Sobre la Contradicción

Todavía estamos por ver quién va a pagar este disparate. Josean Elola ha estado muy cerca, pero desde su entorno político se le quitaba importancia al episodio. Se está cayendo en esa aberración, porque no quitarle importancia favorece al PP. Oigan, que los que delinquen son los de ETA, no Rajoy.

El día de reflexión fue aprovechado por los saboteadores de la campaña, los interlocutores necesarios del proceso de paz, no sólo para hacer campaña electoral activa en un acto sobre la memoria histórica en Pamplona –van a saber lo que es memoria histórica todos los exquisitos estreñidos que la propusieron, aquí se hace historia con el nueve en el cinto, aquí se sigue el combate que otros traidoramente abandonaron en una transición hacia la democracia-, y campaña pasiva mediante la información aparecida en los diarios de mayor difusión de que la Ertzaintza preparaba un dispositivo especial para prever altercado en los colegios electorales. En este clima se va a ver qué ciudadano normal va tranquilo a votar cuando a la autoridad, al fiscal general, parece ser que lo que le preocupa es el Guantánamo electoral, no el derecho de los ciudadanos que cumplen con la ley y pagan los impuestos a ir a votar tranquilamente. Quizás todo este disparate no sea más que el resultado de la obsesiva fobia hacia el PP –lo que ronda una visión poco democrática de la convivencia- que no permite descubrir dónde reside el problema ni quién es el auténtico enemigo de la democracia. Oigan, que los que delinquen son los de ETA y sus compañeros de viaje, no Rajoy, aunque éste tenga el inconveniente de quererles echar de la Moncloa.

Todavía estamos por ver quién va a pagar este disparate. Josean Elola ha estado muy cerca, y sin embargo lo que desde sus entornos políticos se escuchaba eran declaraciones tendentes a quitar importancia al intento de atentado. Se está cayendo en la aberración, una vez comprometidos hasta las cartolas en el proceso de paz, de que cuando cometen fechorías le quitemos importancia porque no hacerlo favorece al PP. Así que si un día te despanzurran le dices a la parienta anticipadamente que se calle porque lo contrario beneficia al PP. Un poco de maoísmo sobre el tema, echadle un vistazo a aquel tratado de Mao “Sobre la Contradicción” no vendría mal a tan recientes izquierdosos, aquel que hablaba del auténtico amigo distinguiéndolo del auténtico enemigo, porque en las sociedades políticamente incultas y embrutecidas suele ocurrir que no se suelen distinguir esas cosas ni se hacen diferencias. Sociedades embutrecidas o sociedades hedonista, por un lado, y amedrentada por el reto que supone el terrorismo, de ahí el éxito del señuelo de la paz aunque éste sea falso.

Y por fin el presidente de la nación habló de España y de la bandera española en el último mitin de la campaña. Se nota que la vio ondear en Francia con motivo de su presencia en un mitin de la candidata socialista. Y habló con respeto de ella, reclamándola de todos. Cosa buena es esa, reclamar espacios comunes, mejor que lo de la memoria histórica, que es para recordar el enfrentamiento. Pero tiene que seguir corrigiéndose con sus excesos contra el PP y permitir que España tenga al menos el derecho de tenerlos en la oposición. Por lo visto el presidente no los quiere ni ahí, que los quiere en la aniquilación, porque dijo que España no tiene derecho a esa oposición.

Este tipo de obsesiones, aparecidas en estos últimos años, es la que nos devuelve a una situación democráticamente inmadura, en la que hace campaña electoral los hasta ayer proscritos por un pacto que estaba a punto con acabar con el terrorismo, y los que vamos de formales por la vida lo tenemos que pensar a ver si mañana de nuevo nos arriesgamos para ir a votar. Leedle un poquito a Mao, eran textos para que los comisarios los leyeran a un pueblo de analfabetos, ingenuamente escritos, ingenuamente traducidos, y los entienden hasta los poco inteligentes siempre que sus obsesiones se lo permitan.

La historia de España hasta la transición está cuajada de disparates e incapacidades de sus gobernantes, pero en el siglo XIX siempre les quedó alguna esperanza a sus élites descontentas. En Bilbao o San Sebastián por ejemplo, vistas esas incapacidades, solicitaron más de una vez a Francia que nos asumiera como un protectorado. Ahora, tal como es nuestra surrealista situación, seguro que los franceses no nos quieren.

Eduardo Uriarte, BASTAYA.ORG, 29/5/2007