En el País Etarra salen a correr (Korrika, se llama la cosa) cada dos años. Para, dicen, defender el euskera. Pero como exhiben fotografías de asesinos etarras, para mí es otro evento en defensa de la Sagrada Patria Etarra. La carrera dura diez días y once noches y recorre dos mil setecientos kilómetros. Y durante todo el trayecto van cobrando. Las Patrias siempre necesitan mucho dinero. La Korrika se vende por fragmentos. Y el dinerillo del Cupo Vasco fluye generosamente. El Ayuntamiento de Pamplona (Bildu), por ejemplo, ha pagado 6.000 euros por un kilómetro. Y el Gobierno de Navarra, presidido por la señora Chivite, 3.267.
En España cualquier cosa es sagrada e histórica: un villorrio, una jerigonza local, un árbol como otro cualquiera, un himno grotesco, levantar piedras, un baile soporífero, un gorro espantoso y sobre todo es sagrado el Dinerillo del Cupo Vasco. Que, alguien debe decirlo, es el dinerillo de los ciudadanos españoles. Todo lo que se paga en España, gubernamentalmente hablando, se paga con dinero de los contribuyentes españoles. Ya sé que vivimos en la fantasía de los países, las naciones, los ciudadanos y los contribuyentes de diferentes tribus, pero en verdad sólo hay contribuyentes españoles. Porque sólo hay un país y una nación en España: España. El resto es ficción, chantaje, corrupción, xenofobia, racismo, algarabía y régimen tribal.
Leo en un artículo del diario El Mundo, que levantan a los pobres niños a las 4:30 de la madrugada para que aclamen el patriótico tropel. Ninguno de esos niños habla ya español, sólo hablan la jerigonza vasca. En mi modesta opinión, algo así debería considerarse abuso infantil. Pero. No en el manicomio español de las autonomías. En el manicomio español de las autonomías esta disolución de lo español es algo completamente normal.
He conocido alguna de estas mujeres y rezuman una resignación de animalito enjaulado que, imagino, debe ser descendiente de la que experimentaban los esclavos llevados por los negreros españoles (especialmente catalanes) a la colonia caribeña
También da cuenta el artículo de una familia euskaldún, y es algo digno de ver (hay una foto), y de leer. En la foto aparece un matrimonio y sus dos hijas. El cabeza de familia, como se dice, se fue a buscar mujer a Cuba, algo que hacen muchos españoles que consideran Cuba una especie de mercado donde las indígenas son baratas y, con tal de escapar de la isla de los Castro, hacen cualquier sacrificio. Las mujeres que se traen de la isla suelen ser jóvenes y los hombres que pagan (siempre en el fondo de este fenómeno sexual–migratorio hay una transacción), viejos. Suelen verse por la geografía española estas parejas formadas por un viejo y una mulata joven y triste. He conocido alguna de estas mujeres y rezuman una resignación de animalito enjaulado que, imagino, debe ser descendiente de la que experimentaban los esclavos llevados por los negreros españoles (especialmente catalanes) a la colonia caribeña.
Esa España de viejos que van a Cuba a comprar mujeres jóvenes (cierto que muchas veces terminan al final abandonados o desplumados, o ambas cosas, por las indígenas) es uno de los espectáculos más patéticos de la españolidad.
Pero regresemos al artículo. Atentos. Cito de memoria. “La hija pequeña ha aprendido euskera en la escuela, la mayor habla lo fundamental, para defenderse como camarera. La madre ha hecho varios cursos, pero no le da para expresarse en vasco”. Entonces se le pregunta al esposo (72 años): ¿Y qué hablan en casa, castellano? Y este responde: «No, no, euskera, mi esposa no habla, pero entiende”.
La esposa (40 años) no habla euskera, pero es lo único que se habla en casa (según el euskaldún). ¿Cómo se comunica la mujer con el euskaldún y con sus hijas en casa? ¿Por señas? Tal vez. Pero no hay que preocuparse, no seamos negativos, seguro ese estado de cosas, tan de régimen tribal, se debe al loable propósito de mejorar la raza de las indígenas.
¿Qué pasa con la lengua paterna?
Por cierto, qué ha pasado en esa familia con lo de la lengua materna, bodrio de enorme prestigio social. Por qué no se respeta, como es habitual. Las niñas, y la madre, tienen que hablar euskera. Es el único caso, que yo conozca, de prioridad de la lengua paterna. Y me temo que tiene que ver con una percepción colonial.
Lo de la imposición de la lengua materna en España es algo muy curioso. ¿Qué pasa con la lengua paterna? ¿Es que el padre no tiene derecho a que su idioma sea el idioma primario y principal de su hijo? ¿Es que el padre no tiene derecho a evitar que su hijo sea convertido en un patriota tribal, que es lo que hacen, mediante el lavado de cerebro de las lengüitas locales, con los niños españoles nacidos en regiones controladas por regímenes tribales? Digamos el País Etarra, Cataluña, Galicia, etcétera.
En el artículo en cuestión, se habla siempre de castellano, nunca de español, que es lo que hablamos los seiscientos millones de hablantes de español en el mundo, incluida España, como es natural. El castellano es una lengua muerta. Nosotros, los cientos de millones de hablantes de español lo matamos al enriquecerlo y convertirlo en el idioma plástico, moderno y formidable que es hoy. Seguir hablando del castellano cuando se quiere decir español es una concesión a los regímenes tribales, enemigos irreconciliables de la koiné hispana. O, para decirlo con mayor claridad, es una concesión a los enemigos de España.
Y es un paso más en la instauración de un régimen en apariencia democrático, pero en verdad, tribal.