedro Sánchez es prácticamente un imposible. Al menos en lo que del Partido Popular depende, lo será.
· Sabe Rajoy que, ante la inminencia de un pacto entre el PSOE y Ciudadanos que podría cerrarse esta misma semana, la presión se focalizará en él para que facilite con su abstención la formación del Gobierno, pero el presidente en funciones está «decidido a resistir».
«Esta situación se vio venir y desde hace ya varias semanas se tomó la decisión de votar en contra de cualquier fórmula no encabezada por Mariano Rajoy. No cabe pensar en un Gobierno del segundo apoyado por el cuarto y facilitado por el primero. Los militantes y los votantes del PP lo entenderían como una traición. Si en el PSOE nos consideran poco menos que unos apestados con los que no se puede dialogar no pueden pensar ahora que les allanemos el camino hacia el Gobierno».
Con esta explicación zanjan desde el círculo más próximo al presidente en funciones la posibilidad de que dé resultado la labor mediadora de Albert Rivera a favor de un entendimiento mínimo entre populares y socialistas que desbloquee la situación permitiendo un Ejecutivo presidido por Sánchez.
Rajoy está decidido a «defender su victoria» y cree que su momento llegará después de la investidura, que pronostica fallida, del candidato socialista.
El presidente en funciones sigue con atención las negociaciones de PSOE y Ciudadanos tomando nota y analizando pormenorizadamente las coincidencias y los desencuentros. El objetivo último es el de tomar por fin la iniciativa una vez que la oportunidad de Sánchez haya culminado. Será entonces cuando vuelva a poner sobre la mesa su propuesta, una alternativa que en Moncloa creen perfectamente asumible por la formación de Rivera y que, llegado el momento, se completaría con concreciones que el partido naranja no podría rechazar.
Ayer, el propio Rivera apuntaba los tres ámbitos que todavía le distancian de los socialistas –uno de ellos, el referido a las exigencias de regeneración planteadas por C’s, se solventó por la tarde–, y desde el PP señalaban que, si la negociación fuera con ellos, esos obstáculos no existirían.
Según Rivera, las principales discrepancias se situaban en el terreno de la fiscalidad –en Ciudadanos huyen de posibles subidas generalizadas de impuestos y apuestan por la moderación en este campo– y en la necesidad de incluir por escrito en un eventual pacto el rechazo tajante a cualquier posibilidad de referéndum o consulta que cuestione los artículos 1 y 2 de la Constitución, es decir, la unidad, la soberanía nacional y la igualdad entre españoles.
Ahora, el líder popular no mantiene negociaciones con el presidente de Ciudadanos. Tras su encuentro cara a cara en el Congreso hace una semana no ha habido más contacto entre ambos.
Rajoy no ha designado equipo negociador alguno porque, como apuntan desde Moncloa, «aún no se dan las circunstancias». «Ahora es el tiempo de Sánchez», recalcan, parafraseando a los socialistas antes de que Rajoy declinase la oferta del Rey de presentarse a la investidura.
Están seguros, no obstante, de que el momento llegará y se preparan para ello. En la hipótesis de que Sánchez no lo logre se considerarán libres por completo para emprender las conversaciones oportunas y Rivera será su primer interlocutor.
Entonces la situación, opinan en el PP, cambiará: la presión se trasladará hacia el PSOE. En Moncloa mantienen que ellos sí tienen un buen argumento –con sus más de siete millones de votantes y su primer puesto en el examen de las urnas– para afrontar los reproches que les lancen en el próximo debate de investidura. Rajoy volverá a enarbolar su victoria y defenderá una vez más la «seriedad y sensatez» de su propuesta de gran coalición frente a la «amalgama» que intenta construir Pedro Sánchez «en torno a su persona».
En Moncloa aseguran que Rajoy tiene «a todo el partido detrás» dispuesto a defender esta estrategia y apuntan que en las filas populares distinguen bien entre los problemas de corrupción «centrados en Valencia y Madrid», y el proceso encaminado a lograr la gobernabilidad de España.