ESTEFANIA MOLINA-EL CONFIDENCIAL
- De Sánchez se suele decir que se mueve por afán de supervivencia, algo que podría aplicar a los asuntos diarios pero en ningún caso para las líneas maestras de su estrategia política
De Pedro Sánchez se suele decir que solo se mueve por el afán de supervivencia inmediata, algo que podría aplicar a los asuntos diarios pero en ningún caso para las líneas maestras de su estrategia política, que lleva meses engrasándose para que reedite una segunda legislatura cuando esta termine, una vez amarrados los Presupuestos Generales del Estado. Prueba de ello es hasta qué punto el presidente del Gobierno ha quemado las naves en Cataluña enviando a elecciones al ministro de Sanidad, Salvador Illa, a las puertas de la tercera ola de la pandemia. Tal vez no tanto porque Illa tenga opciones reales de ganar, sino porque convertir al PSC en clave para la gobernabilidad catalana es una importante garantía de que el plan estatal, de permanecer más allá de esta legislatura, no se vaya a pique.
Eso es así porque el principal objetivo de Sánchez en una Cataluña destensada son los réditos que ello le procura en el Congreso a corto plazo –una ERC proclive a los acuerdos–, pero todavía más en el largo plazo a medida que la economía se convierte en la prueba de fuego que podría hacer tambalear los apoyos de los republicanos al Gobierno de coalición. Acaso apoyaría Esquerra un plan de ajustes si vienen mal dadas, o Bildu, o el propio Pablo Iglesias, que tendría que seguir haciendo de Gobierno y oposición, como es habitual en Podemos.
Sin embargo, la posibilidad del “Tripartit” 3.0 –que en una hipótesis ideal pasaría por el acuerdo de Esquerra Republicana y Comunes apoyado desde fuera por el PSC– sería lo más conveniente para que Sánchez atenace a ERC definitivamente. Eso es así porque si el PSC llegara a convertirse en llave de la gobernabilidad en Cataluña, ERC entraría en un callejón sin salida. Es decir, que si decidiera dejar tirado al PSOE en el Congreso, podría recibir su castigo como contrapartida en la Generalitat: el PSC podría dejar tranquilamente caer al Govern y JxCAT se merendaría a sus socios en unos sobrevenidos comicios.
Muestra de que no es tan descabellada la entente ERC-Comunes es que esta semana se sabía que Pere Aragonés propondría “formar parte del Govern” a Junts, PDeCAT, CUP y Comunes si gana. CUP no aceptaría, y JxCat-Comunes son como el agua y el aceite para estar en un gobierno. Alguno de los dos caería del pacto probablemente. La elección de Illa frente a Miquel Iceta, además, se considera en los círculos soberanistas una apuesta por un entendimiento con ERC por la mejor relación del primero con el independentismo.
Así las cosas, la hipótesis de fondo es que Cataluña es ya el salvoconducto para que Sánchez gobierne otra legislatura más. En primer lugar, por los escenarios electorales sucesivos. Pasa que si la legislatura catalana se estabiliza y las futuras elecciones catalanas fueran dentro de cuatro años, aún habría unos comicios estatales antes. Es decir, unos nuevos comicios donde la izquierda volvería a tener ventaja respecto a la derecha, aun si PSOE o Unidas Podemos retrocedieran electoralmente. Es la teoría que expliqué hace meses sobre las cuotas de poder que ofrecen los partidos plurinacionales. Esto es, que aferrarse a fuerzas como ERC, PNV o Bildu es una potente vía para que Sánchez-Iglesias se mantengan en el poder, ya que el Partido Popular no tiene ya un equivalente en la otrora CiU –ahora JxCAT. Es decir, que se lo juega todo a la carta de un Ciudadanos decrépito y Vox.
En segundo lugar, porque Cataluña es otro de los bastiones clave para garantizar la hegemonía socialista. Eso es así porque la revitalización del PSOE como partido político hace tiempo que no se nutre tanto de sus opciones de ganar en territorios como este, Galicia o Euskadi, sino del dominio político que se puedan garantizar los socialistas en dichos gobiernos, a través de las cuotas de influencia. En el resto de regiones, a los barones les funciona, de hecho, actuar de contrapunto a la cercanía de Moncloa con el soberanismo –como las mayorías absolutas de Page y Vara en Castilla-La Mancha y Extremadura. En un último grupo como Navarra, los independentistas son clave para impedir el dominio de la derecha.
Por último, porque revitalizar al PSC con gestos amables al soberanismo tendría su tributo en unas elecciones generales. Entre las elecciones del 28 de abril de 2019 y las elecciones del 10 de noviembre de 2019, el PSC perdió 150.000 votos. La diferencia: Sánchez hizo la “campaña patriótica” de mano dura, que no les funcionó a los socialistas catalanes.
A la postre, Sánchez se guarda un valioso as en la manga, en el caso de que ERC ganase las elecciones y pudiese elegir entre JxCat y Comunes –arruinando en el primer caso los beneficios para el PSOE. Ese as son los indultos. Es curioso de qué forma se ha colado en el debate público el rumor sobre que estos podrían estar condicionados a algún escenario electoral. Sea parte de la estrategia o no, la realidad es que varios sondeos habían demostrado que los republicanos podrían encontrarse en esa peliaguda tesitura de elegir y de alguna forma deberían vender al electorado la vía posibilista tácita con el PSC.
Sin embargo, el plan presenta fisuras desde el punto en que el escenario sigue abierto en Cataluña. El elevado número de indecisos entre el independentismo –fruto de la frustración de las bases porque su hoja de ruta fracasó en 2017– no permite cantar victoria a ERC. Los ‘junteros’ no tienen otro mantra que el mito del 1-O, generando expectativas imposibles, sumado a que la desmovilización del independentismo los penaliza. Pese a ello, se ha instalado demasiado ya en el imaginario de esos comicios la idea del Tripartit, algo que hace la campaña larga a ERC.
Con todo, si JxCat ganase o la vía de las izquierdas no sumase, los republicanos volverían a supeditarse al partido de Carles Puigdemont. Así saltaría por los aires la posibilidad en el medio plazo de que Cataluña regresara a los foros autonómicos a negociar, por ejemplo, una nueva financiación o a procurar un nuevo acuerdo político, como un Estatut o similar que zanjara por un tiempo la crispación en Cataluña. De un lado, no es de esperar que ERC se vaya a descolgar de inmediato de su apoyo en el Congreso al PSOE. Sin embargo, tener a un perfil tan ideologizado como el de Laura Borràs al frente de la Generalitat complicaría mucho la vía posibilista de Oriol Junqueras y eso abocaría a un escenario muy incierto y a mantener la parálisis de hasta ahora en Cataluña. Quién sabe qué sentido tendrían ahí los indultos o la vía de gestos amables con la Generalitat.
Es por eso que las elecciones del 14-F trascienden más allá de la legislatura presente. Aunque en la actual, convertir a Illa en diputado autonómico es también una forma de pasar página para Sánchez de la pandemia. El único ‘win’ seguro del ‘win-win‘ que Sánchez se juega en Cataluña para reeditar en las siguientes elecciones generales, que serán algún día.