Sean consecuentes

EL MUNDO 24/03/16 – ARCADI ESPADA

· En cuanto sucede una matanza pongo en marcha un reloj. Tic-tac, tic-tac. A ver cuánto tarda en aparecer. El que espero es un bobo solemne, adversativo, que tratará de aprovecharse de los cadáveres calientes. Desde que ha recuperado el habla, Arnaldo Otegi ejerce de nuevo una posición de privilegio. Y la verdad es que ayer ya rozó el éxito, dividiendo la sangre de los belgas entre flandrias y valonias, sin que hubiera en sus palabras ninguna condena. Para Otegi y los de su jarcia el terrorismo es como un tsunami. Sólo cuando lo practican, el hecho se inscribe en la esfera moral. Bien es verdad que como celebración y no como condena, pero lo que importa es puntuar.

A pesar de su veteranía y su esfuerzo, Otegi ha tenido que ceder esta vez en beneficio del alcalde de Zaragoza, Pedro Santiesteve, miembro local del tumulto podémico. Lo primero que ha hecho el alcalde es llamar ataque a la matanza. Es una opción. Prefiere la acción a las consecuencias, lo que, sin duda, es más higiénico. Debe también de llamar ataque a la violación. Luego ha puesto un par de adjetivos ligados al llamado ataque: «irracional e indefendible».

Todo el que se fija sabe cuál es el problema de estos adjetivos tan sospechosamente hartos de balón: llevan cosidos sus antónimos. De tal modo que el alcalde, cuántico a la manera del gato schrödinger que acaricia mi compañero Ignacio Vidal-Folch, está diciendo que el ataque es irracional, indefendible, racional y defendible. Yo no me invento nada, y la prueba del antónimo es que el alcalde ha concluido con la solemnidad que se espera del género: «De alguna forma nos vuelve esa violencia que hemos contribuido a sembrar en el mundo».

No hay necesidad de que ninguna persona sana pierda un momento en desactivar, cual tedax, la densa y bárbara colección de falacias morales, políticas, históricas, que se esconden debajo de cada una de las palabras del alcalde. Pero yo, en mi obligada insania profesional, quiero hacer una excepción. Hemos, dice. Ese nosotros.

La imprecisión del sujeto forma parte de su mangoneo. Pues bien: ha llegado el momento de decírselo, a él y a sus sectarios habituales. Dejen de ensuciar con sus sinécdoques. Y paguen de una vez por lo que hayan hecho. Por sus crímenes, que reconocen. Sin metáforas. Sin risitas. Y usted Santisteve, el primero. Pague por esa violencia que dice que ha contribuido a sembrar en el mundo. Redímase. Y cíñase el cinturón. En los Monegros es un buen lugar. O si le falta valor, o si cree, hombre, que no hay para tanto, elija otro modo menos traumático de callar para siempre.

EL MUNDO 24/03/16 – ARCADI ESPADA