IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Podría repetir el comentario que le hice dos semanas atrás. Solo tendría que cambiar los adjetivos porque ahora deben de ser peores. Las cosas no van bien, no van nada bien. En el frente sanitario los contagios se multiplican y los fallecimientos asoman. En el económico, las cosas van fatal. El comercio anuncia cierres por millares, la mayoría de las industrias no consiguen recuperar su todo vital habitual y todo lo relacionado con el turismo se sume en el desastre con caídas de la demanda inasumibles. El miércoles estuve en Sevilla. La mitad de los comercios y de los bares estaban cerrados y la otra mitad abiertos pero casi desiertos. A primera hora de la tarde, en el aeropuerto había programados siete vuelos, cinco de ellos nacionales. Los turistas habían desaparecido de los incontables recursos turísticos de la ciudad, los guías acompañaban a escasos grupos minúsculos de visitantes nacionales.

No hay confinamiento legal pero los datos sanitarios agravan el confinamiento mental. No hay alegría, hay miedo. No hay movimientos, hay respeto al virus. Consecuencia, no hay demanda y, por lo tanto, no hay actividad. La culpa no es solo del gobierno, los ciudadanos tenemos mucha responsabilidad en lo que ocurre, pues muchos de los comportamientos que seguimos son frívolos, algunos suicidas. Hemos conocido los datos de la recaudación fiscal en el Bizkaia y Gipuzkoa que nos proporcionan un termómetro magnífico de la situación: Caída del PIB cercana al 20%, descenso de la recaudación cercano al 20%. Menos mal que ha llegado el Reino Unido y nos ha arrebatado el puesto de cola en la caída. Hasta ayer, éramos lo últimos de la fila.

Lo malo del gobierno, ahora me refiero al central, es que se preocupa mucho de las consecuencias de la pandemia pero muy poco o nada de sus causas. Su última decisión ha sido proporcionar cobertura a quienes han perdido las ayudas al paro durante la pandemia. Está muy bien, es necesario para «que nadie se quede atrás». Pero ¿cuántas medidas ha adoptado para reanimar la demanda, para empujar la inversión, para fomentar la actividad, para que la mayoría avance y pueda ayudar a los retrasados? Quizás sea debido a la relajación mental del verano, pero no recuerdo muchas. Sí constato la pantomima en que ha resultado el famoso comité de reconstrucción que presidió Patxi López y del que nadie puede extraer una sola conclusión útil y aprovechable.

Termino con la frase de ayer de Kamala Harris, la candidata a la vicepresidencia de los Estados Unidos: «Tenemos que regresar al trabajo, unir a la nación y ganar la batalla por su alma». ¿Vamos bien hacia ese destino?