Cristian Campos-El Español
- Los inverosímiles errores de gestión de la epidemia por parte del Gobierno más débil de la historia de la democracia podrían convertir a este en una víctima más del Covid-19.
7 razones para el sí
1. La Brunete pedrette
Suyas son prácticamente todas las cadenas de televisión, buena parte de los medios de prensa, la Agencia EFE y un batallón de tertulianos de cuya estricta obediencia a las consignas del Gobierno es imposible dudar.
Cuando llegue la hora de dar la batalla por el relato y ese ejército se ponga en marcha, este arrasará todo lo que se interponga en su camino. Las redes sociales no son rivales para la televisión, como han demostrado las elecciones de los últimos dos años.
2. El PP sigue sin tener su Iván Redondo
El PP ha reaccionado a la crisis con lealtad institucional y sentido de Estado.
No ha sido sin embargo correspondido en ese aspecto por un PSOE que ya ha puesto su maquinaria propagandística en marcha para fabricar un relato alternativo de la crisis: el de que la culpa del Covid-19 es de los recortes del PP.
La tesis es falsa, pero el hecho de que el PP carezca de un Iván Redondo capaz de construir un relato propio que vaya dos pasos más allá de la media docena de lugares comunes del centroderecha convierte a los de Pablo Casado en el chivo expiatorio perfecto para esta crisis. Pura mantequilla en manos de Iván Redondo.
3. El CIS
El CIS se ha convertido en un arma formidable en manos de Pedro Sánchez e Iván Redondo. A las órdenes de José Félix Tezanos, el CIS ha pasado de ser un organismo encargado de reflejar la realidad a convertirse en uno encargado de generar esa realidad.
El prestigio atesorado durante décadas ha quedado demolido, quién sabe si para siempre. Pero en las circunstancias actuales, el CIS sigue siendo un formidable surtidor de propaganda socialista.
4. «No se podía saber»
El público de los medios de prensa no es el ciudadano medio. La información que atesora el lector de un periódico como EL ESPAÑOL no es la que atesora ese español que tiende a informarse en las televisiones más que en la prensa digital y analógica. Y las audiencias de unos y otros medios son la prueba de ello.
Ahí fuera, a la intemperie de los mensajes predigeridos y preaprobados de las televisiones, la epidemia de Covid-19 cayó del cielo de forma absolutamente imprevista apenas unas horas después de las manifestaciones del 8-M.
Lo que no se podía saber no se supo y el Gobierno reaccionó como pudo. Ese será el relato. Y cuajará.
5. El estado de alarma
La proclamación del estado de alarma ha dotado al Gobierno de unos poderes extraordinarios que han convertido España en lo más parecido a un régimen autoritario que cabe concebir en una democracia en tiempo de paz.
Y es razonable que así sea dadas las circunstancias actuales.
Pero es razonable también pensar que un Gobierno formado por el PSOE más radicalizado de su historia y un Podemos cuyo modelo económico y político es la Venezuela de Hugo Chávez podría sentirse tentado de aprovechar esos poderes extraordinarios para alcanzar unos objetivos políticos inalcanzables en circunstancias de normalidad.
6. El sentimentalismo
Si en algo ha alcanzado la excelencia el PSOE de Pedro Sánchez es en la manipulación de las emociones más básicas del electorado.
Hasta ahora, esas emociones que el PSOE ha exprimido han sido dos. El miedo al renacimiento de una ultraderecha que sólo existe en la cabeza de Iván Redondo. Y el odio a la derecha realmente existente. Una derecha que, en la práctica, es más socialdemócrata que el mismo PSOE.
En las circunstancias actuales, y en combinación con las dos anteriores, la propaganda socialista exprimirá una tercera emoción. El sentimentalismo, que es a los verdaderos sentimientos lo que las gulas a las angulas. Un sucedáneo barato.
¿Cómo lo harán? Una vez superada la crisis, cualquier critica al Gobierno de PSOE y Podemos será demonizada como una crítica a los médicos, los policías y los ciudadanos que lucharon contra el Covid-19. Incluso como una ofensa a los muertos. Al tiempo.
7. Este PSOE es indestructible
En circunstancias normales, la pésima gestión que ha hecho el Gobierno de la crisis sería la tumba de cualquier Gobierno democrático.
Pero el PSOE actual ha logrado que la sentencia de los ERE apenas permaneciera 24 horas en las pantallas de las televisiones.
Que el plagio de la tesis del presidente haya caído en el olvido.
Que los pactos con el nacionalismo vasco y catalán hayan sido interpretados como «diálogo».
Que los recortes en Sanidad exigidos por el Gobierno a todas las comunidades autónomas hace apenas unos meses hayan sido transformados en «recortes del PP».
Que el ministro José Luis Ábalos haya sobrevivido al escándalo de su reunión con Delcy Rodríguez.
Que la alianza del PSOE con un partido cuyos líderes se han confesado admiradores de dictadores haya sido digerida como un pacto político legítimo más.
Si el PSOE ha sobrevivido a todo eso, ¿por qué no iba a sobrevivir a la crisis del Covid-19?
