Risum teneatis

EL CORREO 19/12/13
J. M. RUIZ SOROA

Si utilizo la clásica expresión latina para decir algo así como «hay que aguantar la carcajada» es para evitar que los nacionalistas catalanes que me lean se ofendan ante mi tosco e imperialista castellano. Pero, realmente, hay que sujetarse fuerte el estómago para no prorrumpir en una risa desenfrenada cuando se lee la fórmula que los partidos catalanes partidarios del ‘derecho a decidir’ han parido (y nunca mejor aplicado este polisémico verbo) para tomar la decisión.
Como habrá escuchado el lector, la fórmula consiste en una doble pregunta, la primera sobre el deseo del votante de poseer un ‘Estado’ propio (sea lo que sea un ‘Estado’) y la segunda sobre su deseo de que ese ‘Estado’ sea independiente. Lo más llamativo de esta duplicidad de preguntas es que, según sus organizadores, a la segunda sólo acceden quienes hayan votado afirmativamente a la primera.
Recordarán los lectores por anteriores artículos sobre el tema que, si en algo existe hoy en día consenso democrático en Quebec o en Escocia, en Canadá o en el Reino Unido, es que la fórmula de la pregunta sobre la independencia debe ser «clara», de manera que constituya un ‘fair test’ de la existencia de una ‘decisive expression’ de la opinión de la sociedad consultada sobre la independencia.
Bueno, pues los nacionalistas catalanes, después de estudiar este acervo común de democracia, parece que han decidido tirar por la calle de la trampa y el falseamiento. Hasta el punto en que no dudo que su fórmula de preguntas pasará al ‘Guinness de los falseamientos electorales’, tal como pasó en EE UU el famoso gobernador Elbridge Gerry y su ‘gerrymandering’.
¿No lo creen? Pues vean una aplicación realista del sistema catalán: supongamos que en la votación hay una abstención del 30%, y que el 70% de votantes se divide ante la primera pregunta en un 70% a favor de un Estado propio y un 30% en contra. A la segunda votación pasa sólo ese 70% favorable, y se divide entre un 70% a favor de la independencia y un 30% en contra. Son resultados todos ellos dentro de lo razonable.
Pues bien, según el Guinness catalán, la opción independentista ha ganado la consulta por mayoría clara y contundente, nada menos que un 70% contra un 30%.
Sin embargo, según cualquier cálculo objetivo, los votantes contrarios a la independencia son nada menos que el 51% (el 30% que votó ‘no’ al Estado más el 21% (30%/70) que votó ‘no a la independencia’, y los favorables a la independencia han perdido, pues son sólo el 49% (70%/70%).
La cuestión roza el puro surrealismo si hacemos el cómputo sobre el censo completo, no sobre los votantes, como parece obligado en un referéndum sobre cuestión tan seria. Porque en ese caso han votado a favor de la independencia sólo el 34,30% de los catalanes, mientras que el 65,70% no ha votado por la independencia. Pero han ganado los primeros.
Lo dicho, aguantemos la carcajada para no añadir la ofensa de la risa al expolio, el genocidio y el robo que hemos practicado durante siglos los españoles con ellos. Pobres.