TONIA ETXARRI-EL CORREO
- Los insultos que recibió Covite en la manifestación a favor de los presos de ETA contribuyen a desmontar el falso acercamiento de Otegi a su dolor
Al plan frustrado del falso acercamiento de la izquierda abertzale al dolor de las víctimas de ETA se le ha ido añadiendo la fuerza de los hechos que siguen revelando la impostura de Bildu. En la manifestación convocada por Sare el sábado en San Sebastián para exigir que los presos de la banda vuelvan ya a casa, a Covite se le llamó «fascista». Se atrevió a desplegar una pancarta en la que habían sustituido la palabra «gudariak» por «asesinos» en referencia a los terroristas que cumplen condena en la cárcel. Y los manifestantes reaccionaron insultando a las víctimas, llamándolas fascistas y terroristas. A Consuelo Ordóñez, hermana de Gregorio, asesinado por la banda cuando era parlamentario vasco y teniente alcalde del ayuntamiento de San Sebastián.
Ese es el relato que quiere imponer la ‘neoBatasuna’. Fijar la idea de la existencia de bandos para justificar la trayectoria de ETA. ¿En qué queda el dolor del que hacía gala Otegi, días antes, hacia las víctimas del terrorismo? Los dos folios que leyó ya se habían convertido en papel mojado al cabo de unas horas cuando la revelación de sus intenciones dejó al descubierto su plan de instrumentalizar el dolor de las víctimas para utilizarlo como moneda de cambio (presupuestos por presos). Pero, con los insultos a Covite en la manifestación, el texto fue pisoteado por sus propios inspiradores al permitir esas reacciones contra las víctimas que se habían concentrado frente a la marcha para llamar a las cosas por su nombre. En democracia no hay presos políticos. Los que cumplen condena por haber matado no son gudaris ni héroes; son asesinos. No están encarcelados por sus ideas, sino por haber delinquido.
Una manifestación que reunió a todos los socios de Sánchez. No faltó nadie. Junqueras abrazado a Otegi junto a otros condenados del ‘procés’ e indultados por el presidente del Gobierno. Además de Podemos y algunos dirigentes del PNV que no quisieron dejar un hueco libre en una marcha organizada para mayor gloria de Bildu. El PNV sigue jugando a dos barajas. Al lehendakari Urkullu, hace tan solo dos meses, le pareció «repulsiva» la actitud de Sortu cuando defendía los ‘ongi etorris’, y así lo dijo. Pero algunos jelkides participaban en la manifestación propresos de ETA. ¿Cuál es la conclusión en el décimo aniversario del anuncio de la banda del fin del terrorismo? Que los que siguen justificando la historia de ETA han conseguido más visibilidad que las víctimas del terrorismo.
Mientras, los partidos democráticos constitucionalistas siguen a la greña. Si el PSOE considera que la protesta de los partidos contra el blanqueamiento de ETA es una provocación contra el diálogo, vamos mal. Quienes dicen que el emplazamiento del PP a una condena unánime institucional está fuera de lugar están justificando la falta de exigencia con quienes provocaron tanto horror y dolor.
Sostiene el sociólogo Ignacio Varela que si el Sinn Féinn (los herederos políticos del IRA que tienen siete diputados en la Cámara de los Comunes) se incorporara como socio a la mayoría parlamentaria del primer ministro británico, el Gobierno caería en veinticuatro horas. Da igual quién lo intentara: conservadores, laboristas o liberales. Porque en las democracias sanas el principio de no pactar con el terrorismo se extiende a sus albaceas hereditarios. Y Otegi, sin apartarse de la historia de ETA, sigue siendo su sucesor mientras no reniegue de ella.