Turboerosión

Ignacio Camacho-ABC

  • En el subsuelo sociológico donde se fraguan los vuelcos electorales está asentándose la idea de desalojar a Sánchez

Alguna vez iba a ocurrir, de forma gradual o precipitada, que si los partidos de centro y de la derecha no se reagrupaban fuesen los votantes los que procedieran a concentrarse por su cuenta. La lógica sugería un proceso más bien lento, más o menos hasta que se cansaran de perder, pero la zafia operación de Murcia ha actuado como desencadenante de una catarsis súbita. Los estrategas que urdieron aquella fallida moción de censura no podrán arrepentirse lo suficiente de las consecuencias de su chapuza. Su torpe intriga ha provocado una sacudida del tablero tan brusca que compromete la comodidad con que el sanchismo pensaba disfrutar de la legislatura. El resultado de la maniobra merece que los autores reciban una medalla: donde había tres fuerzas que se neutralizaban mutuamente ahora hay dos, y una de ellas ha salido catapultada de la conspiración que debía darle el tiro de gracia.

En un sistema como el español, cuya proporcionalidad está corregida por un incentivo mayoritario que prima a los partidos más votados, el triunfo depende en gran medida del factor matemático. En los últimos años, la izquierda se estaba beneficiando de la fragmentación del adversario: con los mismos votos aproximados que PP, Vox y Ciudadanos obtenía una considerable ventaja en escaños. De repente, y a raíz del estropicio murciano, la correlación favorable ha cambiado de bando. Como se ha visto en Madrid, Cs ha desaparecido ‘de facto’ y sus votos han proyectado a los populares hacia un inesperado liderazgo. El efecto de arrastre del vencedor y la fatiga pandémica están contribuyendo a acelerar un sufragio útil o pragmático al que se suman electores socialistas desencantados con un Gobierno que no para de acumular fracasos. La encuesta de ABC/GAD3 revela un rápido, casi insólito, impulso de cambio. El sanchismo se enfrenta a una aceleradísima erosión antes de atravesar el ecuador teórico de su mandato.

Ese ‘turbodesgaste’ se va a convertir en una losa para Sánchez, que sólo podrá recuperar terreno con éxitos tangibles, reales; una misión en la que su falta de proyecto y su ineptitud como gobernante le plantean severas dificultades. Agitar el fantasma de Vox no le servirá de mucho mientras sus socios naturales sean Podemos y los separatistas catalanes. Y para presentarse como paladín de la moderación es demasiado tarde. Lo previsible es que trate de ganar tiempo para afianzarse con los fondos europeos y esperar a que la pandemia remita y que Casado se desfonde o se resbale. Ahora mismo ésa -y la retirada de Pablo Iglesias, que rebajará la tensión institucional siquiera en parte- parece la expectativa más razonable. Pero en la política actual los ciclos se han vuelto muy volátiles. Y empieza a cundir la sensación de que en el subsuelo sociológico donde se fraguan los vuelcos electorales está asentándose la idea de desalojarlo del poder cuanto antes.