IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Los precios de la electricidad se han convertido de nuevo en una causa de temor para los ciudadanos y en motivo de conflicto político. Las razones son varias y complejas y se agudizan siempre que se repiten las circunstancias actuales. Una malas condiciones climáticas, con un frío extremo, provocan un consumo elevado que tensiona los precios al alza. En ese ambiente, siempre aparecen listos como Pablo Echenique que aseguran que «son una estafa», una afirmación que resulta gratis e inocua cuando se está en la oposición, pero que es sencillo de borrar cuando se ocupa el Gobierno. Al parecer, no se ha dado cuenta de que tiene en sus manos una gran parte del precio, que podría eliminar de un plumazo. El IVA de la electricidad en Europa es, de media, un 18% y en algunos países baja hasta el 15%. En España es del 21% (la ministra Montero dice que por culpa de la UE), y además tenemos otras cargas e impuestos que lo gravan. Si es una estafa, ¿quiere eso decir que es el Gobierno quien la perpetra? ¿O es solo la parte de su coste y el beneficio de las empresas quien lo provoca?

El control y la gestión del sistema eléctrico es muy complicado por varias razones. La primera es que todas las fuentes de energía tienen sus ventajas y sus pegas. La nuclear da miedo; el carbón, el fuel y el gasóleo contaminan; la hidráulica inunda valles y anega pastos y pueblos; mientras que el resto de las queridas renovables -tanto la eólica como la fotovoltaica- se rinden y desfallecen cuando aparecen los temidos anticiclones del invierno, que provocan el desplome de los termómetros y la ausencia de viento en días con muy escasas horas de sol . No se olviden de añadir el coste del CO2 que hemos decidido imponer para limpiar el medio ambiente.

La segunda razón es que la demanda oscila con brusquedad en función de la climatología, las horas del día, la producción industrial, etc., en un producto que, en la cantidades en que se consume, no hay posibilidad de almacenar. Por eso, en un momento como este, con un consumo desbocado y varias fuentes de generación atascadas, ha sido necesario arrancar tres centrales de carbón, mantener a tope la nuclear y la hidráulica, y acudir masivamente al gas, un combustible que debido a la gran demanda mundial y a nuestras graves carencias de infraestructuras de abastecimiento pagamos a precio de oro. En la actualidad, a 53 €/MWh frente a los, por ejemplo, 28 €/MWh en Francia.

No es sencillo establecer un marco legal que dé al sector una estabilidad duradera, al garantizar la recuperación del enorme volumen de inversiones que requiere. ¿La prueba? Todos los gobiernos lo han intentado y ahí seguimos… Pero tranquilos, seguro que lo arregla Echenique, ahora que manda él.