Sobregobernados

IGNACIO CAMACHO – ABC – 07/03/16

· El estado de orfandad ante el bloqueo político revela un país sobregobernado, acostumbrado a la subordinación civil.

El desgobierno es uno de los grandes mitos socialdemócratas. Un mito de origen hobbesiano, el del Estado-Leviatán que organiza la selva humana, y que a veces desemboca, extremado, en el paroxismo totalitario o colectivista. La política moderna, es decir, democrática, constituye desde la Constitución de Filadelfia un esfuerzo por limitar la jurisdicción pública mediante equilibrios de poderes y contrapesos que garanticen la libertad individual frente a la tentación intervencionista.

Pero la hegemonía contemporánea de la socialdemocracia ha impuesto, bajo la coartada igualitaria, un marco mental que tiende a considerar desprotegido al ciudadano si no goza del amparo de un poder fuerte y de gran capacidad reguladora. La gran derrota del pensamiento liberal ha sido la de acabar compartiendo las bases de ese dogma.

Esa teoría del Estado protector es la que está al fondo del actual estado de ánimo de la sociedad española, que se cree en situación de orfandad ante la presunta ausencia de Gobierno. Se trata de una falacia, habrá que repetirlo: España tiene Gobierno, sólo que es un Gabinete con sus competencias discrecionales limitadas. Y sobre todo tiene Estado, y funciona: mantiene abiertos los servicios, paga las pensiones, los subsidios y las nóminas. Hay un presupuesto aprobado y ¡¡cuatro!! administraciones que lo gestionan. Y hay un marco de leyes supervisado por tribunales que garantizan la seguridad jurídica.

La mayoría de los ciudadanos puede desarrollar su vida, y de hecho lo hace, al margen del bloqueo de la investidura. Son paradójicamente los empresarios –en especial los grandes, los que con más ahínco defienden en teoría el liberalismo– quienes más añoran un interlocutor oficial para moverse en una economía en exceso regulada por la que suelen circular con comodidad de poder fáctico.

Disfrazan así de necesidad colectiva su interés particular por saber quién manda, y al enfatizar la incertidumbre provocan el efecto general de parálisis con la suya propia. La realidad es que mandan las leyes en vigor, y nadie debería tener miedo de desenvolverse en un Estado de Derecho que simplemente vive un impasse político y parlamentario. Con los tiempos tasados por añadidura. Una situación no deseable pero en modo alguno catastrófica.

Sorprende escuchar tantas voces quejosas del falso vacío de poder, que incluso llegan a sostener en su desesperación que es preferible un mal Gobierno que ninguno; quizá pronto puedan tener ocasión de poner a prueba esta idea procedente de una tradición social de dependencia política mal disimulada. España es un país sobregobernado, acostumbrado a la subordinación civil y al sometimiento a la intervención estatal. Una sociedad inmadura, de raíces desamparadas, acostumbrada a la tutela de referencia pública, cuya clase dirigente no sabe vivir sin la respiración asistida de una Administración hipertrofiada.

IGNACIO CAMACHO – ABC – 07/03/16