Alberto Ayala-El Correo

El intento de investidura de Alberto Núñez Feijóo llega a su fin. Y, salvo sorpresa mayúscula, se cierra con el fracaso esperado. El líder del PP no será el nuevo inquilino de Moncloa; seguirá de líder de la oposición. Lo previsto.

Pero la tentativa –y la concentración del domingo en ese Madrid de Ayuso– no ha sido en vano. Ha servido para que la desunida familia popular recuerde su triunfo en las urnas, aunque no con la mayoría que soñaba para apear del poder a Sánchez. Y para cerrar temporalmente cualquier duda sobre quien va a seguir liderando el partido. Por ahora.

Feijóo ha demostrado en la tribuna del Congreso ser el avezado político que cabe esperar de su dilatadísima trayectoria. En sus discursos y, aún mejor, en sus réplicas. Pese a su ya enfermiza obsesión por colar una y otra vez datos falsos, fácilmente comprobables. Hoy las distintas familias del PP se muestran públicamente contentas con la actuación del jefe. Aunque el sector más progresista no oculte en privado su deseo de que el partido deje de mostrarse tan próximo a la ultraderecha como lo ha hecho Feijóo estos días, tal vez por el apoyo gratuito que le ha regalado Vox.

Toca cambiar de pantalla, que se dice ahora. Llega la hora de Pedro Sánchez tras su estratégico silencio en el Pleno de investidura. Comprensible para no tener que dar explicaciones anticipadas de nada, pero toda una exhibición de mal hacer parlamentario, que ahonda el descrédito de la política española. Casi todos damos por hecho que Sánchez será presidente si, una vez más, hace lo contrario de lo que prometía hace sólo dos meses y concede una amnistía –que no se llamará así, ya verán– a los cientos de procesados por saltarse la ley durante el fallido ‘procés’. La pregunta es: ¿Y qué más? Qué más concesiones hará Sánchez a nacionalistas, soberanistas e independentistas. Y qué más incluirá en su programa de Gobierno para justificar para qué quiere presidir un nuevo Gobierno de izquierdas por el tiempo que logre sobrevivir.

La concesión de una amnistía así, incomprensible sin las urgencias políticas que aquejan al PSOE y a Sumar, e injustificable desde el respeto a la legalidad de la que nos hemos dotado en este país tras la larga noche de la dictadura, costará muchos muchos puntos de intención de voto a las izquierdas. Algo determinante si el castillo termina cayéndose y hay que ir de nuevo a las urnas porque los ‘indepes’ exigen también una autodeterminación del todo inasumible. Menos si tenemos legislatura.

En julio, Sánchez salvó los muebles porque a última hora se produjo una notable movilización de jóvenes, mujeres y mayores temerosos de las posibles políticas de Feijóo y contentos con el paraguas social desplegado por el Gobierno de izquierdas. PSOE y Sumar necesitarán tiempo para intentar repetir esas mismas políticas –veremos con qué recursos–, y que la próxima cita electoral se repita esa misma movilización social en su favor.

Ardo en deseos de conocer el contenido completo de la mochila con la que Sánchez quiere repetir en Moncloa.