IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO
¿Es el momento más adecuado para reformar el mercado laboral, justo ahora, cuando esto de la recuperación ha pasado de ser una realidad a convertirse en un deseo? Lo dudo, pero ya veremos. Hay temas en los que las dos partes ven posibilidad de avanzar, mientras que en otros será mucho más difícil pues se enfrentan a la dura realidad. Por ejemplo, en el caso que más tiempo les ocupó ayer y que trata de la temporalidad. Es evidente que hay trabajos que por su propia esencia -piense en la recogida de la fresa o en las estaciones de esquí- tienen un carácter temporal; como lo es que, en este país, se ha abusado de este tipo de contratación. ¿Por qué? Por varias razones, pero la principal es que todo lo que implique rigidez en el despido, ya sea su costo o su difícil tramitación administrativa, termina por convertirse en un obstáculo para la contratación. Siempre ha existido demasiado temor a contratar porque se supone que será muy difícil despedir si cambiaran las circunstancias del mercado. Así que igual no sería mala idea invertir el orden y hablar antes de cosas como la mochila austríaca, que restaría dramatismo al despido, antes de forzar una estabilidad que no esté soportada por las ventas.
Sin olvidarnos de que las administraciones públicas carecen de la mínima autoridad moral para dar lecciones y exigir esfuerzos a las empresas privadas, cuando ellas mantienen porcentajes de temporalidad muy superiores y menos justificados, al no estar sometidos a los imprevisibles vaivenes de la coyuntura.