TONIA ETXARRI-EL CORREO

  • Pintan bastos en una segunda ola de la pandemia repleta de incertidumbres tras una desescalada sin orden ni concierto

Desde el momento en el que el presidente de Gobierno anunció, la pasada semana, que el estado de alarma iba a durar seis meses (revisable a los cuatro) ya nos hicimos cargo del desbordamiento de la segunda ola de contagios. Pero el plazo tan prolongado y la forma de haber adoptado las medidas restrictivas está ocupando todavía el centro de la polémica.

Emmanuel Macron y Angela Merkel han adoptado medidas muy estrictas en sus respectivos países para intentar frenar los contagios pero dejando una luz encendida en medio de la bruma: intentar salvar la Navidad. Los dos hablan de la necesidad de hacer sacrificios. Durante un mes. Para ver si se puede frenar la sangría económica en fechas tan emblemáticas. Es muy probable que los confinamientos en los países de nuestro entorno tengan que prolongarse. Pero, de entrada, sus gobernantes han tenido la inteligencia emocional de situar el objetivo de esta carrera en un plazo lo suficientemente breve como para que a los ciudadanos no les parezca una situación irrespirable. Aquí nos quedamos atrapados. No es que vayan a ser unas Navidades diferentes. Es que, en miles de familias, si no se pueden realizar desplazamientos, no habrá celebración.

Lo peor es la incertidumbre. ¿Servirán de algo esta vez las restricciones? Pintan bastos en la segunda ola que está alcanzando el ritmo de contagios de la primera cuya gestión fue manifiestamente mejorable. Lo que fue bautizado por Pedro Sánchez como la «nueva normalidad» ha degenerado en la segunda ola de contagios. Después de haber pasado una desescalada sin orden ni concierto, La Moncloa se niega a que se evalúe a través de auditorías los errores cometidos. ¿Volvemos a tropezar con la misma piedra? Con la diferencia de que ahora, la responsabilidad ya no recaerá sobre el Gobierno de Sánchez, sino sobre las comunidades autónomas.

¿Cómo se realizará el control al Gobierno? ¿Qué tipo de contrapeso parlamentario puede ejercer en este tiempo el Congreso de los Diputados? Estamos viviendo una excepcionalidad constitucional que no será sometida a control parlamentario. Pero es lo que decidieron los socios de investidura. Entre ellos, el PNV. Que Pedro Sánchez solo tenga que comparecer dos veces en el Parlamento en lo que queda de año da la dimensión de la situación. Sin contrapesos. Sin control. Sin manos. Veremos si, en este confinamiento prolongado, algunos no se arrepienten de su voto en el Congreso.

En Euskadi, el lehendakari se da por satisfecho con la ronda que inicia mañana con los grupos parlamentarios. No es el control que reclamaba la oposición. Pero tendrán la oportunidad de exigir más medios sanitarios y ayudas a las empresas en apuros.

Que Sánchez solo vaya a comparecer dos veces da la dimensión de la situación

Todavía no hemos llegado al cénit de la depresión. Veremos el estado de la nación después de Navidad. Pero los oportunistas callejeros ya han aprovechado para caldear el ambiente provocando destrozos en los centros de muchas ciudades. En el Gobierno vasco se sacuden los vínculos: «No son de aquí». Aunque el vicelehendakari Erkoreka se hace un lío con los antisistema. Son de extrema derecha, pero también se ha visto, en lo que llegó a llamar el lehendakari actos de «terrorismo», al entorno de la izquierda abertzale. ¿La cosa cambia? Porque los independentistas catalanes apoyaron el desmadre violento en su zona. Y el vicepresidente Iglesias apunta hacia la extrema derecha. Ese oxígeno que necesita él para sobrevivir en política. La atribución del odio a sus adversarios para exagerar un peligro y justificar medidas que puedan ser cuestionadas.