Luis Ventoso-ABC

  • Curioso cómo hemos olvidado la gripe asiática de 1957

Un amigo andaba afanado en una gran comida para su madre y otros veteranos de su familia. «¿Vive algún hermano de ella?», le pregunté. «No, su hermana murió en la gripe del 57».

Todo lo que estamos viviendo en cierto modo ya ocurrió hace 63 años. Sorprenden los paralelismos. Como ahora, un virus salido de China se expandió por el planeta entero. Comenzó en Guizhou, provincia montañosa del suroeste, a finales de 1956. Pero como esta vez no se comunicó hasta comienzos de 1957. El virus H2N2 surgió de una mutación de cepas de gripe en patos y se expandió de manera rapidísima. En febrero saltó a Singapur; en abril, a Hong Kong y en junio ya estaba en Estados

Unidos, donde acabaría matando a cien mil personas. En países como Chile golpeó con enorme virulencia. También llegó a España, donde a veces se le llamaba la «Gripe Amarilla», denominación que hoy no superaría la corrección política.

La España de 1957 tenía 29,5 millones de habitantes y la esperanza de vida era veinte años menor que la actual. En junio salió a la venta el fascinante Seat 600, que costaba 65.000 pesetas e ilusionaba a una nueva clase media con su velocidad punta de 90 km/h. En los cines triunfaba el niño prodigio Joselito, con su voz de oro. El Nou Camp acababa de inaugurarse. La epidemia mató a más de diez mil españoles. Como ahora, obligó a suspender partidos de la Liga. En toda Europa hubo que levantar hospitales de campaña y cerrar algunas fábricas. En el conjunto del planeta, la Gripe del 57 segó dos millones de vidas, según la OMS (a día de hoy, el Covid-19 se ha cobrado 399.897 víctimas mortales, en un mundo donde viven 4.800 millones de personas más que en 1957). La aparición de una vacuna y de los antibióticos ayudaron a derrotar pronto a H2N2, pero en 1958 todavía causó estragos.

Como hoy, aquel virus asiático provocó daños económicos: la llamada Recesión de 1958, o «Recesión de Eisenhower», la mayor entre el fin de la II Guerra Mundial y los setenta. El Dow Jones perdió el 15% de su valor y se disparó el paro. Hubo que aplicar medidas de estímulo monetario y planes keynesianos de infraestructuras. Pero a finales de 1959 el mundo ya había recobrado su pleno vigor. En España, la crisis del 58 forzó al Gobierno a virar su línea económica. Tras la guerra, Franco había aplicado una política autárquica, con muchas de las recetas que hoy reclaman nuestros cerebros de Podemos: protección por ley de la industria nacional, nacionalizaciones, control y limitación de la inversión extranjera e intervencionismo total del Estado. Con semejante burramia, clavada a la que hoy predican Iglesias, Echenique y Garzón, España se había convertido en el país más pobre de Europa junto a Portugal. En 1959 se aprueba un Plan de Estabilización para dejar atrás la autarquía y liberalizar un poco España. Con esas recetas de los economistas Juan Sardá y Fuentes Quintana es cuando el país empieza a prosperar. Pero en Villa Galapagar la única historia que cuenta es la de «Juego de Tronos».

Aquellas generaciones de los años cincuenta eran peleonas y resistentes. Desde luego no se les ocurrió que la única forma de hacer frente a un virus era cerrar por completo el mundo durante tres meses.