Quizá incluso le haga subir en las encuestas. El Gobierno ya se está presentando como una víctima más de la epidemia. Y el victimismo es uno de los principales motores de emociones en las sociedades occidentales del siglo XXI.
7 razones para el no
1. El 8-M
Es el pecado original de este Gobierno. Un capricho personal de la ministra Irene Montero y de la vicepresidenta Carmen Calvo, en disputa por el trono de hembra alfa del feminismo español.
Un capricho por el que el Gobierno retrasó la adopción de medidas de prevención y contención de la epidemia hasta que ya era demasiado tarde.
Las responsabilidades en este punto en concreto superan lo político y podrían entrar de lleno en el terreno de lo penal. Ya hay iniciativas en este aspecto. La insistencia del Gobierno en demostrar que no hay relación entre el 8-M y el incremento en los contagios demuestra su pavor a que le sean exigidas responsabilidades en los tribunales.
2. La pésima gestión
Los datos de contagios y de muertes son inaceptables. También lo es el porcentaje de médicos y enfermeras contagiados por la falta de material de protección.
Las imágenes más duras de la crisis están siendo hurtadas a los españoles por una mezcla de motivos nobles e innobles. Entre los primeros, evitar el alarmismo. Entre los segundos, proteger al Gobierno.
Faltan mascarillas, faltan batas, faltan respiradores, faltan camas, faltan médicos y faltan enfermeras.
El Gobierno ha sido incapaz de hacer llegar el material a las comunidades autónomas.
Ha comprado cientos de miles de test defectuosos a una empresa china no homologada.
Se ha negado a impulsar una amnistía fiscal, como sí han hecho muchos otros países europeos y del resto del mundo. A cambio, ha lanzado un paquete de medidas que provocarían la ruina de cualquier país próspero en tiempos de bonanza y que pueden resultar letales en el contexto actual.
Pero, por encima de todo, ha renunciado a impulsar un Gobierno de emergencia o de concentración nacional con el PP y se ha lanzado en brazos del sector más radical del Gobierno, el de Podemos, en una desesperada huida hacia adelante que acabarán pagando los españoles.
3. Un Gobierno diseñado para la propaganda
El Gobierno más invulnerable a los escándalos de la historia de la democracia es también el más frágil frente a crisis como la actual, donde la propaganda no sirve de mucho y la gestión lo es todo.
Diseñado para ejercer de oposición de la oposición, el Gobierno de Pedro Sánchez se ha visto superado por una crisis que exigía profesionales y tecnócratas, no activistas universitarios de pancarta.
4. La UE
Ayer, en una de sus muchas huidas hacia delante, Pedro Sánchez sumó a la UE a su ya larga lista de muñecos de paja a los que culpar de la crisis.
La referencia a la UE es sintomática. Demuestra que la situación económica del Gobierno es desesperada. Y que la del Gobierno en sí también lo es.
Enfrentarse a la UE, demonizar a Angela Merkel con filtraciones al diario El País y estimular el sentimiento antieuropeo de una izquierda radical cuyo modelo de país es más el de la Argentina peronista que el de la Alemania calvinista no parece un camino que conduzca a ningún paraje fértil.
La UE ha dejado abandonada a España e Italia, sí. Pero con argumentos tan egoístas, e incluso xenófobos, como comprensibles. España ha despilfarrado durante décadas en la creación de un régimen socialdemócrata prácticamente inexpugnable. Y ahora toca pagar las consecuencias.
5. Pedro Sánchez ha perdido toda credibilidad
Las comparecencias públicas de Pedro Sánchez se han convertido en una ceremonia de la confusión de las que los ciudadanos españoles salen aturdidos y pesimistas. La credibilidad del presidente es cero y la confianza en el Gobierno parece nula.
El filtrado de las preguntas de los periodistas y el control de la información por parte del jefe de prensa de Sánchez parecen medidas a la desesperada de un Gobierno incapaz de sostener por más tiempo el relato diseñado para perpetuar al presidente en el cargo.
Las adhesiones al Gobierno son ya más ideológicas o emocionales que racionales y pocos ciudadanos dudan en España de que la crisis económica que se avecina nos ha cazado con el peor presidente posible y los peores socios de Gobierno imaginables.
6. La derecha reaccionará
PP, Ciudadanos e incluso Vox han demostrado una lealtad que no ha demostrado sin embargo un Gobierno ofuscado en luchas intestinas, protestas contra la Corona y ataques a la oposición.
Es de prever que el silencio casi absoluto que los tres partidos de la derecha y el centroderecha español están manteniendo en la actualidad será roto en cuanto la crisis sanitaria amaine y llegue la hora de reconstruir la economía española.
Es de prever que los tres partidos de la derecha y el centroderecha tengan algo parecido a un plan. No un plan de derribo del Gobierno sin más. Sino un plan de reconstrucción nacional que cierre estos dos años de sanchismo. Dos años que pasarán a la historia como una de las etapas más oscuras de la democracia española.
7. Sentido común
Ningún Gobierno democrático, ninguno, sobreviviría durante un largo periodo de tiempo a una tormenta perfecta de incompetencia, irresponsabilidad y manipulación mediática como la actual. Ninguno.
Y este Gobierno no será, o no debería ser, una excepción a esa sana regla de la democracia.