Como cabía esperar, este jueves se firmó el acuerdo para prorrogar los ERTE. Se alcanzó en el último segundo y llegó albardado en suspense y en medio de fuertes tensiones. Es evidente que todo acuerdo logrado entre los agentes sociales y rubricado por el gobierno hay que recibirlo siempre con agrado y, más aún, en este momento en el que se han convertido en una especie biológica en grave peligro de extinción. Según remite la pandemia se relajan las exigencias de los confinamientos y eso reanima a la demanda que se encontraba huída. Pero ese proceso no es ni general por sectores, ni igual por empresas así que sigue siendo necesario. Como esgrimía la patronal, si se trataba tan solo de prorrogar un sistema aceptado por todos, no tenía mucho sentido ir más allá de estirar el tiempo. Cambiar las condiciones, como pretendía el ministro Escrivá solo podía complicar las cosas. Escrivá aseguraba que el incentivo de la vuelta al trabajo facilitaría la recuperación del empleo, pero se olvidaba de que es la demanda y solo la demanda, quien dispone de la fuerza necesaria para reponer a la actividad en el nivel necesario para traccionar al empleo.

Al final, y como también era fácil prever, su necesidad y el valor que tiene la mera consecución del acuerdo superó sin mayores problemas el ‘pequeño’ escollo de su coste. El dinero no iba a derribar el mejor ¿único? logro del gobierno en materia de pactos. Máxime cuando los sindicatos suscribían la postura empresarial, apoyada también por la vicepresidenta tercera que a este paso se va a convertir en la plusmarquista mundial de los acuerdos sociales. Con Ceuta en llamas y los indultos a los líderes catalanes a punto de iniciar un incendio devastador, Pedro Sánchez no necesita más puntos de fricción. Para no desairar demasiado al ministro se aprobó también la mejora de las condiciones de los empleos recuperados, lo que imagino no molestará a nadie. Total que el debate se rompió por su parte más débil. ¿Será por dinero? Claro que no. Hace tiempo que ya no supone una restricción para ninguna decisión de gobierno. El contador del déficit gira a velocidad de vértigo, pero nadie lee sus resultados.

¿Será ésta la última prórroga de los ERTE? Imagino que sí, su desaparación, por falta de necesidad, sería una noticia excelente. Pero antes tienen que desaparecer las restricciones a los movimientos para que vuelva la actividad al mayor número posible de sectores. En Septiembre veremos si sucede.