Reinserción

Afirmar que se sigue negando la calidad política de la sociedad vasca rota violentamente, pero por medios pacíficos, no es reinserción. La petición de perdón personal a las víctimas es algo necesario sin duda, pero queda en el ámbito de lo privado. Se necesita, además, el reconocimiento de los lazos públicos rotos por el asesinato, el reconocimiento de lo que califica a la sociedad como sujeto político, estatuto y constitución.

Cuando todo apunta a que ETA camina rápidamente hacia la derrota, y no hay mejor señal de ello que los movimientos dentro del nacionalismo para posicionarse en el tiempo después de ETA, todas las cuestiones relativas a las víctimas del terrorismo ganan en importancia. Se ha pasado de ignorarlas, de creer que eran un obstáculo inaceptable para la política vasca, a ser muy tenidas en cuenta y también temidas, pues su voz ha adquirido un peso específico en la política vasca.

No son sólo los partidos nacionalistas los que se están posicionando para el tiempo después de ETA. También los presos de ETA lo están haciendo. La pérdida del frente de los presos, la pérdida de la referencia de los presos puede resultar fatal para ETA. Y esa pérdida se aceleraría seguramente si muchos de ellos no estuvieran probando la medicina que ellos han aplicado a otros durante tantos años: el miedo a causa de las amenazas a las que son sometidos ellos y sus familiares.

Existe la percepción de que el Gobierno central está aplicando una política concreta a los presos de ETA, tratando de acelerar el fin de ETA. Esa política, comprensiblemente, ha levantado suspicacias entre las asociaciones de víctimas del terrorismo. Será necesario hablar, en un futuro no muy lejano, de las condiciones mínimas que esa política debe cumplir, no para satisfacer a las asociaciones de víctimas, sino para no caer en errores de épocas anteriores.

Y en este contexto de suspicacias de las asociaciones de víctimas ha resurgido la cuestión de la reinserción. Se levantan voces proclamando el derecho constitucional de los presos a la reinserción, intentando acallar las dudas que las asociaciones de víctimas puedan expresar ante determinados movimientos concretos de acercamiento de presos de ETA hacia Euskadi. Se proclama el derecho constitucional a la reinserción, se defiende ésta como un valor moral superior a la venganza, dando a entender que las asociaciones de víctimas pudieran estar cayendo en la tentación de reclamar venganza.

Pienso que las asociaciones de víctimas sí deberían manejar con mucho cuidado tanto todo lo que afecta a la eliminación de la prescripción, como lo que significa la definición del terrorismo de ETA como genocidio. La prescripción juega un papel demasiado importante en la constitución de la justicia como ruptura del círculo de la venganza tribal, y el genocidio es un concepto demasiado importante como para aplicarlo sin limitaciones, corriendo el riesgo de devaluarlo.

Pero dicho esto, es más que comprensible que las asociaciones de víctimas puedan interpretar la defensa que algunos hacen ahora del derecho a la reinserción como una forma de escapar de la justicia sin la que no puede haber ni memoria ni dignidad, tan reclamadas, con todo derecho, por las asociaciones de víctimas. Porque quienes ahora reclaman el derecho a la reinserción llevan años protestando contra el alejamiento de los presos, cuya motivación estuvo causada precisamente por el deseo de facilitar esa reinserción que resultaba imposible bajo la presión y el control grupal que ETA ejercía con sus presos.

Pero vayamos a lo que realmente importa. Afirmar el derecho a la reinserción significa que el preso ha dejado de estar inserto en algo, que ha roto lo que le mantenía inserto en algo. ¿Qué es ese algo? Se podría contestar que, genéricamente, la sociedad. Pero no todos los delitos son iguales. El que mata en un arrebato de odio, o para robar, o para vengarse por cuestiones privadas, rompe los lazos que constituyen la sociedad. En su caso la reinserción significa el reestablecimiento de los lazos que le sitúan de nuevo en la sociedad, para lo cual se necesita el convencimiento de la sociedad de que el preso ha interiorizado lo que significan esos lazos y su ruptura.

¿Qué es lo que rompe con su asesinato el miembro de ETA que mata a un vecino porque no es suficientemente vasco, porque representa la institucionalización del pluralismo -Estatuto y Constitución-, porque encarna la reforma aprobada por la mayoría de los vascos y no la ruptura revolucionaria? No rompe simple o genéricamente los lazos que constituyen la sociedad, sino que rompe lo que califica a esa sociedad como sociedad política, rompe los valores que constituyen a esa sociedad como sociedad política, como sujeto político, rompe con la gramática que regula la conversación pública de esa sociedad, su convivencia pacífica.

La reinserción en este caso viene definida por la calidad del delito cometido: el preso de ETA que ha roto con la gramática que regula la conversación pública y política de la sociedad vasca y española debe volver a insertarse en esa gramática, debe reinsertarse no en la sociedad simplemente afirmando que está dispuesto a no matar en adelante. No. La reinserción en el caso de los presos de ETA exige la vuelta a insertarse en aquello que rompieron con su asesinato, en lo que constituye la calidad política de la sociedad cuyos lazos políticos, cuyas características políticas, cuyo lenguaje político, cuyas instituciones políticas quebraron por medio del asesinato.

El calificativo de político en todo lo que hace referencia a ETA causa problemas a los nacionalistas, pero también a otros políticos. Aunque la Ley de atención a las víctimas aprobada en la legislatura pasada hable de la necesaria deslegitimación política de ETA, líderes nacionalistas ya le han dado la vuelta a la afirmación diciendo que significa que la violencia terrorista de ETA no posee significado político alguno.

Pero lo contrario es lo correcto: ETA ha matado siempre en nombre de un proyecto político. Y su reinserción debe tener la categoría de reinserción política, de reconocimiento de los lazos políticos que constituyen a la sociedad vasca como sociedad política. Afirmar que se sigue negando la calidad política de la sociedad vasca rota violentamente, pero por medios pacíficos, no es reinserción. La petición de perdón personal a las víctimas familiares es algo necesario sin duda, pero queda en el ámbito de lo privado. Se necesita, además, el reconocimiento de los lazos públicos rotos por el asesinato, el reconocimiento de lo que califica a la sociedad como sujeto político, estatuto y constitución.

Joseba Arregi, EL CORREO, 15/8/2010