José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
Entevista a Emiliano García-Page
- García-Page considera que Podemos es «un caballo de Troya en el Gobierno», sostiene que la reforma penal no tiene «un pase» y que su silencio nunca será «cómplice». Observa «resignación» en el partido y se proclama socialdemócrata
El Palacio de los Condes de Fuensalida, en el casco histórico de Toledo, es de una sobria belleza arquitectónica, muestra espléndida y casi única del estilo gótico mudéjar en España, construido en el siglo XV, solo comparable con la Aljafería de Zaragoza. El edificio acumula historia y entre sus paredes se mantiene el recuerdo de la emperatriz Isabel de Portugal, esposa de Carlos V y madre de Felipe II, que falleció en una de sus dependencias a causa del parto del que fuera su séptimo hijo. Allí donde murió se reúne el Gobierno de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha bajo la presidencia de Emiliano García-Page. Me muestra el patio central del palacio presidido por la estatua de la esposa portuguesa del emperador y me lleva hasta una azotea desde la que se contempla un patio toledano austero y la iglesia de Santo Tomé. El presidente castellanomanchego relata la historia de la ciudad con erudición y se recrea en el relato de una urbe que es, sin duda, la gran ciudad imperial de la historia de España.
«Para mí la política es instintiva, vocacional»
Emiliano García-Page es licenciado en Derecho —»con título enseñable», me puntualiza con una sonrisa—, nacido en Toledo en 1968 y desde 2015 presidente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Termina ahora, con mayoría absoluta (19 escaños sobre 33 en las Cortes de la región), su segunda legislatura, después de otra anterior en la que pactó con Podemos. Pero antes, García-Page tiene una larga trayectoria en la gestión municipal y autonómica. Entre 2007 y 2015, fue alcalde de Toledo y, antes aún, concejal y consejero de los gobiernos autonómicos. Considera la política municipal una «escuela indispensable, porque lo que dices te van a exigir que lo hagas. Hay que ser muy transparente porque es muy difícil disimular en la política local».
García-Page ha estado en la política desde siempre porque dice que para él fue un «proceso instintivo, una dedicación vocacional y he llegado a creer que la política sin vocación es una tortura absoluta y que acaba mal». De José Bono —con el que colaboró— dice que es «una pura sangre de la política, respira política, no deja de ser político ni un solo minuto». Subraya que es un «todoterreno» y le describe como un hombre que «se levanta después de una derrota», aludiendo a las primarias que perdió ante Rodríguez Zapatero en el XXXV Congreso del PSOE. De José María Barreda, que sucedió a Bono, y con el que también trabajó, elogia su «liderazgo propio».
«Aquí hay una socialdemocracia no fanática»
Le sugiero que el de Castilla-La Mancha podría considerarse como un socialismo conservador que se ha acrecentado con su posición política en su primera y segunda legislatura. «Hoy por hoy, lo más conservador de mi tierra es que nos conserva al Gobierno. No somos fanáticos, no somos una secta. Esta es una tierra muy conservadora por definición, incluso en el inicio de la II República. Y el pueblo que se gobierna uno no se lo puede inventar, al contrario. El PSOE aquí se ha ido mimetizando con la sociedad a la que representa. Yo me considero socialdemócrata. En España los ismos los utilizamos con arma arrojadiza. Yo me identifico con un partido que tiene claras sus ideas, que no las cambia a conveniencia, que se mantiene en una posición reconocible y fiel a lo que los ciudadanos votan. Aquí hay una socialdemocracia no fanática».
«El PSOE aquí se ha ido mimetizando con la sociedad a la que representa»
Le señalo que muchos socialistas entienden que él es un referente del PSOE con un proyecto histórico que encarnó Felipe González. No lo niega y asegura que «tendrá que pasar mucho tiempo para que en este país haya un político como Felipe González, de su envergadura, cuyo valor no fue que le votara mucha gente, sino que la gente que no le votaba le respetaba y, aún hoy, eso sigue sucediendo. Felipe González es un GPS, un localizador de opinión». Y apunta, sin dar nombres: «El problema es que hay personas que creen que las cosas son como son porque las hacen ellos, consideran que si uno es de Podemos, ya es de izquierdas haga lo que haga, pero ese partido empezó diciendo que la izquierda y la derecha no existían, solo los de arriba y los de abajo, la casta. Ahora que se ha convertido en casta ha hecho un replanteamiento del eje izquierda-derecha». Y añade: «Intentaron cambiar el tablero», subrayando que «para todos los que dicen que si no pueden cambiar el tablero, si no pueden ganar la partida, cambiarán la baraja o romperán el tablero, tengo que decirles que eso es imposible».
