ABC-LUIS VENTOSO
Un partido que sonríe a Bildu levanta cordones sanitarios a los demás
POR sincerarnos. Desde mi modesto punto de vista, más que falible, creo que los tuttifruttis de siglas a la italiana no nos están sentando nada bien y que las grandes democracias funcionan mejor con un gran partido conservador, un gran partido de izquierda moderada y, acaso, un partido liberal operando como bisagra. Considero también que el gran éxito de Fraga fue unir al conservadurismo español bajo un único paraguas, y me temo que partir su tela en tres cachitos no ha sido una gran idea, pues en la práctica solo contribuye a facilitarle la vida a un frente socialista-nacionalista que puede poner en jaque la propia continuidad de la nación. Además, uno de los tres partidos del supuesto triunvirato de derechas, Ciudadanos, en realidad no es tal, pues su ideología de goma le permite apoyar también al PSOE. Rivera, que hoy abomina de Sánchez, suscribió en su día un acuerdo para investirlo cuando Rajoy acababa de ganar claramente las elecciones, y también alardea de regeneración en Andalucía cuando ha sostenido al PSOE de los ERE durante una legislatura.
Estimo también que la oferta programática de Casado cubre sobradamente los anhelos de un votante conservador medio, pues está haciendo una oposición férrea al sanchismo y ha recuperado unos principios que el tándem Mariano-Soraya habían escondido en el armario en nombre de un pragmatismo sin alma, que ayudó a abonar la semilla de Vox. Por último, entiendo perfectamente el voto al partido de Abascal, que es el de personas muy hartas de que se juegue con la unidad de la nación, saturadas de pasar por el peaje de los nacionalistas, preocupadas por la inmigración descontrolada y deseosas de que el Estado central recupere competencias en materias clave para armar una nación, como la educación y la justicia. Pero también creo que Vox es un voto de desahogo poco práctico, pues en realidad se trata de un partido muy verde, con mucho menos personal cualificado, pensamiento e implantación que el PP, y que a veces esgrime una mala relación con lo posible. El mejor servicio que podrían hacer a España sería reunificar la gran casa de la derecha (Abascal no deja de ser un señor del PP enfadado con el marianismo, que aparcando su ego podría retornar sin problemas a su hogar original). Por último, me parece hiperbólico tachar a Vox de partido ultra o fascista, y más viniendo de los auténticos enemigos de España y su democracia, como Podemos, que directamente aboga por derribar la monarquía y el orden constitucional («el régimen del 78»); los separatistas catalanes y Bildu, partido moralmente despreciable, pues encarna la herencia política de ETA.
Resulta un sarcasmo ver a Sánchez satanizando con dignidad impostada a Vox, que defiende la unidad de España, nuestra democracia y nuestra Monarquía, mientras la secretaria general de su partido en el País Vasco brinda muy sonriente con Otegui, o él lisonjea a un xenófobo como Torra, al que llamaba «el Le Pen español», para intentar que le vise los presupuestos de ayer y seguir viajando en Falcon, al precio que sea y con los peores socios posibles. Ay, cuánta hipocresía.