Ignacio Marcos Gardoqui-El Correo
Hay pocas esperanzas de que el nuevo Gobierno asuma su deber de reparar el daño por la inacción ante el déficit público
El viernes, como hacía malo, leí el informe del Banco de España. Le confieso que, cuando llegué a la parte de las tareas que debe acometer el próximo gobierno – sea eso lo que sea-, me asaltó un ataque de risa pero, al cabo de diez minutos, me puse a llorar como una magdalena. Como no medí tiempos ni intensidades, no sabría decirle si todo este proceso de formación del gobierno, plagado de contradicciones flagrantes, aventuras peligrosas e inconsistencias temerarias me produce más risa que llanto.
El banco asegura que este año el déficit público no se reducirá, medido en términos porcentuales sobre el PIB, y aumentará en valores absolutos. Es decir un año perdido en las cuentas públicas y un nuevo incumplimiento de nuestras compromisos europeos. ¿La causa? Pues que el gobierno ha aumentado los gastos en pensiones, en salarios públicos, en la ampliación del subsidio de desempleo para los mayores de 52 años y ha tenido que afrontar también gastos extraordinarios para paliar los destrozos causados por varios desastres naturales. Pero no ha podido/querido aumentar los impuestos. Recuerde que hemos estado todo el año en una permanente campaña electoral, un periodo en el que conviene agradar al electorado y evitar su enfado.
Eso quiere decir que el año que viene tendremos que realizar una doble tarea: reparar el daño hecho en este por la inacción ante el déficit y asumir la reducción correspondiente a 2020. ¡Uf! ¿Qué porcentaje de probabilidad le concede a este escenario cuando es evidente que van a ir peor el crecimiento, el empleo, la inversión, el consumo y las exportaciones? No me lo diga que me deprimo. El Banco de España, impasible el ademán y abnegado hasta el final, asegura que «la fase expansiva se vería reforzada con la constitución de un gobierno estable que pusiera en práctica políticas orientadas a retomar la consolidación fiscal». ‘Coitao’… supongo que habrá incluido sus deseos en una carta y se la habrá dirigido a Oriente, allí donde moran los Reyes Magos.
Si al final, Pedro Sánchez se sale con la suya -le recuerdo que acostumbra a hacerlo-, tendremos un gobierno formado por los socialistas más acomodaticios y los populistas más extremos, apoyados por los independentistas más crecidos e irredentos y el combo del grupo mixto, un grupo al que solo le une su desordenado apetito por el gasto local. Le aseguro que ni Pablo Iglesias, ni el mismo Pedro Sánchez tienen el informe del Banco de España en su mesilla y si alguno de sus colaboradores ha osado resumírselo, le habrán despedido sin escucharle. Ellos están a las cosas grandes -como es el reparto y la ocupación de sillones-, y no pueden atender las pequeñeces irrelevantes.
Pero el tiempo corre y la situación económica se degrada en medio de la indiferencia general de los políticos encargados de dirigir el país. Ahora nos dicen que la recesión no sucederá, pero también nos confirman que la ralentización persistirá. Estamos perdiendo un tiempo precioso para encarar los problemas y enderezar el rumbo. Nada de lo que sucede en la política ayuda a la economía y casi todo le perjudica. Y, así, ¿hasta cuándo? Ni idea. Queda tan poco espacio para la esperanza entre los odios mutuos y la nimiedad de los dirigentes, las complicaciones para encontrar una coalición que aporte escaños y estabilidad y los reveses jurídicos europeos que no entran en el fondo de las cosas y se limitan a los procedimientos, pero causan auténticos destrozos morales y suscitan reacciones exageradas en todos los rincones del espectro social…
Ya que hablamos de incertidumbres e inestabilidades, añadamos un último apunte. El Instituto Nacional de Estadística dijo el viernes que la economía madrileña superó en 2018 el tamaño de la catalana. Medido en valores absolutos porque en términos per cápita hace años que le ha superado. ¿Se debe todo al efecto capitalidad o es consecuencia de la deriva del procés? Si piensa lo primero debe seguir razonando y encontrar la razón que explica por qué si Madrid lleva siglos siendo la capital, el proceso solo ha ocurrido en los últimos años. Si piensa lo segundo, debería preocuparse. Sobre todo si es catalán…