«La cuestión no es qué PSOE sino cuánto PSOE»
¿Ha perdido el PSOE algunas de sus señas de identidad con unos pactos impensables hace unos años con los independentistas vascos y catalanes? Pide una bebida, se toma unos segundos, eleva el mentón ligeramente antes de contestar. «Lo primero es delimitar qué es el PSOE o qué es el PP. El PSOE para mí es la gente que nos apoya. Felipe González en 1982 tuvo 202 diputados. Porque, entonces y ahora, un partido no es un fin en sí mismo, es un medio. Los partidos se están convirtiendo en fines en sí mismos y esa no es su misión. Y cuando se hacen así las cosas, se pierde la perspectiva y el apoyo de la gente. El problema no es qué PSOE somos, sino cuánto PSOE somos. Y esta distinción tiene importancia, porque estamos en un sistema que mide las cosas por el nivel de la confianza popular. Eso no quiere decir que todo valga a cambio del voto, yo hablo de la confianza, que no es lo mismo, hablo de defender un proyecto mayoritario y no echar cuentas todos los días a ver cómo nos mantenemos desde una perspectiva táctica».
«En el partido se aprecia resignación»
¿Tiene el PSOE vocación mayoritaria? Vuelve a tomarse un tiempo brevísimo: «En las intenciones, sí». Replico: ¿Y en la política práctica? «Creo que hay mucha gente en el PSOE que cree que a falta de un apoyo propio va a necesitar compañía y eso es incompatible con buscar y tener la representación mayoritaria. Y, así, no es lo mismo afrontar la relación con Podemos. Es distinta la intención como PSOE de ganarle y desplazarle y ocupar ese espacio y tener sus votos a llegar a la convicción de que le necesitaremos en el futuro porque el partido por sí mismo no llega. Eso cambia por completo las reglas del juego».
Entonces, le comento, hay una pérdida de ambición en su partido porque se está en la idea de que se necesitará a la otra izquierda. «En los genes del PSOE hay vocación mayoritaria, pero hay momentos en los que uno aprecia resignación ante la falta de mayoría. Yo lo aprecio claramente. Se impone mucho el tactismo sobre el fondo». Extiende la reflexión a todos los partidos: «Se observa que los dirigentes hoy tienen más confianza en los fallos ajenos que en los méritos propios. Y eso se nota».
«En los bloques la minoría tiene mucho poder»
Le pido que se moje y que me ofrezca su opinión sobre algunas decisiones de carácter político del Gobierno de Sánchez. ¿Había que hacer la actual mayoría de investidura o cabía la posibilidad de una geometría parlamentaria variable? «Sí, creo que probablemente hoy en día hubiera sido más práctico no exhibir un bloque, un frente, sino una mayor versatilidad y más cintura. Porque el problema de establecer una dialéctica frentista es que resulta cómodo en tanto que se mantiene y resulta inviable en tanto que se rompe». Reflexión interesante: «El problema de los bloques es que le dan un inmenso poder a la minoría dentro del bloque, porque le permite que una simple grieta rompa la dinámica interna».
Lo que García-Page dice es coherente con lo que logró, porque después de una coalición con Podemos (2015-2019) obtuvo mayoría absoluta y fulminó electoralmente a los morados (2019-2023). La fórmula consistió, dice, en que él trató de «gobernar para todos y por eso habría que desterrar esta política de bloque, de frentes, que no conduce más que a la mitad de las soluciones en el mejor de los casos». En este punto se alarga en una digresión elogiosa de la Transición y reitera el «acierto» de Felipe González. Y baja a tierra: «Yo en la región me planteé un modelo mayoritario, transversal, para todos».
