Tonia Etxarri-El Correo
El FMI nos acaba de ubicar en la cabeza mundial del hundimiento económico. Con el miedo al rebrote de contagios en segunda instancia, Sánchez vuelve a despreciar la oferta de Pablo Casado y, además, le pone condiciones. ¿No suele ser al revés? ¿Que quien necesita apoyos los pide y quienes se lo van a dar ponen un precio? Así ha ocurrido con todos sus interlocutores: primero con su socio de Podemos y luego con PNV, ERC, Bildu. Menos con el PP. A Casado le exige que retire el informe crítico con la gestión de la crisis, un apoyo a la tasa Google y respaldo en Bruselas. Y, entonces, sí, se dejaría ayudar por el PP. Los papeles cambiados. El mundo al revés. Que a Sánchez le interesa una derecha montaraz no es una impresión, es una conclusión después de haber visto las sesiones parlamentarias. Para señalarla como el peligro para la democracia. Y movilizar a populistas y secesionistas. Sin importarle que quieran liquidar el consenso de la Transición y romper el país. Son su aval para mantenerse en La Moncloa, que es lo que importa. Casado le ha apoyado en tres ocasiones, una abstención y en el Ingreso Mínimo Vital. Pero es Sánchez quien le acusa de no querer acuerdos. Porque, para él, en el caso del PP, un acuerdo es sinónimo de adhesión. Casado: vota y calla.
«Nos conviene que haya tensión . Yo voy a empezar a dramatizar un poco», le reconocía Zapatero a un ilustre periodista en el año 2008. De aquellos polvos, estos lodos. Sánchez ha superado a su antecesor. El actual presidente no tolera las críticas. Se han demonizado tantos los reproches en sus propias filas que se ha llegado a pedir la cabeza de Felipe González. Y ayer Sánchez tuvo que defender a su clásico ante tanta campaña de descalificación servida en la bandeja de ERC. Es cierto que pudo defender a los dos ‘felipes’. Pero solo salvó al expresidente que se muestra tan crítico con la parte bolivariana de este Ejecutivo. Pero como jefe de Gobierno no defendió al jefe del Estado. No defendió al Rey. Así está el panorama en medio de la pandemia.
Ayer, la vicepresidenta Calvo cometió un lapsus al responder a Vox. Su portavoz le preguntó si piensan hacer algo para restituir la credibilidad de las instituciones desde que Sánchez llegó al poder. Y la interpelada respondió que «no se puede restituir lo que no ha existido». Lo más preocupante fue la ovación de la bancada socialista. Que demostró, con su ovación automática, no haber escuchado la metedura de pata. Carmen Calvo saca a relucir los 6.752.983 votantes del PSOE pero desprecia a los 5.019.869 del PP.
No se puede ir así por la vida. Este país se hunde y sigue el enfrentamiento entre bandos.