- Amigo de los visitadores de la Moncloa y compañero de ocio del presidente, el habilidoso emprendedor sevillano se ha convertido en el empresario de moda, el favorito del poder
Gasta melenilla rubia y flequillo al viento como el juez Pedraz. Emparejado con una popular dama, suele aparecer en los medios de las celebrities como el juez Pedraz. Se pasea jovialmente por el candelero de la fama y frecuenta estrenos, veladas, partys y soirées del demi-monde, como el juez Pedraz. Ahí acaban los parecidos y comienza la increíble historia de la vertiginosa ascensión hacia la cúspide del gotha financiero de un empresario que, en pocos años, se ha convertido en uno de los más hábiles escaladores en el panorama político, económico y social del momento. Se llama Rosauro Varo, (Sevilla, 43 años) es hijo de diputada del PSOE y olfatea como muy pocos los meandros por los que se toca la peana del poder. Dicen que es audaz en la negociación, persistente en el empeño, obstinado en los objetivos y tiene a su favor un factor determinante que le da acceso al club de los elegidos para la pasta. Forma parte del riñón de amistades de Pedro Sánchez. Y ahí se acabó el misterio, la magia y el milagro. Y arranca la aventura del que se convertirá en el nuevo rey de la noche.
La discoteca Pachá, templo de la marcha chic, paraíso primigenio de hippies adinerados y snobs con pretensiones, a la que acabamos de obsequiar 18 millones euros procedentes de las arcas públicas
La mitomanía es un preciado culto que practican quienes apenas sintonizan con la verdad, o que, sencillamente, la consideran tan pobretona que optan por desmadrarla. El miembro de un Gobierno de Felipe González llegó a asegurar, en antológica definición, que un ministro es un ‘bien de Estado‘. El simpar Butragueño, héroe de su quinta, calificó a su su jefe Florentino de ‘ser superior‘. Ahora el BOE acaba de elevar a la categoría de ‘empresa estratégica’ al más clásico y aquilatado boliche de pijos, la discoteca Pachá, templo de la marcha chic, paraíso primigenio de hippies adinerados y snobs con pretensiones, a la que acabamos de obsequiar 18 millones euros procedentes de las arcas públicas. No es que Pachá no se merezca homenajes y honores en su condición de símbolo cosmopolita y adlib, en la España tristona, canija, cejijunta y gris del tardofranquismo. El problema es que, mitomanías al margen, resulta algo complicado encajar en el concepto administrativo de ‘estratégico‘ a un negocio donde se bebe, se baila y se practican otras aficiones estimulantes, sin cuya existencia, evidentemente, un país puede seguir adelante sin mayores contratiempos.
Tal ‘rescate’ acaba de consumarse, entre el silencio de los borregos, el mutismo de los políticos, el aplauso de los empresarios y la aparente complacencia de la oposición. El Gobierno le regala 18 millones de euros a un dancing venido a menos y nadie pestañea. Al menos, los 53 millones otorgados a Plus Ultra, la compañía aérea de los amigos de Maduro y de los amigos de los amigos de Zapatero, acabaron en los tribunales que ya se verá. Lo de Pachá, oasis ibicenco de fiestones y nostalgias, meretrices y macarras, no ha levantado siquiera un mínimo reproche. La juventud baila.
O sea que Sánchez acaba de dedicar casi una veintena de millones para salvar Pachá y, de este modo, engrasar el futuro negocio hostelero del señor Varo y sus colegas
El truco de la sorprendente jugada se conoció días después, tal y como referenciaba Cacho en su pieza del domingo y tiene por nombre el admirable Rosauro Varo, quien, semanas antes de se concediera la pastizara pública, había llegado a un acuerdo con la empresa de la disco para montar el futuro complejo de ocio más lujoso del Mediterráneo y alrededores con sede en Marbella. O sea que Sánchez acaba de dedicar casi una veintena de millones para salvar Pachá y, de este modo, engrasar el futuro negocio del señor Varo y sus colegas. Todo muy ‘estratégico’ como se ve. Una iniciativa imprescindible para el desarrollo del sector hostelero de nuestro país, en un momento en el que tiemblan todos los números, se tambalean las previsiones, se vienen abajo las pymes, quiebran los negocios, la inflación anda por el 6,7 %, el déficit por el 11, las deuda revienta récords mundiales y se anuncia la llegada de una tromba de nubarrones que va a dejar para el arrastre el mustio y hasta famélico panorama económico nacional.
