IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

  • La variable medioambiental forma parte de cualquier ecuación de inversión. Es así y está muy bien, pero el sentido común también.

Esta semana hemos tenido dos noticias que nadie ha relacionado y que, sin embargo, lo están y mucho. La primera relata todo el lío suscitado alrededor del fracaso del plan acordado para ampliar el aeropuerto del Prat. La sucesión de hechos es realmente original. Recapitulemos. La ministra de transportes del gobierno central (del PSOE) acuerda con el vicepresident de la Generalitat (de Junts) una inversión de 1.700 millones para ampliar la capacidad del aeropuerto que lo habilitaría para acoger más vuelos internacionales de gran capacidad. Como anécdota, cabría recordar que, en su etapa anterior como alcaldesa de Gavá, la ministra Sánchez se mostró contraria a la ampliación debido a su ‘huella sonora’, pero bueno, olvidemos detalles escabrosos. Nada más conocer la noticia, Podemos, que le recuerdo forma parte del gobierno central, mostró su rechazo sin disimulo. En Cataluña, a ERC le surgieron enseguida sus contradicciones y apareció su manifiesta incomodidad. Mientras algunos de sus consellers apoyaban la medida, otros anunciaban su presencia en las manifestaciones convocadas para protestar por ella. Por último, los ‘Comunes’, la franquicia de Podemos en Cataluña y cuyos votos son fundamentales para la aprobación de los presupuestos catalanes ardía de ira ante lo que calificaba de atentado ecológico.

Ya se que, como ejemplo de coherencia en el ejercicio del poder los hay mejores, pero no me negará que es difícil encontrar algo tan divertido.., sino fuera tan terrible. La cosa mejoró aún mucho cuando vimos a la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo alegrarse y darse la enhorabuena ante el fracaso de un plan estrella de su gobierno, que iba a suponer la contratación de 85.000 personas durante su construcción y de más de 50.000 con carácter permanente, además de irradiar actividad y más empleo en su entorno. La cosa es tan grave que la patronal aseguró que ‘no iba a consentir la ruina de Cataluña’. Nada menos.

Los nacionalistas han vendido el dogma de que son sinónimo de mayor riqueza. Pero no es así

¿La razón de la disputa? La ampliación de la pista afecta a un humedal con una laguna, una pineda y varias especies de aves acuáticas. La variable medioambiental forma parte de cualquier ecuación de inversión. Es así y está muy bien. Bastante hemos deteriorado ya el planeta como para no tenerlo en cuenta. Pero la proporcionalidad, la mesura y el sentido común también deben de ser tenidos en cuenta. Cualquiera que conozca la zona sabe que aquello no es la selva amazónica, ni siquiera el Mar Menor. Así que permítame una pequeña dosis de demagogia, ¿Cuántos parados vale un pato?

La otra noticia de la semana es la publicación de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA) de un informe sobre la financiación de las comunidades de régimen común. Allí se demuestra que la Comunidad de Madrid, con un millón menos de habitantes que Cataluña y con unos tipos impositivos menores recauda mil millones de euros más. ¿Cómo es posible? Ya sabe que la recaudación fiscal es el resultado de aplicar los tipos a la base imponible, de tal manera que es compatible una mayor recaudación, aún con tipos menores, si la base es suficientemente mayor. En resumen, Madrid tiene más empleo, de mayor calidad y con mejores sueldos.

¿Y a qué se debe eso? Pues solo los que se cansan pronto de pensar y los que necesitan un biombo para esconder su propia ineptitud pueden afirmar que todo se debe al socorrido efecto capitalidad. La prueba es que Madrid fue capital con Felipe II y lo seguía siendo en 2002, cuando empieza la serie de datos publicados que reflejan recaudaciones similares. El despegue se produce, ¡Oh casualidad! en 2010 con la llegada de Artur Más. El efecto es evidente, pero hay mucho más. Madrid es una región abierta, amable con las empresas, acogedora con las personas y tiene muy apaciguadas las tremendas exigencias de la ‘pertenencia y el arraigo’. (Si les interesa el tema, lean el último libro de Lorenzo Silva ‘Castellano’). Los nacionalistas de toda latitud nos han vendido el dogma de que el nacionalismo es sinónimo de mayor riqueza y bienestar. Pues disponemos de estadísticas suficientes para demostrar que eso no es así. Es más, Cataluña sigue al pie de la letra el proceso de deterioro económico que padecimos en el País Vasco por culpa del terrorismo. Allí, para su suerte, el viento que empuja la decadencia es la absoluta incapacidad de unos políticos de vuelo gallináceo incapaces de gestionar un proceso sin futuro ni esperanza.

Por eso, en lugar de imitar la fórmula de éxito de Madrid, todos se empeñan en generalizar la del fracaso garantizado. Supongo que lo conseguirán…