Pilar Gómez-El Confidencial
- El canciller alemán representa la madurez política que necesitan el PSOE y el PP para frenar el ascenso de Vox y no repetir el error de Podemos. No es una cuestión de la derecha. La socialdemocracia es determinante
Escuchar a la vicepresidenta del Gobierno Yolanda Díaz que hacen “cosas chulísimas” da el tono del encastillamiento que padecen los dirigentes de este Gobierno. Exhibir esa autocomplacencia en casa nos sonroja, pero por desgracia no nos sorprende. Al fin y al cabo, es una más de los creadores de “saldremos más fuertes de la pandemia”. El bochorno que puede derivar en síncope es cuando nuestro presidente evidencia su narcisismo al tratar con “políticos adultos”, que diría Rajoy. Ojalá Sánchez tuviera que teñirse las canas en lugar de dejarlas crecer como falso síntoma de madurez. Ayer recibió al canciller alemán, Olaf Scholz, en la Moncloa y yo les prometo que casi no podía ni mirar. En mi cabeza aún resonaba cuando Sánchez se puso de ejemplo para el sustituto de Merkel al ser elegido. Eso de «han hablado de lo que llevamos haciendo desde hace tres años en el Gobierno de España, somos la vanguardia». He confiado hasta el último minuto en que Putin, en uno de sus ciberataques mundiales, hubiera borrado ese tuit. No es tan complicado saber, aunque HBO no haya hecho aún una ‘docuserie’, que el ex número dos de Merkel es un político curtido. Que ha entrado y salido del Gobierno de Alemania durante más de una década cuando Sánchez hacía méritos como concejal. No le podemos negar que los hizo ‘chulísimos’.
Scholz sí es un ejemplo, como lo han sido Merkel y Alemania. Un espejo en el que España se debería mirar si queremos frenar los populismos extremistas que amenazan nuestra democracia. Estamos padeciendo el zarpazo del Frankenstein que resucitó a Sánchez y convirtió en zombis a nuestras instituciones. Ahora se avecina, según las encuestas, un cambio de ciclo. El PP puede ganar las elecciones, pero bajo la amenaza de Vox. La ultraderecha está creciendo en España y eso nos aleja de Europa. Una Europa noqueada, pero Europa al fin. Si nada lo remedia, el día siguiente de las elecciones solo nos podrá salvar una gran coalición a la alemana. Un gesto de generosidad que Sánchez, el de ‘no es no’, ya demostró que no está en su ADN. Lo más parecido a un pacto de gobernabilidad de los dos grandes partidos que hemos vivido fue aquella abstención de los socialistas responsables, de esos que están extinguidos o quedan algunos ejemplares en recónditas comunidades autónomas. En Antonio Hernando aún tengo que confiar por eso de que el ser humano siempre tropieza dos veces en la misma piedra.
Un exministro del PP me confesaba hace años que el PSOE y el PP nunca podrían pactar ni unos presupuestos ni un Gobierno porque se rompería la regla de la alternancia. El análisis estaba desfasado porque la edad no siempre tiene cosas buenas, a veces no es más que un cúmulo de experiencias que no sabemos dimensionar. Hace unos años había margen para estrategias, pero ya no tenemos tiempo. En las próximas citas con las urnas, el PP y el PSOE deben conjurarse para favorecer mayorías parlamentarias sólidas y gobiernos fuertes. Liberar a los españoles de las exigencias de los que quieren desmembrar el país y de los que aún justifican que matar es legítimo en defensa de unas ideas. En los países de nuestro entorno eso no pasa, se suele decir. Pero también se pacta para que los partidos ultras no tomen el control. Francia no sé ya si es un buen o mal ejemplo, pero el surgimiento de la nueva líder de Los Republicanos, Valérie Pécresse, hace que no dé todo por perdido.
La izquierda descarga toda la responsabilidad de frenar a la ultraderecha en el PP. Es una trampa. Son los socialistas los que pueden con un sí o una abstención facilitar que Casado y sus presidentes no tengan que sentarse con los de Abascal. Deben hacer lo que en su día no hizo Rivera, que por no volver a abrazar a Sánchez nos condenó a Iglesias. Hay otra versión que mantiene que fue el presidente el que nunca contempló gobernar con Ciudadanos. Ya es pasado. En el futuro, no se debe repetir. Casado ya ofreció a Sánchez una gran coalición y este la despreció. Si el PSOE gana las generales, el PP debe apoyarlo, aunque siempre con la condición de que Sánchez no esté. Él engendró al monstruo y sembró la desconfianza. “Para que una familia o una escuela o la misma sociedad funcionen, es imprescindible que alguien se resigne a hacerse adulto”, dijo Gregorio Luri. Hay uno que siempre será Peter Pan.