SEMANA HORRIBLE

ANTONIO BURGOS-ABC

A la Corona, hasta ahora sacralizada y respetada fuera de toda crítica y maledicencia, le han «hecho un Sálvame»

TOMO de su estante la antología de Quevedo. Leo el arranque de su soneto inmortal: «Miré lo muros de la Patria mía». Ea, pues vamos a hacerle caso a don Francisco. Vamos a echarles una miraíta. Se la echo. Y no me queda más remedio que exclamar: –¡Ojú! ¡Ojú cómo están los muros de la Patria mía! ¿Qué digo los muros? Hasta los tabiques de pladur. ¡Cómo está el patio! Para pedir prestados pañuelos y llorar por los rincones. Decía una portada de ABC que Cifuentes estaba «tocada, pero no hundida». Si sólo fuera ella. Pero es que a España y a su estabilidad constitucional la ha debido de mirar un tuerto. O será lo poco que dura la alegría en casa del pobre, que por mucho que pregonen las excelencias de nuestro crecimiento, las pensiones han aumentado un 0,25 por ciento, una miseria, mientras que ha habido político que se ha subido el sueldo lo menos hasta todo lo alto de las torres del Real Madrid en el caso de la capital del Reino o de la Torre Pelli en el caso de mi Sevilla de mi alma, miarma.

Si Isabel II de Inglaterra tuvo aquel «annus horribilis», a nosotros nos han crujido con una «hebdomas horribile». No hay institución del Estado que no haya sido tocada en esta semana, aunque por fortuna no hundida, como algunos quisieran. Desgraciadamente han sido las instituciones que sacan mejores notas en los exámenes del aprecio de los españoles, y que suelen ser un poquito más serias que las pruebas de Cristina Cifuentes para hacerse Maesteresa de aquella manera. Ha quedado tocada la Universidad con este triste lance de una señora sobre la que sigo preguntándome para qué demonios necesitaba ese máster, si ya tenía por el mango la sartén del poder. Ha sido en la Universidad Rey Juan Carlos. Pero como todos los fuegos son el fuego, a los ojos de la gente todas las Universidades (incluidas las muchas de la Señorita Pepis que existen) son la Universidad. El «alma mater» ha quedado como alma de cántaro.

¿Y la Corona? A la Corona, hasta ahora sacralizada y respetada fuera de toda crítica y maledicencia, le han «hecho un Sálvame». La han puesto casi a la altura de Belén Esteban y del pollo de Andreíta. Lo que nos preocupa hondamente a los que somos monárquicos por razones históricas y estéticas, y no nos interesan las personas, sino la Institución dinástica que garantiza la estabilidad constitucional del Reino. Tras el «Sálvame» de Palma de Mallorca, algunos que vamos por el plan antiguo estamos muy preocupados no por habladurías y chismes, sino por algo más de futuro: la educación de S.A.R. la Princesa de Asturias. Toda la popularidad que ganó Don Felipe VI en su patriótica y valiente postura en defensa de la constitucional unidad de España frente el separatismo catalán no puede perderse por un malhadado vídeo. En cuyos comentarios ha salido engrandecida la figura de la Reina Doña Sofía. Que de «emérita», nada: Reina hasta su último día. Me niego a llamar «eméritos» a los Reyes tras la abdicación de Don Juan Carlos. Porque entonces Doña Sofía es «Augusta Emérita». Y eso no es una Reina de España: eso es el nombre de Mérida en latín, joé. Y por si fuera poco, otra vez la rodilla de Don Juan Carlos en «chapa y pintura», como él dice.

¿Y la Justicia? ¿Cómo puede chafarnos nuestra confianza en la Justicia un país como Alemania, que creíamos maduro, pero que poniendo en libertad al separatista prófugo sedicioso ha resultado ser, sí, Maduro, pero con mayúscula. Justicia a la venezolana en Alemania. Para dejarnos tocada la confianza en la nuestra. Y ya del PP de Cifuentes y de un Rajoy siempre de perfil, es que ni hablo. Andan de convención. Mejor que anduvieran de convencimiento de sus miles de votantes perdidos, hartos y hastiados de ver cómo han desperdiciado la aplicación del 155 a los separatistas catalanes.