Sánchez y Rivera ocupan el centro y dejan al PP en difícil posición

EL MUNDO – 25/02/16 – EDITORIAL

· Bajo El abrazo, el simbólico cuadro de Juan Genovés, Pedro Sánchez y Albert Rivera comparecieron ayer para explicar el acuerdo suscrito entre PSOE y Ciudadanos, cerrado en la madrugada de ayer.

Es un documento de 66 páginas que contiene un programa de Gobierno de corte claramente moderado y centrista en el que se asumen postulados básicos como la unidad de España, la igualdad de los ciudadanos, la lucha contra la corrupción y la estabilidad presupuestaria dentro de las exigencias que supone estar en la zona euro. Es, por tanto, un texto perfectamente asumible por el PP en casi un 90% y, que por el contrario, suscitó una inmediata reacción de Podemos, que decidió romper las negociaciones con el PSOE y procedió a anunciar que votará no a la investidura de Sánchez.

La primera virtualidad de este acuerdo de investidura y también de legislatura, como subrayaron sus dos firmantes, es que ha servido para despejar el panorama político al situar a Podemos donde siempre ha estado: en una posición anti-sistema que aspira a hacerse con el poder para crear un nuevo modelo de Estado con una economía intervenida.

La indignación de Iglesias y los suyos es comprensible porque Sánchez le ha desdeñado y ha optado por intentar ocupar el espacio de centro y reformista, abandonando las viejas veleidades radicales que todavía restan en un pequeño sector del PSOE. Para ello, ha elegido como socio a Albert Rivera, que ha sido el verdadero artífice del acuerdo al lograr que los socialistas aceptaran un programa económico que no difiere mucho de lo que ha venido haciendo el PP hasta ahora, con la excepción de poner fin a los recortes sociales. Se nota la mano de Luis Garicano en la redacción del acuerdo, con innovaciones como el sistema de seguro contra el despido, el contrato estable con indemnizaciones crecientes o la renta complementaria a los trabajadores con muy bajos ingresos.

Especialmente satisfactorio es el paquete de medidas de lucha contra la corrupción, que incluye muchos de los aspectos que hemos propugnado en este periódico en materia de incompatibilidades, transparencia, aforamientos y otros asuntos. Ambos partidos se comprometen a proceder al cese de altos cargos, parlamentarios y concejales en el momento de apertura de juicio oral, lo que nos parece correcto por higiene democrática aunque podían haber ido más lejos.

El documento propone también un Pacto por la Educación, una iniciativa que resulta ineludible, y la suspensión parcial de la Lomce, lo que nos parece un error porque una ley se cambia con otra ley. Hay también dos normas del PP que serán derogadas, según las palabras de Sánchez: la llamada ley mordaza y la figura de la prisión permanente. Ambas nacieron bajo el signo de la polémica. Creemos que es acertada su revisión si existe una mayoría parlamentaria.

Hay un capítulo que nos parece muy insatisfactorio, que es el referente a la Justicia. Y ello porque PSOE y Ciudadanos hablan de despolitizar la acción de los tribunales, pero no incluyen el cambio del procedimiento de elección de los miembros del CGPJ, que es la causa del problema.

También hay que hacer referencia al punto esencial de que ambas formaciones «se oponen a todo intento de impulsar la autodeterminación en cualquier territorio de España», un compromiso que despeja cualquier duda sobre la posición de Sánchez.

A pesar de ello, la reacción de numerosos dirigentes del PP –y del propio Rajoy poco antes del anuncio– fue de absoluto rechazo al pacto, subrayando que es un brindis al sol porque Sánchez carece de posibilidades de ser investido. De forma muy significativa, los líderes del PP arremetieron contra Albert Rivera, al que acusan de «fraude» al considerar que el acuerdo es un engaño a su electorado.

Pero ningún representante del PP entró a analizar a fondo el contenido del pacto y ello es explicable porque sus planteamientos, con algunas excepciones, son perfectamente asumibles por el partido de Génova.

Rajoy y su grupo parlamentario se van a ver abocados a tener que votar que no a una investidura con unas propuestas que podrían haber sido las suyas en lo esencial y que, sobre todo, comparten sus votantes, tranquilizados por un acuerdo que aleja a Podemos de cualquier posibilidad de gobernar.

Ahora queda más claro que nunca que Rajoy se equivocó al no aceptar el reto de intentar formar Gobierno porque ello le hubiera permitido tomar la iniciativa política y presentar una oferta al PSOE y Ciudadanos muy parecida a ésta. Sería entonces Sánchez quien tendría que explicar los motivos de su negativa a no apoyar un programa reformista.

Aunque es evidente que el PP se va a mantener en el no a Sánchez y que Rajoy puede seguir argumentando que su partido ha sido el más votado y que tiene mayor legitimidad que el PSOE para gobernar, lo cual es cierto, no será fácil explicar a los españoles por qué no se suma a un programa que reúne casi todos los requisitos para sacar adelante a este país.

EL MUNDO – 25/02/16 – EDITORIAL