JESÚS LAÍNZ – LIBERTAD DIGITAL – 14/12/15
· Efectivamente, el Papa hace bien en denunciar en suelo africano las tremendas injusticias que siguen impidiendo la vida civilizada en la mayor parte de aquel continente. Y ya no sirve la excusa del antiguo imperialismo europeo, pues los africanos han tenido más de medio siglo desde la descolonización para organizar su vida y ni lo han conseguido ni parece que lo vayan a conseguir en mucho tiempo.
También hace bien el Papa en advertir en suelo africano que el fundamentalismo es «una enfermedad que se da en todas las religiones», como ya hizo en su discurso de Año Nuevo de 2015 al acusar a los fundamentalistas de cualquier religión de «utilizar a Dios como pretexto ideológico». El matiz que habría que añadir es que esa enfermedad está lejos de afectar a todas las religiones por igual. Por lo que se refiere a las tres del Libro, que son las que más nos afectan, el cristianismo, efectivamente, no fue inmune a dicha enfermedad. Pero el Deus lo vultquedó ya muy atrás y de las guerras de religión que asolaron Europa en siglos pasados no queda más que un lejano y avergonzado recuerdo.
Por el contrario, buena parte del mundo musulmán sigue de espaldas al paso del tiempo por imperativo de un Corán tenido todavía hoy por palabra definitiva de Dios y ley de los hombres. Y mientras no se arranque su anclaje en el siglo VII, la violencia seguirá estando garantizada en todo el mundo, empezando por unos países musulmanes en los que el fundamentalismo no hace más que ganar peso a pesar de la portentosa equivocación de quienes celebraron aquello que se llamó hace unos pocos años primavera árabe. Por lo que se refiere a la más antigua de las religiones bíblicas, no hay que olvidar el papel de una minoría ortodoxa cuyos planteamientos fundamentalistas –por ejemplo, la consideración de la tierra de Israel como donación de Yavé al pueblo judío– tampoco son mancos, aunque, pasados los tiempos del Leji y el Irgún, suelan quedarse en segundo plano por su menor peso demográfico y su menor virulencia en comparación con el terrorismo islamista.
Pero en lo que se equivoca el Papa es en esa curiosa visión del terrorismo, tan característicamente izquierdista, consistente en cargar las culpas sobre las víctimas y descargarlas de los criminales, para los que siempre se acaba encontrando alguna circunstancia atenuante. En este caso, según ha explicado el Santo Padre en Nairobi, es «la pobreza». Pero basta echar el más breve vistazo a la realidad para advertir que lo que provoca la pobreza son revoluciones, no terrorismo. Por ejemplo, los diez países más pobres del mundo son Níger, Etiopía, Mali, Burkina Faso, Burundi, Somalia, República Centroafricana, Liberia, Guinea Ecuatorial y Sierra Leona, ninguno de los cuales se caracteriza por producir y exportar terroristas internacionales que asesinen para conseguir pan. Por el contrario, varios países musulmanes se encuentran entre los más ricos y son las principales fuentes ideológicas, políticas, financieras y humanas del terrorismo que se padece en todo el mundo. Empezando por el multimillonario saudí Osama ben Laden.
Esto demuestra que lo que provoca el terrorismo no es la pobreza, sinoesa insuperable fuente de odio que son las ideologías, ya sean religiosas o políticas. Un ejemplo: en un país ciertamente pobre como es Nigeria actúa la organización terrorista islamista Boko Haram (traducción: «La educación es pecado»), cuyo caudillo Abubakar Shekau declaraba recientemente en un vídeo propagandístico: «Disfruto matando a todo aquel que Alá me ordena matar, de la misma manera que disfruto matando pollos o carneros». ¿Qué tiene que ver esto con la pobreza? Otro ejemplo: los asesinos de diecinueve personas en el hotel Radisson de Bamako el pasado mes de noviembre (grupo llamado, por cierto, Al Morabitun, los Almorávides, en homenaje a los que anduvieron luchando contra el Cid en la España del siglo XI) dejaron con vida a los rehenes que demostraron saber recitar suras del Corán. ¿Qué tiene que ver esto con la pobreza?
En España somos expertos en esto de la exculpación de los terroristas.Pero en nuestro caso no por asuntos de hambre, sino de opresión nacional, que también funciona estupendamente como circunstancia eximente, sobre todo cuando puede meterse al franquismo de por medio. En primer lugar hay que recordar el simpático hecho de que los etarras luchan por la liberación de unas provincias caracterizadas desde hace un siglo por tener el mayor nivel de renta de toda España. ¿Qué tiene que ver esto con la pobreza? Y en segundo, este modo de ver las cosas convirtió a los criminales etarras en las víctimas de una espiral de violencia que ellos no comenzaron, como sentenció hace ya bastantes años el obisparra Setién ante la aprobación mayoritaria de la izquierda.
Tan antigua es esa espiral de violencia, de la que los terroristas serían inocentes, que Cándido Azpiazu, el etarra que asesinó a quien le había salvado la vida cuando era un bebé, negó ser un asesino puesto que había matado a Ramón Baglietto «por necesidad histórica, por responsabilidad ante el pueblo vasco, que es magnífico, que tiene una magnífica cultura, que habla una de las lenguas más antiguas de Europa, que nunca fue vencido por los romanos, ni por los visigodos, ni por los árabes». ¿Qué tiene que ver esto con la pobreza?
Pero, regresando al Papa, no parece que lo suyo sea ejercer de suprema autoridad espiritual del mundo católico. Espiritual, no política ni social. Por eso no tardará la Iglesia en desaparecer, reducida a una más en la sopa de letras de las oenegés. Y, mientras eso sucede, lo único que consigue con palabras como éstas, aunque evidentemente no sea su intención, es atenuar la responsabilidad de quienes deciden quitar la vida a sus semejantes con cualquier excusa ideológica. Y la excusa ideológica que está ensangrentando hoy el mundo, y que lo va seguir ensangrentando, con creciente intensidad, durante mucho tiempo, no es precisamente el bienestar de los parias de la tierra, sino la voluntad de Alá expresada a través de Mahoma, su profeta.
JESÚS LAÍNZ – LIBERTAD DIGITAL – 14/12/15