Tres del pueblo

EL MUNDO 05/03/13
ARCADI ESPADA

UN MILITAR, general de división, un Juan Antonio Chicharro, dice en España este febrero: «La patria es anterior y más importante que la democracia. El patriotismo es un sentimiento y la Constitución no es más que una ley». Un político, Artur Mas, había dicho en septiembre: «Hay un pueblo que se siente nación y esto no lo van a cambiar con una Constitución. Esto es un sentimiento, una voluntad, un proyecto, unas raíces y unas pretensiones, ni declaraciones ni metiendo miedo en el cuerpo van a cambiar eso.» Un fiscal, Rodríguez Sol, dice este fin de semana: «Al pueblo hay que darle la posibilidad de expresar lo que quiere; en general a cualquier pueblo.» A partir de semejante floresta cualquiera podría concluir que en España todo el mundo dice lo que le da gana. Y tendría razón. Éste es el peor mal de España. Se observará la coincidencia entre el militar, el político y el jurista: los tres coinciden en su falta de respeto a la ley. El militar cree que España está por encima de cualquier Constitución. Es decir, cree que España está por encima de los españoles, dado que fueron los españoles los que decidieron hacer la Constitución. Para saber lo que es España y pasarla de cursiva a redonda solo hay que preguntar a Chicharro. (By the way: para desactivar tanta mamarrachada patriótica bastaría con que los medios se acostumbraran a poner en cursiva los abusos de patria.) El político cree, exactamente, lo mismo que el militar, en una coincidencia deslumbrante por matemática: sólo que en su caso es Catalunya la que está por encima de la ley. Pero el ejemplo máximo está en el fiscal, es decir, el funcionario que mantiene con la ley un grado de intimidad tal que puede utilizarla para disponer de la hacienda y la libertad de los hombres. Donde los otros dos ponen patria el fiscal pone pueblo. El absurdo perverso y falaz de su teoría, vocingleramente democrática, se ve muy bien en cuanto se piensa que tal vez el entero pueblo de España tuviera derecho a ser consultado sobre una hipotética pérdida de su territorio. Por fortuna para él no será el pueblo español, sino la ley, la que determinará sobre su continuidad en la carrera.
Sólo los ciudadanos, y ninguna de las sangrientas fantasmagorías que pretenden decidir en su nombre, pueden cambiar las leyes. Porque las obedecen.
>Vea el videoblog de Cuesta. Hoy: El dramático desplome del número de cotizantes.