ISABEL SAN SEBASTIÁN-ABC

  • Todo por la pasta, violadores a la calle y a vivir, que son dos días los que faltan para el desalojo

El regalo del Gobierno a los depredadores sexuales, más conocido como «ley del solo sí es sí», dibuja un retrato de Frankenstein que deja al PSOE y Podemos con las vergüenzas al aire, exhibiendo de manera obscena sus peores miserias: inepcia, soberbia, fanatismo, cobardía, ambición desmedida de poder y de estipendio, desprecio por esa ‘gente’ a la que dicen representar, falsedad, mentira.

Protagoniza ese cuadro un Pedro Sánchez fuerte con el débil y débil con el fuerte, cuyas piernas tiemblan ante cualquiera que pueda amenazar su poltrona, como dijo acertadamente su ministra, Jone Belarra. ¡Su poltrona, ojo! No la Constitución, España o la más elemental razón. Todo eso está dispuesto a ceder sin pestañear, siempre que obtenga a cambio una dosis del poder que actúa en él como una droga. Un Pedro Sánchez que aplaudió en su día la aprobación de ese engendro dizque «feminista», asegurando que se convertiría en referente internacional, bien porque realmente creía en su bondad, bien porque no se atrevió a contrariar a su autora. La primera opción certificaría no solo su profunda ignorancia, sino la de la legión de asesores que pagamos de nuestros bolsillos y no cobran por demostrar sus conocimientos, sino por ser «amigos de» y manejar con talento el incensario de la Moncloa. La segunda demostraría una vez más su capacidad de aceptación de cualquier chantaje, por repugnante que sea, con tal de seguir mandando. ¿Qué importan unos delincuentes más? Quien ha soltado por la puerta de atrás a sanguinarios terroristas de ETA e indultado a los golpistas catalanes no puede lamentar demasiado la excarcelación de agresores y pedófilos, hasta que las encuestas ponen de relieve la indignación de los ciudadanos ante este desfile de escoria humana excarcelada prematuramente en virtud de una chapuza legal de efectos irreparables.

En segundo plano aparece una Irene Montero cada día más exaltada, convencida de haber nacido para redimirnos a todas del yugo heteropatriarcal bajo el cual languidecíamos hasta su llegada al mundo político. Una Irene Montero henchida de altivez y rodeada de una corte de aduladoras generosamente retribuidas, a la que pusieron un Ministerio, tan costoso como inútil, como parte del botín obtenido por Iglesias a cambio de dar su plácet a la investidura de Sánchez. Una Irene Montero ferviente defensora de su bodrio, víctima según ella de la interpretación prevaricadora de jueces y juezas machistas.

Una Irene Montero decidida, no obstante, a transigir con los cambios que imponga «el socio mayoritario», porque lo primero es lo primero y ni en sus sueños más audaces se había imaginado nunca contemplar semejante nómina al final de cada mes. Todo por la pasta, violadores a la calle y a vivir, que son dos días los que faltan para el desalojo.