IÑAKI EZKERRA-EL CORREO

  • Esa pobre prenda, barata, al alcance de cualquiera, parece tener la culpa de todo

La corbata, sí. Esa pobre prenda tiene la culpa de todo, cuando a la hora de la verdad prescindir de ella es lo realmente elitista, lo caro, lo pijo. La corbata es barata, y está al alcance de cualquier oficinista o empleado de grandes almacenes. Lo que no está al alcance de cualquiera es vestir con el mal gusto con el que lo hace Sánchez y con la coquetería de buenas marcas con la que lo hacía Sebastián cuando era ministro de Industria. Lo que muestra la desigualdad social son las camisas de Breuer o de Sonrisa o de Woolrich con las que llena su hueco en la pechera esta progresía choni que es una mala copia epigonal de la vieja izquierda Loewe. La corbata es igualitaria. La corbata es democrática. La corbata es socialista. Como el uniforme de los colegios, que tradicionalmente ha ahorrado a las madres el presupuesto en la renovación del vestuario diario de sus hijos, la corbata hace igual al diputado del PSOE que al de Vox. Quizá es esa igualdad lo que le molesta al sanchismo.

No. Es algo que no se puede dejar pasar por alto, porque demuestra hasta qué insólito punto Sánchez nos subestima y nos toma por menores mentales a los españoles. La desfachatez sangrante de su público ‘descorbatamiento’ es un episodio sólo propio de la retórica esperpéntica, obscena y tercermundista de Andrés Manuel López Obrador. Por lo que se ve, no le parecía bastante proponernos subir la temperatura del aire acondicionado en verano y de bajar la de la calefacción en invierno mientras él chulea y ‘falconea’ y ‘superpumea’ como el típico niñato de papá rico y mientras se abre cada vez más la brecha social a la que son ajenos su Gobierno multitudinario y las fuerzas que lo sostienen. El problema es que el papá rico de Sánchez es la España empobrecida.