Sanfermines

JON JUARISTI – ABC – 09/07/17

Jon Juaristi
Jon Juaristi

· En Navarra, la ikurriña actualiza su inevitable condición de símbolo separatista.

El editorial de «El País» del pasado viernes, 7 de julio, San Fermín (a Pamplona hemos de ir), reprueba al alcalde de la capital navarra, Joseba Asirón, por su decisión de izar la ikurriña en el balcón del Ayuntamiento para solemnizar el acto del chupinazo, junto a la enseña nacional, la del Viejo Reino y la de la Unión Europea. Tras advertir que hay abundante jurisprudencia contraria a que las instituciones autonómicas enarbolen símbolos de territorios ajenos (jurisprudencia que el Gobierno y su delegada en Navarra se han abstenido de esgrimir públicamente), el mencionado editorial alega que «en este caso, además, está el agravante de que la ikurriña simboliza una determinada causa política, y una institución pública, que debe velar por el interés general, debería abstenerse de tomar partido con el uso de símbolos que tienen tanta carga política y emocional».

Está bien que «El País» se pronuncie en estos términos, aunque eluda mentar directamente la bicha. La «determinada causa política» no puede ser otra que el nacionalismo vasco. Para eso se creó la llamada ikurriña, para eso la diseñaron los hermanos Luis y Sabino Arana Goiri, inventores asimismo del término ikurriña (un neologismo ajeno al vocabulario patrimonial del vascuence) y del término Euskadi (Euzkadi en su grafía original), que designaba el proyecto secesionista de los susodichos hermanos y de sus secuaces bizkaitarras.

Tal proyecto secesionista se puede aparcar provisionalmente (o ponerse en stand-by) por motivos tácticos, pero el nacionalismo vasco nunca lo dará por cancelado, porque no es que sea un rasgo importante de su identidad, sino su identidad misma. Sólo es nacionalista vasco quien aspira a la independencia de Euskadi. La extensión semántica de este término ha ido cambiando con el tiempo en relación con su referente territorial. Para los hermanos Arana Goiri sólo se identificaría con Vizcaya. El nacionalismo posterior la iría ampliando hasta abarcar las «siete provincias de ambos lados del Pirineo».

Navarra es irrenunciable para el proyecto nacionalista. Los abertzales de cualquier pelaje, desde el PNV hasta Bildu, no conciben una Euskadi sin Navarra. Aquí reside la trampa ideológica en la que han ido cayendo los partidos no nacionalistas de la actual Comunidad Autónoma Vasca, todos ellos autodenominados «de Euskadi». Según su suposición ilusoria, se habría alcanzado el consenso mayoritario de limitar Euskadi a las tres provincias antiguamente llamadas –con toda propiedad– Vascongadas, a despecho de que el nacionalismo vasco no haya admitido nada semejante. De ahí que ni siquiera los allegados a los asesinados por ETA en las Vascongadas cuestionaran los símbolos bajo los que los terroristas amparaban su causa.

Pero en Navarra no pasaba lo mismo. En Navarra, las víctimas de ETA murieron por oponerse a Euskadi y a la ikurriña, es decir, al nacionalismo vasco. Los símbolos de este no se habían disuelto en la sopa boba del progresismo y de las concesiones apaciguadoras. Seguían y siguen siendo tropiezos intragables para partidos que son «de Navarra» y no «de Euskadi», y que por eso han tenido siempre claro que la ikurriña es la bandera del nacionalismo vasco y de ETA.

Tan claro que hasta «El País», en su editorial del pasado viernes, ha reconocido –si bien recurriendo al papel de fumar– que la ikurriña, lejos de ser un símbolo de consenso, representa «una determinada causa política». Ya era hora. Hace quince años afirmé que la ikurriña era la bandera del nacionalismo vasco y de ETA, y por abundar en lo obvio me cayó la del pulpo, incluso desde muy arriba. Me alegro de que vaya cundiendo la sensatez, aunque acaso sea ya un poco tarde.

JON JUARISTI – ABC – 09/07/17