IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

  • No gastamos solo lo que ingresamos, sino también lo que nos endeudamos. Por eso es lógico que recibamos más de lo que pagamos

El jueves, Pedro Sánchez se vino arriba. Ya sabe que no necesita mucho impulso para hacerlo, gracias a su dominio del protagonismo parlamentario. Primero hizo lo que mejor sabe, que es aparecer ante el respetable como el Gran Distribuidor de dádivas y mercedes. Uno de sus trucos favoritos consiste en anunciar las medidas del Gobierno de manera troceada, de tal manera que se multiplique su impacto mediático, como sucede con esos espejos que repiten las imágenes hasta cerca del infinito. En ese caso, lanzó primero a la vicepresidente Ribera, quien hace unos días esbozó el plan energético, que el presidente detalló el jueves un poco más, antes de anunciar una mayor concreción la semana que viene tras el Consejo de Ministros. ¿Son tres planes diferentes? No, es un solo plan verdadero, explicado y publicitado tres veces para que parezca que son tres.

Luego dijo una cosa tremenda: los españoles recibimos del Estado mucho más de lo que pagamos por impuestos. Claro. No ha conseguido reproducir el milagro de los panes y los peces -déle tiempo-, pero sí maneja el déficit con más soltura que Maradona el balón en el área. En la pandemia le dimos al déficit con soltura porque las circunstancias lo exigían. Ahora es por la guerra y después lo será por las elecciones, y después… Señor Sánchez, no gastamos solo lo que ingresamos, gastamos mucho más. Gastamos también lo que nos endeudamos. Por eso es lógico que recibamos más de lo que pagamos. Ahí reside el truco. Muy burdo, pero muy eficaz.

  • Ya veremos después si todo lo anunciado y prometido por el Gobierno alcanza el grado de entregado

Esta vez, el monto de las ayudas a entregar y los apoyos a conceder no alcanzan una cifra escandalosa. Son ‘solo’ 3.000 millones, que, dado el asunto al que se aplica -los precios de la energía y su impacto sobre familias y empresas-, no parece ninguna exageración. Como es habitual, todo lo anunciado y prometido -ya veremos si después alcanza también el grado de entregado- se refiere a los efectos que provoca el problema energético, las dificultades de su aprovisionamiento y los elevados precios que fijan los mercados. Para hablar de sus causas tendremos que esperar un poco más, hasta el Consejo Europeo de la próxima semana.

De momento hemos trabajado mucho el tope de gas; en adelante hablaremos del precio de las compras de gas. No es lo mismo. El tope era importante para bajar la temperatura del sistema de formación de los precios de la electricidad. Ya sabe que el nuestro es marginalista, en el que la fuente de generación que entra la última y casa la oferta con la demanda de electricidad -y que, por definición, es la más cara- es la que sirve de referencia de precio a todas las demás. Este mecanismo tiene algunos defensores y muchos detractores. Ha tenido diversas disfunciones, debido a que es necesario compensar la diferencia entre el precio ‘topado’ y el precio ‘pagado’ al mercado, pero, en general, ha permitido precios más bajos de la electricidad y ha aliviado una situación que era muy mala.

Ahora se trata de la compra del gas, que es un elemento fundamental en muchas industrias y que forma parte relevante de sus costes de producción. La UE pretende agrupar las compras y plantear a los productores unos precios más bajos. La posición europea no es unánime. Hay países que se resisten a repetir lo que hicimos con las vacunas del covid y prefieren mantener la independencia de sus aprovisionamientos. Hay países que quieren centrarse en Rusia y liberalizar el resto de las compras y hay quien prefiere aplicar el sistema centralizado a todas ellas. Ya veremos en qué queda el acuerdo, pero es una cuestión fundamental. No solo las familias se enfrentan a un invierno difícil que la meteorología puede complicar aún más. Hay muchísimas empresas que no van a ser capaces de trasladar a sus precios los terribles incrementos del gas que soportan en sus compras.