Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
Me había hecho el firme propósito de dejar de darle la matraca con el asunto del sorprendente pacto para la reforma laboral, pactado con estrépito y despachado con alboroto tres horas después, pero me va a resultar imposible. Le pido disculpas pues me imagino que estará usted ya hasta el gorro del esperpéntico asunto. Me resulta imposible porque la historia ha quedado incompleta y corre el riesgo de convertirse en interminable. De momento carece de cierre. El pacto era cristalino -Pablo Iglesias dixit-, y no necesitaba ninguna aclaración. Es más, era la decisión normativa adoptada por el Gobierno durante la pandemia que mejor se entendía y que menos necesitaba de aclaración. De lejos. ¿Pero, cómo ha quedado? El vicepresidente segundo y el líder de Bildu aseguran que lo firmado es cristalino y que se atienen a su literalidad. Pero la vicepresidenta tercera ha dicho que es absurdo y contraproducente. ¿En qué quedamos? ¿Se va decretar la reforma integral inicial o se va a ‘parcializar’ como se aclaró después? ¿Haremos un absurdo y nos pegaremos un tiro en el pie, o dejaremos el lío sin resolver hasta nueva orden?
Cualquier observador ingenuo podría pensar que el presidente Sánchez iba a deshacer el entuerto y desempatar el partido, pero no. El presidente Sánchez solo ha identificado al culpable, que es, como no podría ser de otro modo, ¡el PP! Acabáramos, si lo llega a decir desde el principio, nos ahorramos las tribulaciones. Una explicación que sería divertida si no fuera escandalosa. Es terrible, el político español que más tiempo ha utilizado para dirigirse a los ciudadanos, en unas interminables y tediosas explicaciones sobre lo divino y lo humano, no ha encontrado hasta ayer mismo ni la necesidad, ni la oportunidad, de explicar uno de los dos temas más importantes del momento. Me refiero, claro, al empleo. Se dice que le ha comunicado a Antonio Garamendi el resultado de la pelea, dando como vencedora a Nadia Calviño. ¿Pero no debería haber dado explicaciones públicas, accesibles al común de los mortales? ¿Y quién decidió el precio? ¿Valía cualquiera? ¿Incluso uno absurdo y contraproducente, en palabras de la vicepresidenta encargada de la economía? ¿Ha ofrecido al PP algo parecido a lo concedido a Bildu?
Por supuesto que debe ser una ardua tarea encontrar justificación a esa mente brillante que decidió el sorprendente hecho de que la reforma laboral, que afecta a todos los españoles, se pacte con un partido de ámbito geográfico reducido, y con una postura en la materia muy extrema y lejos de la concordia, en lugar de con sindicatos y empresarios, como dicta la razón y exige el sentido común.
Más allá de echar la culpa al PP, Sánchez no ha aclarado nada sobre el lío de la reforma laboral
Podemos ahondar más aún. ¿Necesitamos hacer una contrarreforma laboral justo ahora, cuando los nuevos parados superan el millón y tenemos casi cuatro millones de trabajadores esperando inquietos al abrigo de unos ERTEs que nadie sabe como terminarán? La reforma del PP es objeto de todo tipo de ataques, por todo tipo de partidos y populismos de izquierda. Pero no se pueden olvidar algunas cosas. Las instituciones europeas la pidieron y el BCE casi la exigió a Rodríguez Zapatero. El servicio de estudios del BBVA calculó que, desde su implantación en el año 2012, evitó la pérdida de un millón de empleos y opinó que si se hubiese aplicado en 2008 se hubiesen salvado dos millones más. ¿Eran de baja calidad? No lo sé, de muy buena desde luego que no, ¿pero quién va a crear empleos de alta calidad en estos momentos, con estos comportamientos que añaden rigidez, con estas inseguridades jurídicas y con esta falta de confianza normativa?
En este país son muchos los convencidos de que ser empresario es un chollo. Se gana mucho dinero, se arriesga poco y no se pagan impuestos. Todo son viajes en yate y vacaciones eternas en palacios y hoteles de cinco estrellas. Lo que no entiendo es por qué entonces no están colapsados los registros mercantiles por las demandas de creación de empresas. Pues en cuanto se aclaren las aclaraciones y conozcamos el alcance de la contrarreforma sabremos cuántos empleos va a crear la nueva norma. Termino con mi opinión al respecto: si no nos salva Nadia, no nos salva nadie.