«La reforma penal no tiene un pase»
Le recuerdo que él fue muy crítico con la reforma penal de la sedición y la malversación del Gobierno y que, a fin de cuentas, el Supremo, en la revisión de la sentencia del golpe de 2017 en Cataluña, le ha venido a dar la razón, sin que nadie le rectificase su crítica. «Sí, no hay más que ver la doctrina del Supremo de hace muchos años, mucho antes del auto de Pablo Llarena, según la cual el lucro no tiene que ser dinerario. Tomé entonces una decisión de protestar públicamente, en parte, también por una reacción muy personal, porque es que esa reforma no tiene un pase. Discutir sobre el Código Penal con los que están afectados por su aplicación no es ilegítimo democráticamente, pero por cosas menores se han producido abstenciones».
Tiene interés en aclarar —se le nota en el tono de voz— que «es la primera vez en mucho tiempo que no recibí ni una sola llamada, ni siquiera de queja, lo cual creó un silencio muy elocuente. Es de las veces en que mis palabras se entendían sin necesidad de aclaración». Recuerda que los indultos a los condenados por el proceso soberanista fueron una condición de los independentistas y, sonriendo, afirma no saber si aquellos perdones «favorecían o no a la convivencia, pero desde luego sí a la supervivencia». E insiste: cuando se produjeron los indultos se dejó claro por el Gobierno que el perdón nada tenía que ver con los delitos de corrupción. Pero lo cierto es que se ha cambiado el Código Penal «a demanda».
«Podemos es el caballo de Troya en el Gobierno»
Seguimos: ¿ha perdido el PSOE en el Gobierno el control de la situación con las leyes del solo sí es sí y la ley trans? ¿No está imponiendo la parte minoritaria su criterio a la mayoritaria del PSOE? «Hay gente que lo puede pensar. Pero creo que no hemos llegado a ese punto. Mi percepción es que ocurre como en el fútbol: cuando los equipos ven que no van a ganar el partido, juegan a ir a la prórroga y luego a los penaltis. Es tan débil la política española, tan precaria, que da la impresión de que cualquier declaración, cualquier palabra mal dicha, cualquier argumento o cualquier voto en contra significa perder todas las elecciones, lo cual es enormemente preocupante y se nota. Aquí nadie ha encontrado la fórmula de ganar por K.O. y cuando se juega a los puntos el estrés es máximo. La realidad es que Podemos se ha convencido de que el PSOE no va a romper porque la prioridad es acabar la legislatura y, además, ostentar en julio la presidencia rotatoria de la UE, lo que lleva a que se plantee actuar como caballo de Troya en el Gobierno. El socio del PSOE gobierna para su nicho electoral y eso produce una contradicción enorme. Hemos llegado a un punto en el que la política española lo único que espera es que lleguen las elecciones».
«No hay alternativa a la Constitución»
No cree que la Constitución esté en riesgo y descarta que haya unidad de criterio para cambiarla. Es sólida porque «nadie ha sido capaz de construir una alternativa». Se retrotrae a la crisis de 2007 y sostiene que hubo un triple populismo, el «social y económico que fue el de Podemos, que está en retroceso clarísimo, que puede ser un comodín o, quizás, ni eso»; el segundo populismo fue «el territorial» que explicó, dice, la crisis de Cataluña de 2017; y, finalmente, hubo un tercer populismo «más complejo y minoritario que fue el que se inoculó en los partidos políticos con cambios en sus estatutos, las primarias… Todos los partidos corrieron para cambiar su metabolismo en la forma de decidir». Cree que los fundamentos constitucionales han sobrevivido a esos populismos que arrancaron en 2007 y que son sólidos.
«Si reconocen su error, tendrían que plantearse dimitir»
En este contexto, es rotundo: no es que haya que reformar la ley del solo sí es sí, es que «hay que rectificarla. Y no tengo duda: si el proyecto hubiese sido de una ministra socialista, Podemos estaría llamando a la gente a echarse a la calle y acusando de machismo violento al PSOE». Y lanza un misil a las ministras moradas: «Reconocer su error [en referencia a Montero y Belarra] las llevaría a plantearse si dimitir o no». Respecto de la ley trans, participa del criterio de que «es una ley que hubiera necesitado más consenso. Las feministas tradicionales sienten que sus planteamientos se han alterado. Hay dirigentes de Podemos que se proponen desde el principio arrebatar la bandera del feminismo al PSOE. Ha habido intención evidente de buscar un elemento de ruptura e innovación en el feminismo para que no hubiera una bandera, sino dos de ese movimiento. Se ha buscado la división en el feminismo. La trans es una ley rupturista. Acudir el 8 de marzo a manifestaciones distintas, con ministros en una y otra, es algo para pensárselo».
