El terrorismo y la subcultura de la violencia han mantenido secuestrada y en estado de excepción a la democracia en el País Vasco durante las últimas tres décadas. Su retórica de la paz es pura perversión y sigue a años luz de lo que la sociedad les exige y de la reparación del inmenso daño causado.
ETA ha agraviado a sus víctimas, se ha burlado de la sociedad vasca, ha ridiculizado nuestra democracia constitucional y le ha dicho a su polo soberanista que es ella quien va a seguir llevando la batuta de su circo mediático. Comenzando por esto último y visto el regocijo, perfectamente orquestado, con el que los mentores de su tinglado sociopolítico quieren vendernos la generosidad y responsabilidad histórica de la respuesta de la organización terrorista a las demandas de su movimiento, se puede deducir fácilmente que ETA ha puesto en evidencia que es ella quien manda, que todos comparten los mismos objetivos y que ni unos ni otros están dispuestos a aceptar las reglas de la democracia. No es admisible que alguien que, de verdad, respete el pluralismo de la sociedad vasca y la legitimidad de sus instituciones y procedimientos democráticos pueda sentirse satisfecho con una proclama tan zafia y panfletaria. Acreditada su escasa ingenuidad y su sobrado cinismo, fruto de la subcultura de la violencia sobre la que han construido su movimiento sociopolítico, hemos de pensar que tienen perfectamente medidos y coordinados los pasos de su tinglado político-terrorista. Ambos comparten los mismos análisis, objetivos políticos a medio plazo e intereses estratégicos a largo plazo, aunque se dividan el trabajo táctico. En el corto plazo tiene una necesidad perentoria: estar en las instituciones locales y forales en mayo para volver a chantajear a las instituciones democráticas con sus tácticas antisistema, mientras drenan los recursos que necesitan para seguir intimidando a la sociedad. El juego de las supuestas tensiones entre buitres y halcones está siendo solo una estratagema de ‘agitprop’ mediático y para entretener y movilizar a su desorientada y fatigada base social. La movilización a favor de los terroristas presos (sus rehenes) en Bilbao y lo que allí se proclamó y dijo era el mejor síntoma de lo que se estaba programando. Todo lo tenían perfectamente calculado y publicitado mediáticamente, incluida la cutrez de su fantasmagórica y anacrónica puesta en escena. Y, ahora, pretenden seguir dándole hilo a la cometa y condicionar la agenda política, acaparando la escena mediática a base de hermenéutica de su indecente literatura.
ETA o se engaña a sí misma y sigue viviendo en su burbuja imaginaria, va de farol, intentando pillar algún incauto que le permita cobrar algún rédito político por dejar de matar, extorsionar, intimidar, perseguir y pisotear los derechos y libertades más elementales de la ciudadanía vasca. Es tal su arrogancia e impertinencia, que sigue hablando de «tregua» y «confrontación armada», lo que supone la existencia de una guerra declarada y dos contendientes armados, que meten a la democracia española y al autogobierno vasco en el túnel del tiempo. Solo si confundimos los deseos con la realidad, carecemos de la información suficiente (como sucede con los llamados ‘mediadores’) o caemos en la tentación de pescar en río revuelto, morderemos el anzuelo de su oferta de resolución, deslegitimando gravemente nuestra democracia constitucional y el autogobierno vasco. La mejor verificación es la que siguen haciendo las autoridades judiciales y policiales -españolas y francesas-, y de la que no pueden abdicar los poderes del Estado de derecho. La democracia española caería en el mayor de los ridículos internacionales si prestase la más mínima audiencia o capacidad de interlocución a esta banda de asesinos y dementes o, simplemente, les dejase seguir desplegando su patraña deslegitimadora por cancillerías y organismos internacionales.
Se burlan de la sociedad vasca al suplantarla, erigiéndose en definidores de un conflicto imaginario, en intérpretes de las aspiraciones de Euskal Herria, en garantes de los derechos del Pueblo Vasco y en el actor principal que ha de tutelar la resolución del único conflicto real: el que ellos han impuesto a la sociedad vasca mediante cincuenta años de terror y limpieza étnica. Siguen aferrándose a su definición del conflicto para tratar de justificar, perversamente, su pasado, su presente y, si acaso, su futuro de terror. El verdadero conflicto es el reguero de sangre, odio y destrucción con el que han manchado el buen nombre del País Vasco. Esto último es lo que tiene que condenar Batasuna y de lo que tiene que desengancharse, porque la sociedad vasca no comparte, en absoluto, ni su definición, ni sus soluciones. El terrorismo y su subcultura de la violencia han mantenido secuestrada y en estado de excepción a la democracia en el País Vasco durante las últimas tres décadas, victimizando a la mayor parte de su sociedad e instrumentalizando y chantajeando, no sin ayuda interesada externa, a buena parte de su estructura institucional. Y ésto es lo que quieren seguir haciendo con sus soflamas. Por si fuera poco, estos encapuchados siniestros y sus exégetas y portavoces orgánicos, se burlan del pluralismo vasco cuando pretenden cobrarse un precio político por dejar de aterrorizar y chantajear a la sociedad vasca.
Finalmente, agravian, una vez más, a sus miles y miles de víctimas, de todo tipo, para las que, no solo no tienen una sola palabra de recuerdo o compasión, sino que las siguen engullendo con su apisonadora del conflicto. Queda mucho camino para que, unos y otros, puedan recuperar el crédito social y el reconocimiento político democrático. Su retórica de la paz es pura perversión y sigue a años luz de lo que la sociedad les está exigiendo y de la necesaria reparación del inmenso daño causado. Entre tanto, todos debemos mantener la alerta y estar dispuestos a volver a movilizarnos, unitariamente, a favor de la justicia y dignidad de las víctimas y en una defensa cerrada del pluralismo y los principios democráticos de nuestra Constitución.
(Francisco J. Llera Ramo es catedrático de Ciencia Política en la Universidad del País Vasco y director del Euskobarómetro)
Francisco Llera, EL CORREO, 13/1/2011