Rosauro es el hombre, es el golden boy del momento, el chico de oro que arrancó su trayectoria profesional con movidillas menores en su Sevilla natal y saltó luego a las plazas grandes, encabalgado en el pelotazo de Pepephone y en las ‘cucharachas’ de las ATC, y de ahí, ayudado por su madre la diputada, la cohorte socialista y, muy especialmente, por su amistad con Sánchez and friends, con quienes corretea por los jardines monclovitas y disfruta momentos de relax y confidencias, se ha convertido en uno de los niños mimados de la Moncloa. Respaldado por uno de más poderosos y ocultos padrinos de los medios, se ha mimetizado con el clan de ‘los visitadores’ de la Moncloa, los Migueles Barroso y Contreras, la Sexta y El País, Prisa, Acciona, Telefónica y lo que caiga.
En algunas democracias, por menos, hay políticos que dimiten y algunos hasta dan con sus huesos en prisión. Aquí, superados los principios del derecho romano, nos hemos sumergido de hoz y coz en el patio de Monipodio y la cueva de Alí Babá
Quizás no habría necesitado este empujón del Gobierno, esta carretada de millones para poner en marcha su futuro edén marbellí. Es sector que conoce y domina. Pero así le resultará más sencillo. Nada como iniciar un proyecto con dinero público, o sea, ‘de nadie’. El maravilloso capitalismo de amiguetes, especialidad en la que nuestro país figura a la cabeza de Europa. En algunas democracias, por menos hay políticos que dimiten y hasta algunos ingresan en prisión. Aquí, dinamitados los principios del derecho romano, nos hemos sumergido de hoz y coz entre el patio de Monipodio y a la cueva de Alí Babá. La millonaria deferencia del Gobierno para con la compañía del señor Varo coincide con el tenebroso arranque del ejercicio económico anual, que viene acompañado de una serie de tormentos y penalidades para los contribuyentes, esa torturada clase media a la que Sánchez disfruta apretándole el dogal, M.J.Montero esquilmándole el bolsillo y Calviño burlándose en su cara.
Así viene la mano, desbordada de impuestos y rapiña. Suben las cuotas de los autónomos entre 96 y 230 euros, la jubilación se atrasa a los 66,2 años, los precios de la luz y el gas proseguirán su escalofriante escalada todo el año, al igual que la cesta de la compra, aumentan los peajes de autopistas, más impuestos a planes de pensiones, sociedades, matriculación de automóviles y hasta el sube un 7% el precio de los modestos sellos de Correos. ¿Alguna partida sin retocar? ¿Algún rubro sin erizar? Ni un instante de tregua, ni un minuto para recobrar el aliento. El asalto al maltratado contribuyente resulta de una ferocidad sádica. Pero chitón. Pónganse las mascarillas y a callar, que viene la séptima. Y no de caballería precisamente
La ‘España del pelotazo’ de Felipe González resultó insuperable. Recuerden, éramos el país de Europa «donde resultaba más fácil hacerse rico», según proclamaba Carlos Solchaga. Ahora estamos en »la España de Pachá’
Son tiempos para escaladores intrépidos como el señor Varo, el joven y brillante sevillano que decidió abrirse un camino en el mundo del bussines y encontró amparo en la familia socialista, donde todo contacto con la ética se escupe, donde todo principio moral huelga. La España del pelotazo de Felipe González resultó insuperable. Recuerden, éramos el país de Europa «donde resultaba más fácil hacerse rico», según proclamaba Carlos Solchaga. .
Ahora estamos en otra pantalla, en la España de los Rosauros y Pachá, los amigos del presidente, los visitadores de la Moncloa. Algo diferente pero con el sello inconfundible de la casa. Allá donde se instala el socialismo emergen charcas fangosas que derivan inevitablemente en corrupción y pobreza. Antes, cuando González, había al menos algunos medios independientes que denunciaban las fechorías, que señalaban a los rateros que movían a la Justicia. Ahora es Sánchez quien elige a los periodistas que le hacen las preguntas y luego, entre algunas quejas gallináceas del gremio, se larga a Quintos de Mora con su pandi, tan pancho, a disfrutar las Navidades. Posiblemente asista en su momento a la inauguración del supercomplejo luxus del señor Varo, ya se sabe, esa empresa ‘estratégica’ donde las haya. Y, posiblemente también, lo haga a bordo de nuestro Falcon. Y desde el aire, seguirá carcajeándose de cuanto se extiende bajo sus alas, como hasta ahora. Un país inerme, anestesiado, atontolinado y algo tirando a bobo.