EL MUNDO 21/03/15 – ENRIC GONZÁLEZ
· Túnez. Yemen. No se interrumpe la serie de matanzas. Habrá más, evidentemente. Y dudo que el problema del yihadismo pueda empezar a resolverse, en lugar de seguir agravándose, mientras creamos que los culpables son sólo un puñado de fanáticos. Se trata de fanáticos, sí, pero no son sólo un puñado. Tan significativo como los atentados o las decapitaciones es el linchamiento de una pobre mujer, parece que con una perturbación mental, en Kabul. Alguien la acusó de haber quemado un ejemplar del Corán, o algunas páginas de un ejemplar. Eso bastó para que una multitud la matara.
La comunidad musulmana, la umma, está siendo envenenada con mensajes de odio. Desde hace ya bastantes años, predicadores fanáticos difunden por televisión e internet (si es que ambas cosas se pueden aún distinguir) una doctrina atroz. Esa doctrina aclama como héroes a los sociópatas que secuestraron y torturaron a Espinosa, García Vilanova y Marginedas. Esa doctrina pudre en la umma el debate público, enmarcado por la religión, y azuza lo peor de cada uno. Las principales víctimas de esa doctrina, en número de muertos y en cualquier otro aspecto, son los musulmanes.
Se escribe mucho, y con razón, sobre el desastre venezolano. Se escribe mucho también, y con cierta razón, sobre la exportación del populismo chavista. Pero se escribe poco sobre el país que más odio exporta. El wahabismo de Arabia Saudí y el sunismo radical de los satélites saudíes en la Península Arábiga cabalgan olas de petrodólares y se extienden por todas partes. Nos da igual, estamos acostumbrados a mirar hacia otra parte, o a mirar el dedo que señala hacia otra parte. ¿Recuerdan el 11-S? Prácticamente todos los ejecutores de ese atentado eran saudíes. Osama bin Laden era saudí. Fue necesario, por tanto, invadir y destruir Irak.
Hoy sabemos quién sufraga las mezquitas donde se lanzan los mensajes más incendiarios, quién protege a los predicadores más salvajes, quién difunde el desprecio a los valores occidentales y al resto de las religiones: fundamentalmente, súbditos saudíes o gente patrocinada por saudíes. Habrá que ir pensando en volver a invadir Irak.
Culpen si quieren al colonialismo. Entre sus muchos pecados figura la protección que se dispensa al régimen saudí y a sus yacimientos de petróleo. Recuerden, en cualquier caso, que ningún país del mundo ha sufrido en el último siglo tanta brutalidad colonial como Vietnam. Y no se sabe que haya comandos vietnamitas matando gente por ahí.