Arcadi Espada-El Mundo
En un juicio del Tribunal Supremo de España se ha dicho botifarrada. Fue a las 18.02 y el honor le cupo a la procesada Bassa, cuando describía alguna de las antropologías del Proceso. Fue un día de grandes novedades. A las 12.41 el juez Marchena reconvino a la fiscal: «Vamos a preguntar sobre hechos». Cabe imaginar qué habría sido de los calvos pero plácidos mítines de Junqueras y Romeva si el juez hubiera aplicado al abogado que los estimula –hay defensas y hay estimulaciones– la misma doctrina. Vamos a preguntar sobre hechos. Lo que hay que oír.
La sesión de la mañana se consumió en torno del procesado Rull. Rull es el hombre que a las 9.15 de la mañana del 30 de octubre de 2017, es decir, del primer día laborable de vigencia del 155, publicó un tuit célebre. El texto decía: «En el despacho ejerciendo las responsabilidades que nos ha encomendado el pueblo de Cataluña». La foto lo mostraba delante de un ordenador y en la mesa se distinguía el titular a toda página de un diario nacionalista: «A la feina», consignaba. Una vez se hizo la fotografía y publicó el tuit el consejero abandonó el despacho, siguiendo las recomendaciones de un policía, marxi, marxi, que l’hauré de detenir.
El relato de Rull no se apartó de la línea general ya trazada por los procesados que han optado por defenderse: nunca se había visto una revolución contra la democracia más legal y más barata. Pero un juicio es una representación muy larga y muy densa y da muchas explicaciones de amplio espectro. El interrogatorio enseñó algunas cosas de interés sobre la relación entre fiscales y procesados. La primera alude a un cierto supremacismo emocional, para trasladar aquí un sintagma del Tío Blanco Hetero. La fiscal dijo algo así como «Taerrassa», que es el lugar donde nació Rull. ¿Por qué dijo eso? Porque hay un tipo de personas en Madrí que creen que es un insulto a los catalanes decir Generalidad o Tarrasa. El propio Marchena participa de esa creencia, y probablemente todos los magistrados y todos los fiscales, y vamos a ver si Smith and Wenson and Especial cuando hable. La creencia está facilitada por actitudes de una ridícula dignidad ofendida como la de este Rull que casi obliga a la fiscal a que lo acompañe a Soto del Real por pronunciar Tarrasa, «a la franquista», no recuerdo bien ahora si dijo franquista o épocas felizmente superadas. Ante la reprimenda de Rull, la fiscal balbuceó tímidamente: «Terrassa…, lo he dicho con e…».
La fiscal debería haberle contestado otra cosa muy distinta. Se lo pego aquí:
–Mire, señor Rull, es usted muy afortunado por haber nacido en Tarrasa. Porque mire a su pobre compañero Turull, con el que tantas cosas, hasta aliteraciones, comparte. Habiendo nacido en Parets nadie en esta sala tendrá la gentileza de decirle que nació en Paredes. Es la diferencia entre Parets y London, ¿sabe, Rull? O sea que no se queje y dé gracias de haber nacido en un lugar que merece traducirse.
La cantinela de las lenguas está infaliblemente presente en estos primeros días de juicio. Los acusados se ven en la obligación de abrir siempre sus intervenciones con la letanía de no poder expresarse en su lengua materna porque el tribunal, etc. Tadeu ya dejó dicho hace días en este periódico lo que había que decir: «La traducción es un mal menor: ningún bilingüe en su sano juicio pondría en riesgo su libertad fiándose de la labor de un intermediario (…) El objetivo es otro: el pinganillo como meme individual para convertirse en un meme cultural y político: ellos y nosotros». ¡Un hombrón como Junqueras, que hasta dijo vituperio, jeremiando porque no tenía ni derecho a la autodeterminación ni derecho al pinganillo!
No hay más que propaganda. Analícese este hecho que mereció poner a la sala en pie. Después de que Rull dedicara cerca de una hora de reloj a justificar con razones puramente técnicas y comerciales, oh, sí, por qué el barco Piolín, que debía dar hogar y lumbre a los policías constitucionales, no pudo atracar en el puerto de Palamós, la fiscal lo esperaba. Y le preguntó por aquel tuit que puso cuando el Piolín partió buscando puerto y la prensa nacionalista lo celebraba: «En efecto. No les hemos dejado atracar», decía el ayer procesista y hoy preso. Ayer sacaban orgulloso pecho soberano y hoy se refugian en las concienzudas justificaciones del que teme la cárcel. Solo la propaganda sobrevive.