Luis Ventoso-ABC

Ingenuo Iglesias al pensar que iba a torear al rey del lío

Pablo ha intentado hacerle trampas a Pedro. Una ingenuidad. Es como si María Ostiz pretendiese enseñarle a tocar la guitarra a Eric Clapton. O como si el Pequeño Nicolás tratase de estafar a Bernie Madoff. No se puede engañar al maestro. Pedro es un portento de la marrullería política. Su elástica amoralidad sorprendería hasta al viejo Maquiavelo, que chapoteó en las charcas de pirañas de César Borgia y los Médici. En octubre de 2016, nuestro Pedro fue eyectado de la secretaría general por las huestes de Susana Díaz (que ahora, con cinismo infinito, lo abraza cariñosísima para intentar preservar su chiringuito). Aquel Comité Federal resultó el más esperpéntico de la pinturera historia del PSOE. Hubo insultos, lágrimas, amenazas… y hasta gritos de «¡pucherazo, pucherazo!» cuando nuestro Pedro escondió unas urnas tras una cortina para forzar una votación apañada e intentar así salvarse.

Hay más hitos. En mayo de 2018, Sánchez visitó a Rajoy en La Moncloa y cerró entre sonrisas mutuas un acuerdo firme de Gobierno y PSOE para no pasarles una a los separatistas catalanes. Al mes siguiente, el gran Pedro conspiró con ellos para echar a Rajoy.

A Torra, que ya luce un equilibrio un tanto precario, Sánchez nos lo va a volver tarumba del todo. Primero le llamó el «Le Pen español». A continuación pasó a recibirlo en La Moncloa con pelotilleo máximo y a negociar en secreto con él en Pedralbes. Luego soltó lastre de cara a las elecciones y se negó hasta a cogerle el teléfono. Ahora vuelve a llamarlo para ofrecerle «diálogo». Torra ya ha conocido cuatro encarnaciones diferentes de Sánchez.

Pero la trampa más audaz, la más propia del país que inventó la novela picaresca, fue su estafa al electorado socialista en las elecciones de noviembre. Prometió muy solemne durante toda la campaña que no gobernaría con Podemos y que ataría en corto a los separatistas. Pero ha hecho exactamente lo contrario. Y es que en contra de la advertencia de Abraham Lincoln, Sánchez cree que sí es posible «engañar a todo el mundo todo el tiempo».

Iglesias se ve a sí mismo como un astuto estratega. Y realmente es habilidoso (que las bases de un partido comunista y populista le perdonasen la sobrada del pazo de Galapagar tiene su mérito). Con el pavo subido por lo de vicepresidente, quiso torear a Pedro anunciando a los ministros podemitas antes de que El Presidente presentase al Gobierno. Pero pretender hacerle trampas al gran especialista es naíf. Sánchez, que gasta un puntillo rencoroso, se vengó al instante inventándose una vicepresidencia florero para el Clima. De ese modo ya hay cuatro y harán luz de gas a la de Iglesias. El podemismo fumaba ayer en pipa con la maniobra. Tampoco fue un día alegre para ERC, que tras la decisión del Supremo contraria a Junqueras amenazó con tumbar «la coalición de progreso», cuando solo lleva dos días de vida, y puso las cartas del acuerdo boca arriba: «Referéndum de independencia y amnistía».

En la entrañable «coalición progresista» va a haber más sopapos que en un tráiler de «Fast and furious».