Pedro Sánchez está empezando a barruntarse que algo no funciona como debería en su estrategia de campaña. Es una cuestión que podrían aclararle multitud de ciudadanos: lo que no funciona es él. Cada paso que parece inspirado en el legendario caminar del pato patagónico: una pisada, una cagada, otra pisada, otra cagada. Y así sucesivamente.
Recordemos la esperanza con que el presidente del Gobierno consideraba que la p residencia de turno de la Unión Europea iba a ser un baño de popularidad para el candidato socialista. De momento se resumió en dos ausencias en campaña, la que le llevó a viajar a Lituania a una cumbre de la OTAN mientras mascullaba el acre sabor de la derrota en el cara a cara y la que le llevará el martes y el miércoles a una cumbre de la Unión Europea en Bruselas.
No cuesta demasiado trabajo imaginarse el regocijo con que el sanchismo más reconcentrentado acogió la buena nueva de que las elecciones iban a celebrarse el 23 de julio. Las almas más simples consideraban que las derechas se abstendrían, en parte por dejadez y en parte por el calor.
La cosa no funciona y eso es algo que están empezando a percibir con claridad los socialistas menos cazurros, que ya no deben de ser muchos. Ninguna de las estrategias puestas en marcha por el torpe que gobierna (es un decir) la Moncloa, está dando resultado. Debería haber convocado los comicios para cinco días antes, el 18 de julio. No es que históricamente les haya dado muy buenos resultados el recurso a las fechas señaladas; recuerden aquellas generales que convocó Zapatero para el 20 de noviembre de 2011. El resultado fue la mayoría absoluta más apabullante que haya tenido nunca el PP, pero no se cansan de intentarlo. A Zapatero le dio apuro poner su cara a la derrota y puso en su lugar de candidato al pobre Rubalcaba que obtuvo los resultados más pobres de la historia del PSOE hasta entonces: 110 escaños, aunque luego llegó Sánchez para dejarlos primero en 90 y después en 85.
No funciona él, pero es que además, como diría George Lakoff, aquel gurú progre de Berkeley, autor del libro ‘No pienses en un elefante’, que Pepiño Blnaco y Torres Mora declararon de obligatoria lectura en julio de 2007, le falla el marco. La ventaja del pensamiento conservador estaba en el marco, al que no podían sustraerse los buenos progresistas. Ahora pasa algo parecido. Sánchez quiere imponer el marco de los pactos con Vox (35 veces lo citó Sánchez en el debate) pero la gente está con lo del voto por correo y el ‘que te vote Txapote’, el eslogan político más eficaz de nuestra democracia. Txapote asesinó a Miguel Angel Blanco so pretexto de que no habían acercado a Euskadi a sus colegas presos, años antes de que fuese él el acercado.
Feijóo desactivó con habilidad los reproches de Sánchez, aunque en rigor no habría tenido necesidad, viniendo la crítica del tipo que ha pactado con batasunos vascos, golpistas catalanes y anticonstitucionalistas varios. La propuesta de firmar un compromiso, que Feijóo rubricó spor adelantado es una bula para negociar con Vox cuando lo necesite.