ABC-LUIS VENTOSO

El nuevo plantón de Sánchez al Rey tal vez denote algo de su carácter

EL periodista inglés Thomas de Quincey fue un curioso personaje decimonónico, al que admiraron eminencias como Poe, Baudelaire y Borges. De Quincey, que contra pronóstico duró 74 abriles, se pasó su vida perseguido por los pufos y colgado del láudano. Pero nunca le faltó ingenio. Sus ensayos lucían títulos provocativos: «El asesinato como una de las bellas artes» o «Memorias de un comedor de opio», donde cuenta su romance con el extracto de adormidera. Con ironía provocativa, nos legó uno de los elogios de la cortesía más ocurrentes. Si una persona se deja tentar por el asesinato puede llegar al extremo de acabar faltando a la buena educación, advertía socarrón.

Los buenos modales y el sentido del humor constituyen el aceite que lubrica las relaciones humanas. Un dicho clásico señala que «la puntualidad es la cortesía de los reyes». Ayer Sánchez le dio la vuelta al refrán y mantuvo plantado a un Rey durante 50 minutos. La segunda vez que se retrasaba en la audiencia estival con Felipe VI. ¿Es casual o denota un cierto talante? Cualquier presidente que tiene que tomar un avión para verse al mediodía con el Jefe del Estado, lo que hace es despejar la mañana de compromisos para preparar bien la reunión y llegar a ella con una mínima antelación que evite desaires. Además el encuentro era importante, pues se iba a hablar del grave desgobierno que sufrimos (en gran medida, por cierto, por la petulancia del propio presidente en funciones). Pero Sánchez desconoce los elegantes parámetros de la cortesía a la británica. Antes de tomar el preceptivo Falcon, programó uno de esos chocarreros encuentros preelectorales que mantiene con lo que llama «la sociedad civil». En ellos sienta a sus interlocutores bajo unos cartelones propagandísticos, donde reza en capitulares: «Por un Gobierno progresista». (¿Se imaginan la que se habría armado si cuando Rajoy estuvo en similar tesitura hubiese iniciado rondas de autobombo semejantes, utilizando para sus intereses partidistas el aparato del Estado, hablando solo con los de su cuerda y con pancartas de «Por un Gobierno conservador»?).

Tarde y mal, así llegó Sánchez a Marivent, pues no presentó al Rey avance alguno para lograr una investidura que estima obligatoria. Mal también su incongruencia. No se puede aceptar un apaño con Bildu en Navarra y al día siguiente proclamar con impostura que no quieres «depender de los separatistas». No se puede pasar de ser el Dr. No, que mantuvo a España casi un año sin Gobierno, a exigir a PP y Cs que lo hagan presidente sin darles ni la hora. No se puede ofrecer a Podemos una vicepresidencia, tres ministerios y un Gobierno de coalición y ahora simular que les haces ascos. No puedes iniciar tu comparecencia jactándote de que «los datos económicos son francamente positivos» cuando es mentira, pues las últimas cifras de empleo y crecimiento son malas y las de ventas de casas y coches, pésimas. Y no se puede recalcar hasta el sopor que «los españoles exigen un Gobierno progresista» cuando PSOE y Podemos sumaron 11,2 millones de votos y PP, CS y Vox, 11,1 millones. Descortesía y gas.