«El límite de mi silencio es la complicidad»
Tras escucharle en temas tan sensibles, le hago la pregunta del millón: cuál es su relación con el secretario general de su partido y presidente del Gobierno. ¿Está al margen del sanchismo? Su respuesta es toda una circunvalación argumental. «No. Lo que molesta de algunos planteamientos míos es lo que evoca de los mejores momentos del PSOE. Yo no reprocho a nadie sus silencios en un partido que está acostumbrado a hablar, pero callo muchas cosas con un límite evidente que consiste en no ser cómplice. Hasta ahí no llego. Con el secretario general del PSOE tengo la misma relación que con los anteriores, es decir, poca, porque la política nacional fagocita. No hablo menos con Sánchez que con Zapatero».
¿Invitará a Pedro Sánchez a la campaña electoral? «No tengo ningún inconveniente; otra cosa es lo que digamos en los mítines. Soy capaz de decir en un mitin lo mismo que en una rueda de prensa. La presencia del presidente no puede ser un problema. En absoluto».
Las expectativas del PSOE en Castilla-La Mancha son optimistas. García-Page define la región como «muy bipartidista» y tiene un recuerdo crítico hacia la gestión de María Dolores de Cospedal, presidenta de la Junta entre 2011 y 2014. En esa legislatura, la que luego sería ministra de Defensa, cambió dos veces la ley electoral autonómica («sin precedentes en Europa», puntualiza García-Page), primero aumentando los escaños a 49 y, luego, reduciendo el número a 33, «menos que muchos ayuntamientos», se lamenta el presidente, que reprocha también que el PP aprobó con sus solos votos la reforma del Estatuto en 2014.
El agua, la despoblación y el talento
García-Page se ha convertido en un auténtico experto en el diagnóstico del problema de la escasez del agua a propósito de la diferencia de criterios con la Comunidad Valenciana sobre el caudal del trasvase al Levante español («Es insostenible trasvasar agua de la España seca a la más seca»). El presidente se siente respaldado por razones de equidad, de sostenibilidad del río y expone con detalle la situación creada, así como la necesidad de abordar de forma integral este asunto crucial. «El problema, en el fondo, es económico: el precio del agua». Sin duda, su decisión en este contencioso tendrá un fuerte impacto electoral a su favor. También la ley de medidas contra la despoblación que aprobaron las Cortes de Castilla-La Mancha el 6 de mayo de 2021, una norma pionera que prevé desgravaciones fiscales, incentivos a la instalación de empresas en esas zonas despobladas y garantía de acceso a los servicios públicos en condiciones de igualdad a sus habitantes. Asegura que ya se están notando los efectos de las medidas previstas en la ley con incremento poblacional. Está ofreciendo igualmente buenos resultados el proyecto autonómico de recuperación de talento con programas que incentivan el regreso de estudiantes y profesionales que migraron a otras regiones o fuera de España. García-Page es muy expresivo al sostener que el desarrollo de la región la sitúa «en el centro de España y no en la mitad».
El futuro de García-Page
El presidente castellanomanchego podría ser un dirigente importante a nivel nacional en el PSOE si su dinámica interna cambia o las circunstancias le hacen cambiar. Muchos le ven en el banquillo, a la espera. Si en las elecciones de mayo revalida su mayoría absoluta, sería su tercera legislatura en el cargo y la segunda de gobierno socialista en solitario. Las encuestas le favorecen (más que a la otra mayoría absoluta del PSOE en Extremadura), es consciente de que grandes bolsas de electores de la región están muy influidas por la política nacional —los corredores de Guadalajara y Toledo—, está seguro de la desaparición de Ciudadanos (ahora con cuatro escaños de 33) y dice lamentar lo que pudo ser y no fue; transmite la impresión de que Podemos está laminado en Castilla-La Mancha y, sin preguntárselo, parece obvio que no le otorga al PP posibilidad alguna de sustituirle en la Junta. Es un hombre tranquilo ante su tercer gran reto electoral. Y eso, en el PSOE, le blinda en su discurso heterodoxo. En el que se reafirma.