Kepa Aulestia-El Correo
Sánchez debería acabar ya con los ‘viernes sociales’, antes de que se le vuelvan en contra y afecten al respeto democrático que merecen las instituciones
El presidente Pedro Sánchez anunció la disolución de las Cortes Generales y la consiguiente cita con las urnas para el 28 de abril el pasado 15 de febrero, tras la derrota parlamentaria de su proyecto presupuestario. El Boletín Oficial del Estado tardó en hacerse eco de la novedad dieciocho días; no lo publicó hasta este último martes, 5 de marzo. Cuando Sánchez dio por finalizada la legislatura -tras admitir que sus esfuerzos por retener al independentismo entre los apoyos que había contado para echar a Mariano Rajoy de La Moncloa habían resultado fallidos- todo el mundo creyó que el secretario general socialista se había rendido a la evidencia. Pero no fue así. En realidad, Pedro Sánchez quiso seguir al mando de las operaciones liberándose, con la disolución del Parlamento, de las ataduras impuestas por la Mesa del Congreso en manos del PP y Ciudadanos a sus iniciativas legislativas. Insospechadamente, había inaugurado una ‘nueva legislatura’ con los ‘viernes sociales’. Como si tras las dificultades que se encontró entre junio de 2018 y febrero de 2019, Pedro Sánchez se dispusiera a gobernar por fin en serio. Si antes se hacía notar la precariedad de los 84 escaños socialistas, la disolución de las Cámaras a causa precisamente de ello daba paso, paradójicamente, a un período de gobierno en solitario de verdad, sin que Sánchez tuviera necesidad alguna de negociar sus decretos ley con los grupos que le habían secundado en la moción de censura.
La autosugestión es un mecanismo imprescindible para gobernar en minoría
Es perfectamente legal. Pero el ánimo que muestran el presidente y el Gobierno al activar cada viernes el Consejo de Ministros es mucho más que electoralista; y en esa medida está sujeto a escrutinio público. No sólo a las impugnaciones que puedan presentar el PP y Ciudadanos al respecto. Pedro Sánchez decidió romper la atonía impuesta por Mariano Rajoy a la legislatura iniciada en 2016 recurriendo a un golpe de palanca inédito. Pero nada más acceder a La Moncloa se sintió investido para reclamar al resto del arco parlamentario que le dejara gobernar. Cuando una minoría conquista el poder político se empeña en transferir a los demás la responsabilidad de propiciar la gobernación. No se trata inicialmente de un comportamiento arrogante, sino el reflejo de una sugestión que experimenta quien promete el cargo en situación de precariedad y, por ello, necesita sugestionar también a la opinión pública. La argucia de su mensaje es sencilla. El Bien corresponde a la voluntad benefactora del Gobierno; el Mal está en quienes pretenden dificultar su tarea.
La autosugestión es un mecanismo imprescindible para gobernar en minoría. Qué decir de quien se empeña en darle continuidad a su gobierno tras haber disuelto las Cortes. Pedro Sánchez se había acercado peligrosamente al borde de la incoherencia política cuando tanto él como sus próximos empezaban a subrayar con insistencia que era suya la potestad de dar por concluida la legislatura; sin percatarse de que de esa manera dejaba en evidencia que disolver las Cortes era, en realidad, la única atribución que le quedaba. Hoy cabe preguntarse por qué tomó esa decisión y la publicó el martes en el BOE. Visto lo visto, hubiese sido más consecuente si, aun careciendo de Presupuestos propios, se hubiera atrevido a continuar con la legislatura a base de los mismos decretos ley a los que da cauce cada viernes, y algunos más.
Los ‘viernes sociales’ son irreprochables en cuanto a la identificación de prioridades en la acción política. Además, sus costes presupuestarios no resultan inasumibles ni a partir de las Cuentas de Rajoy prorrogadas. El problema es que la única garantía de que las medidas de los viernes sean aplicadas es que Sánchez continúe en la presidencia del Gobierno. A nadie se le oculta que ese es el mensaje final; como lo es la colocación de ministras y ministros a la cabeza de candidaturas provinciales. Claro que para que cuajen de verdad en la percepción ciudadana, el secretario general socialista debería terminar ya con los ‘viernes sociales’, antes de que el valor que el Gobierno trata de concederles se vuelva en contra, no ya de las opciones de Sánchez sino del respeto democrático que merecen las instituciones.